Te invito un café, una sonrisa, una mañana,
un silencio compartido, un camino sin espinas,
un paseo por mis cielos, una canción de madrugada,
saltar del bote y mojar tus pies en mis aguas ondinas.
Te propongo caminar una tarde por el parque,
soltar palabras al viento, ponerle alas a los sentidos,
dejarte llevar de la mano, sin asustarte,
por la melodía que nace del galope de nuestros latidos.
Te convido, de mis versos, toda la miel que de ellos mana,
una pizca de melancolía, una porción de luna de marzo,
tres cuartas partes de locura, un pedazo de noche estrellada,
mi boca entera con sabor a ese poema que te gusta tanto.
Te regalo los días que me quedan, el otro lado de mi cama,
todas las caricias que anidan en mis manos,
todos los besos de la noche, el calor de mi mirada
y un país de ternura donde siempre podamos amarnos.
Pero no te vayas nunca, mujer poesía, eterna y amada.
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