El sendero era largo, la espesa niebla no dejaba ver ni siquiera a dos metros, el paso presuroso hacia notar que un instante era demasiado para el tiempo vivido.
De pronto a su lado sintió una presencia extraña. Tal era su apuro por llegar al final del camino que no pudo voltearse a mirarla.
En la fría noche esa presencia esa muy calida pero en su interior sentía un frío profundo de esos que congela la sangre, nada ni nadie parecía poder cambiar ese sentimiento. Cada minuto que pasaba la niebla se hacia mas espesa, el frío mas intenso y ese calor que sentía a su lado se desvanecía.
De pronto llego al final del camino el frío se transformo en calor y la presencia desapareció. En ese momento supo que ya estaba donde debía, que su sufrimiento se volvía paz y el cansancio no era más que un ceñimiento del pasado.
Allí comprendió que había vivido y que le esperaba una nueva experiencia.