EL ASALTO

Las hostilidades habían llegado a un punto, aparentemente, sin retorno. Los intentos de un armisticio fracasaron rotundamente debido a las posiciones irrenunciables de ambos adversarios. Viejas rencillas de poca monta se habían acumulado hasta llegar a la actual situación.

Una de las partes pensó que había que intentar una solución. Años de historia, bienes en común y buenas relaciones no podían irse al tacho de la basura así como así.

Entonces, planificó el asalto. Debería ser toda una sorpresa para impedir una reacción del oponente. Midió distancia, posibles obstáculos, reducción de todo sonido, el factor lumínico, la posición del adversario, etc.

Esperó el momento preciso. Avanzó cuidadosamente y, con un salto propio de una felina, cayó sobre su hombre, su boca acalló toda protesta y su mano se apoderó de su arma principal. Por ahora se hizo la paz.