Leonardo era un chico común de clase media alta. No tenía muchos amigos y era muy solitario. No era una persona que llamara la atención y a simple vista parecía una persona normal, salvo por un detalle. Leonardo practicaba el canibalismo. Durante su corta vida había sido responsable del asesinato y posterior desaparición de varias personas.
El canibalismo que practicaba Leonardo era un ritual. Él no devoraba a sus víctimas crudas, correando sangre y viseras por todos lados, sino que lo hacía de una manera civilizada. Leonardo practicaba el canibalismo culinario. Él tenía la convicción de que al hacerlo no solo satisfacía su instinto, sino que también absorbía los poderes de sus víctimas.
Siempre se tomaba mucho tiempo para prepara sus platos y lo hacía con mucha paciencia y dedicación. Nunca comía solo. Siempre acompañado de sus víctimas, aunque sea en sus últimos momentos de agonía. Justo en ese momento en que se dan cuenta de que el plato principal son ellos.
Una de sus víctimas fue un compañero de futbol llamado Javier. Leonardo lo admiraba por su habilidad. Lamentablemente para Javier esa “sana” envidia termino en una invitación a cenar en su casa. Casi inmediatamente al entrar, Leonardo le inyecto un suero para dormir, dejándolo a su merced. Como lo que admiraba de Javier era su habilidad para el futbol, a Leonardo se le ocurrió cocinar “Piernas de Cordero al Horno”. Con la diferencia que no era cordero sino carne humana. Con la ayuda de un serrucho, comenzó a amputar las piernas de su víctima. Para evitar que esta falleciera desangrada, procedió a cauterizar las heridas con una plancha caliente. Al cabo de una hora, cuando el plato principal estaba servido, Javier se despertó. Este no entendía porque estaba atado a una silla de ruedas. Sin embargo sufrió un ataque de nervios, al ver que sus dos piernas habían sido amputadas. Solo pudo gritar, pero lo más aterrador fue cuando vio a Leonardo saborear algo que parecía ser un dedo de pie humano. Inmediatamente Javier falleció a causa del shock. Esa noche Leonardo se sentía más deportista que nunca.
Otra víctima se llamaba Raúl y fue compañero de la universidad. Leonardo lo admiraba por su inteligencia y era de esperarse, le había preparado una cena “especial”. Cuando Raúl llego, lo primero que hizo fue ofrecerle una copa de vino. Lamentablemente la copa contenía cloroformo provocando que Raúl se desplomara case inmediatamente. Leonardo sabía que podía disponer de su víctima para su arte culinario. Como lo que admiraba de Raúl era su inteligencia, había decidido hacer “Sesos Apanados”. Para ello y con la ayuda de algunas herramientas se dispuso a destapar el cráneo de su víctima, dejando al descubierto su cerebro. Con mucho cuidado tomo el cuchillo de pelar y comenzó a rebanar algunas fetas de su masa encefálica. Lamentablemente no podía comerse todo porque quería que Raúl lo acompañase en su festín caníbal. Al cabo de algunos minutos los platos estaban servidos y Raúl se había despertado. Debido a la falta de masa encefálica, este no parecía comprender lo que estaba sucediendo. No entendía porque tena un aparato ortopédico sujeto a su cuello. Tampoco podía hablar. Simplemente se digno a comer del plato que tenía delante de él. Lamentablemente antes de terminar el segundo bocado, Raúl se desplomó derramando lo que le quedaba de cerebro. Esa noche Leonardo se sentía más inteligente.
Su última víctima fue una chica muy hermosa que él admiraba por su belleza. Su nombre era Lucia. Al momento que entrar a su departamento, Leonardo trato de dormirla por la fuerza. Lamentablemente para él, las cosas no salieron como lo esperaba. En el medio del forcejeo Lucia hizo que ambos cayeran al suelo, con la mala fortuna que la jeringa fue a parar al brazo de Leonardo. Lucia se levantó desesperadamente y empezó a pedir ayuda a gritos. En su desesperación por salir, corrió hacia el lado contrario por donde habían entrado y se topo con una habitación cuadrada. Pensando en la salida, no tuvo mejor idea que abrir una puerta que tenía enfrente. El horror tiño todo de rojo sangre. Lo que había abierto no era una puerta normal, era de un refrigerador tipo comercial. Cuando comprendió lo que estaba viendo sus piernas se desplomaron. En el medio había varios cadáveres humanos colgados como si fueran reces. Algunos no tenían piernas y otros no tenían cabeza. Todos estaban abiertos al medio dejando entrever los pulmones y el estomago. Era como si lo hubieran fileteado para comer. Trato de volver sobre sus pasos pero una cabeza que se hallaba en el suelo le hizo perder el equilibrio. Al principio no quiso mirar pero la curiosidad pudo más que el horror. Al observar con mayor detenimiento noto que la cabeza había sido abierta y le faltaba un ojo. Sin embargo lo reconoció casi de inmediato. Era un novio que había tenido en la universidad. Se llamaba Raúl y había desparecido en circunstancias poco claras. De golpe, como un balde de agua helada, un recuerdo le recobró la memoria. Raúl le había comentado, antes de desaparecer, que tenía una cena con un amigo muy especial. Horrorizada trato de salir, pero con su taco piso el ojo perdido de Raúl. Instintivamente la repulsión la hizo vomitar.
Al salir del refrigerador algo hizo clic en la cabeza de Lucia. Con una furia casi inhumana se dispuso a vengar a su novio. Tomo a Leonardo de los pelos y lo ato a una silla. Aprovechando que estaba inconsciente Lucia empezó su festín de horror. Con la ayuda de un serrucho empezó a separar en partes a su víctima, asegurándose de que no muera desangrada. Al despertar Leonardo se encontró con una cena que distaba mucho de ser culinaria. Frente suyo había una cacerola llena de sangre y en ella nadaban lo que parecían ser sus dedos. Cuando trato de recordar lo que había pasado, vio a Lucia enfrente mirándolo directo a los ojos. Ella estaba comiendo desaforadamente. En su plato tenía algo del tamaño de un puño. Sea lo que fuere se contorsionaba y expulsaba sangre por sus arterias. Un reflejo lo hizo reaccionar y al tratar de ver su pecho, noto que tenía un agujero del tamaño de un plato. Lucia se estaba devorando su corazón con una hambruna caníbal. Mientras Leonardo perdía el conocimiento pudo escuchar una última frase:
–“Algo me sabe a ti”- |