PARTE TRES
El Océano Pacífico se despliega inconmensurable, y el sol poniente en su recorrido estira cada sombra tendida sobre la arena de esta playa azul michoacana.
Cuando cae la noche, las estrellas marcan el camino lácteo por el que los aventureros cósmicos del futuro lejano, navegarán descubriendo nuevos mundos, quizás otros seres, por qué no, tal vez otras leyes.
Amanece y nosotros somos ahora los navegantes, los pasajeros de un barco que en su recorrido va reconstruyendo el pasado, mientras el hoy nos llena de la belleza del territorio mexicano.
Remontamos cada ola encabritada y el mar nos besa con la brisa potente y salada que se pega a la piel, en un beso húmedo que sofoca.
A la vista está la bahía de Acapulco. La ciudad es hoy un importante puerto turístico del estado de Guerrero; fue escenario del sitio que el 6 abril de 1813, tendieran las fuerzas de José María Morelos y Pavón sobre los realistas y que sólo duró una semana, quizás porque Morelos recordó el error cometido por el enemigo un año atrás, tal vez por eso lo levanta. Ha de tener presente las imágenes de ese otro sitio, el de Cuautla, de esos setenta y dos días de asedio por parte de las tropas realistas dirigidas por Félix María Calleja; días de penuria y hambre, pero ante todo de múltiples muestras de valor, las que hicieron del sitio de Cuautla uno de los acontecimientos más heroicos en la memoria histórica de México…
"El dragón aparece entre la bruma y el niño lo ve como si fuera un demonio blandiendo un sable; Narciso evade la acometida pero el metal cortando el aire alcanza a rasgar la piel de su brazo. El atacante es punta de las tropas realistas que se acercan con el batallón de dragones por delante. Narciso Mendoza, un niño de doce años, integrante de la compañía de los "Emulantes” no se arredra, más por el contrario, distingue la tea a un lado del cañón que apunta de frente a la avanzada. El dragón vuelve a la carga y el pequeño valiente se arroja hasta el cañón, alcanza la antorcha y logra encender la mecha…
…¡Un estruendo!
La boca de este otro dragón, el de hierro, escupe su fuego y al esparcirse la humareda, se ve al atacante abatido y al resto de las tropas enemigas en franca retirada. Los insurgentes comandados por Hermenegildo Galeana se rehacen y logran cerrar el acceso. La plaza no ha caído."
Este evento dio inició al sitio de la ciudad de Cuautla y setenta y dos días después, otro de envergadura mayúscula, lo desbarata, resquebrajando también la imagen invencible del militar Calleja.
"Sin alimentos, sin parque, con la polio y el cólera haciendo tantos estragos como las balas, con un enemigo que lo triplica en fuerzas, Morelos no se rinde a pesar del indulto que por órdenes del virrey le hace llegar Calleja. Por el contrario, la mofa en su respuesta deja claro que la moral, a pesar de las penurias sigue en alto.
La noche del dos de mayo, comienza la movilización. Dos columnas de soldados insurgentes protegen la huida de un numeroso contingente de pobladores harapientos que huye con ellos; al frente, Morelos y su escolta.
La columna muda, avanza…
En algún momento los centinelas realistas escuchan ruido y gritan… ¿Quién vive?
La respuesta es un certero disparo, ya no hay preguntas, gritan los fusiles, la escaramuza se generaliza y los sitiadores, desconcertados, no atinan. Los insurgentes han roto el cerco y huyen con bajas mínimas, pero aun así, dos de sus mandos son apresados en poblados más adelante."
Años más tarde Morelos también sería traicionado. Preso y juzgado, una cabeza más del movimiento insurgente enfrentaría de nuevo al pelotón de fusilamiento.
Vicente Guerrero continúa después de la muerte de Morelos y resiste los embates como un guerrillero moderno; los realistas, ahora comandados por el coronel Agustín de Iturbide, no lo logran vencer. Pero aislado del resto del país, Guerrero ya no representa un riesgo general, sin embargo es una espina que hay que extirpar. En estas circunstancias, Iturbide propone un pacto y Guerrero acepta. Y es aquí, en Iguala, ciudad histórica del estado que lleva el nombre del insurgente, donde las emociones se tuercen y surge la pregunta:
¿Quién consumó la independencia?
