¿Tienen nombre y apellido? Vaya usted a saber, siempre he sido mala con los nombres, con las caras, pero no con las fechas, eso sí recuerdo, acomodo y organizo en carpetas, sé muy bien los abriles y octubres de relleno y también sé cómo se perdieron, quedando atorados en mis pestañas, en la parada de un bus, en un parque o algún aula. ¿Qué hacer con ellos? Bueno, lo que hago yo con esos besos es guardarlos, sí, y el proceso es simple. Primero les ordeno con su fecha y rostro respectivo, les doy un baño maría con hojitas de madero, y los seco al sol por unas dos horas justo entre medio día y dos de la tarde, tomando siempre en cuenta, eso sí, que estemos en época seca. De no estarlo, el procedimiento cambia levemente, les dejo reposar entre hojitas de madero pero sin agua por unos tres días, y les ordeno como anteriormente mencioné. Sea cual sea el caso, el siguiente paso es el mismo para ambas estaciones: Se toma cada beso por aparte con su debida identificación, y se guarda en una cajita de madera de pochote, entre varios dientes de león (pueden ser secos o verdes) sin soplar, y se pasan al patio. En mi jardín primero recojo una cutacha y hago una ronda de poco menos de medio metro de diametro, y luego con una palita jardinera escarbo un agujero no muy profundo, la tierra es arcillosa por estos lares, así que todo se cubre bien sin mucho esfuerzo, se entierra la cajita con una dosis de recuerdo, y se ubica cartograficamente en una servilleta con un lapiz de arroz, para recordar dónde desenterrar en caso de un beso pendiente, hasta ahora eso no ha pasado, pero una nunca sabe. ¿El de hoy? Y bueno ¿Qué le diré? El de hoy lo tomé con las manos, lo hice pedacitos y me lo guardé en los bolsillos, porque el patio ya está lleno de ellos. |