Así concluyó una guerra cruenta, y tras once años de lucha, había en estas tierras el diez por ciento menos de habitantes. En este proceso nacen los colores de la bandera mexicana como emblema del ejército trigarante que entra triunfal a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821.
A partir de ese momento la independencia quedó depositada en las manos de un oscuro personaje quien por muchos años la combatió: Agustín de Iturbide, primer emperador de México.
Irónico y difícil de asimilar, pero la historia de México está llena de pasajes inverosímiles.
El viento nos ha elevado por las crestas de la Sierra Madre del Sur y depositado en el valle de la mixteca que vio nacer dos de las culturas más ricas, la de los zapotecas y los mixtecos, y en alas de águila emprendemos el viaje mítico hacia la planicie central en busca de una tierra prometida por los dioses.
"Ya se siente el viento frio y la vista advierte los senos de hielo de Iztaccíhuatl, mujer volcán dormida bajo el resguardo de su amado Popocatépetl (1).
Sobrevuelo las grandes montañas que forman una muralla alrededor del valle. De pronto, el grandioso volcán Xinantécatl aparece frente a mí erguido como vigía, fiel protector de la cultura matlatzinca. Y desde el muro del jaguar, en la zona arqueológica de Teotenango, un lobo mexicano aúlla.
Desciendo hacia el valle y frente a mis ojos de águila se muestra el ombligo de la luna (2). En una extensa planicie lacustre, late el corazón del México moderno. La enorme plancha de concreto surcada por ríos de acero, es invadida por aire envenenado imposible de respirar y por el estertor que no cesa. Ni un lago, ni un nopal donde pueda yo descansar. ¿Acaso es esta la tierra prometida?"
En el año uno pedernal (3) inicia la larga marcha para encontrar el lugar mítico que el dios Huitzilopochtli (4) ha señalado. Generaciones pasaron desde que los mexicas salieron de Aztlán y por fin encontraron la señal: en el islote que sobresale del lago, hay un águila posada sobre un nopal. Este es el sitio donde se levantará la poderosa Tenochtitlán, la ciudad de los aztecas, última gran civilización prehispánica.
Allá está la plaza de Tlatelolco, plaza de las tres culturas que evoca al último huey tlatoani (5),Cuauhtémoc, su heroica resistencia y la caída del imperio. Y el principio de una larga y penosa noche triste: la colonización española.
Sobre una tierra crepitante, cada cierto tiempo, la ciudad de México es sacudida con tal fuerza que cruje desde sus cimientos:
"La mañana del 19 de septiembre de 1985, un ronco sonido de gravedad indescriptible, algo como un presentimiento que grita desde las entrañas, las de uno y las de la tierra, precedió al drama de gritos, quejidos y llanto cuando la ciudad misma se volvió cementerio, con sus habitantes enterrados tras la lluvia de concreto, vidrios y acero."
Otro sismo, este en las conciencias, sucedió el 2 de octubre de 1968…
"Una multitud entusiasta colma la plaza de Tlatelolco, la mayoría jóvenes estudiantes, pero la mezcla es heterogénea, hay mujeres con sus hijos, obreros, oficinistas, maestros, en fin, gente del pueblo. Parece verbena.
Miles escuchan atentos la arenga de sus líderes.
De un helicóptero que sobrevuela, una bengala es expulsada; si no hubiera sido el preludio del horror, podría haberse visto como una muestra más del sentimiento festivo.
El recorrido de la luminiscencia es la medida del tiempo, parece tan largo, se siente tan lento. En ese lapso, zumbidos como nube de mosquitos vuelven sordos a los oídos, y los cuerpos que huyen caen como muñecos a los que se les acaba la cuerda.
Las bayonetas de los soldados pinchan la carne como si de un festín carnívoro se tratara.
Otros hombres, o fieras de guante blanco, maltratan, disparan; más gente cae y al miedo le suceden gritos, llanto, ruegos, gemidos…, luego…, el silencio."
(Relato dedicado a Raúl Álvarez Garín, dirigente estudiantil del 68, fallecido el 26 de septiembre mientras yo elaboraba esta narración)
Son llagas que sangran de vez en cuando, pero estamos aquí para contarlo.
Más antigua que Tenochtitlán, la cultura teotihuacana logró crear la sociedad más desarrollada de su tiempo y su ciudad llegó a albergar más de cien mil habitantes. Las pirámides del sol y la luna construidas como si fueran montañas, son un ejemplo de su desarrollo.
Tula es la ciudad de los toltecas, una de las culturas más influyentes; otomíes, nahuas, popolucas, mazahuas, y muchos de los pueblos que forman el gran abanico cultural del altiplano se enriquecieron con su sabiduría que hoy podemos contemplar a través de los ojos de Ce-Acatl-Topiltzin-Quetzalcoatl (6).
En la última etapa de este recorrido vamos al oriente, a encontrarnos con el sol que nace, para conocer el origen, para ver de cerca el rico entorno, el exuberante territorio donde surgió la cultura olmeca, para muchos, la cultura madre. Olmeca no es el nombre que los poseedores de este legado se dieron, no sabemos realmente como se nombraban, se lo adjudicaron hombres de culturas menos antiguas para identificar a esos humanos que llegaron a influir en toda Mesoamérica.
En el calor que todo lo evapora y ralentiza la vida irrumpe plena, plantas y animales barbotan al unísono, es el estruendo del batir impetuoso de los instrumentos cuando la orquesta está en el preludio de la sinfonía más esplendorosa. Los ríos desbordan jugo cristalino en surcos labrados sobre la piel de esta madre que nos cobija con un manto de hojas siempre verde: Tabasco y Veracruz.
Es al norte de Veracruz donde nació la cultura del tajín y la huasteca.
En esta aventura mágica, usando nuestra imaginación como maravillosa máquina del tiempo, retrocedemos 65 millones de años hasta el límite del cretácico; tiempo y espacio dominado por gigantes.
Describamos la visión del cataclismo…
Brasa magnífica surca el cielo.
Hijo del sol que viene.
Fuerza meteórica que incendia el aire.
Vapor es el agua desde antes.
Tras el golpe, la hecatombe:
Tierra, agua, aire y fuego uno se vuelven.
Como si todo empezara de nuevo.
Como si fuera el principio de los tiempos.
La península de Yucatán fue el yunque calcáreo golpeado por ese marro meteórico, y ya emergida de las aguas, lleva la impronta del acontecimiento.
Desde aquí podemos mirar el mundo con la visión de los mayas, y hacer de su cosmogonía, la nuestra.
Estamos a las puertas del inframundo, cuevas y cenotes protegidos por majestuosas ceibas, el árbol sagrado, nos llevan hasta zuhuy ha (7) líquido vital escurriendo por los ríos subterráneos como la sangre por las venas de la tierra.
Tierra de los itzaes (8), la misma donde el jaguar sería dios y hombres nacidos de aquella fabulosa forja lo adoraran.
Antes de dejar estas tierras mexicanas atravesemos Chiapas: la selva lacandona, los montes azules, los cañones y las cascadas; los rostros de la tierra y los rostros de los hombres y las mujeres siendo uno solo tras el pasamontañas. Corazón del pueblo desgarrado pero latiendo desde sus caracoles.
¡Ah terruño hermoso!
¿Crees que tengamos sentidos suficientes para sentirte, para quererte tanto como requieres?
¿Seremos dignos descendientes de aquellos antepasados nuestros que te cuidaron con su vida?
Llegamos al volcán Tacaná, frontera con el pueblo hermano de Guatemala y desde la cumbre contemplamos otro recorrido más vasto, más rico.
Quizás luego viajemos con la música.
Bailaremos con las cumbias, los valses y los tangos.
Lloraremos con las milongas.
Tocaremos las quenas y los charangos,
el arpa, el bombo, el tiple o el cuatro.
Desde luego cantará la guitarra que se ha vuelto tan nuestra
como la música que surge al arpegio de sus cuerdas.
Más adelante, quizás, andaremos a lomos de guanaco,
en alas de cóndor, o a galope de caballo pampero.
Más adelante quizás, porque hoy somos quetzal
y estamos dispuestos a emprender el vuelo…
FIN
Notas:
(1) La leyenda de los volcanes, relato mítico precolombino.
(2) Interpretación citada por Miguel León Portilla sobre el nombre de México. Una de tantas.
(3) Año 1113 de nuestra era.
(4) Dios del sol.
(5) Dirigente, máximo gobernante azteca.
(6) Fue el gobernante más importante de los toltecas.
(7) Agua virgen en maya
(8) Dioses mayas.
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