Continuaba la profesora explicando aquello que ni ella misma debía comprender. Su suave tono de voz se sumaba al silencio del aula, interrumpido solo por el insoportable chillido del ventilador, inútilmente prendido, ya que no hacía más que distribuir el aire caliente por todo el lugar.
Todo esto comenzó por agobiar al alumno, quien luego de poner su mente en blanco, abstrayéndose de todo lo que sucedía fuera de su cabeza, comprobó que sus pestañas habían adquirido un peso extrañamente mayor al que solían tener y que debía conseguir una distracción rápidamente para no perder en su lucha y caer rendido ante su sueño, el cual de a poco iba adueñándose de el.
Fue así como, luego haber extraído un lápiz de dibujo de su carpeta, buscó una hoja en blanco y comenzó a trazar una línea que lentamente se fue curvando para terminar por unirse donde había comenzado unos segundos antes.
Lentamente su inconsciente fue trazando líneas de todo tipo dentro de esta suerte de ovalo. Y fue así como las asimetrías terminaron por darle forma a un dibujo, que ni siquiera el se hubiese imaginado capaz de realizar.
No podríamos decir que se trataba de un perro, pero si que tenía mucho que ver con uno. Sus ojos parecían estar abiertos, aunque se ocultasen detrás de una sombra que opacaba sus pupilas y se extendía hasta sus pómulos, estos resaltados por unas inmensas ojeras, seguramente producidas por una incontrolable ira.
La parte posterior denotaba grandes rasgos de combates, dejando a la vista los pliegues que dividían su cráneo en cuatro partes similares. Pero indudablemente lo que más llamaba la atención de aquel animal era su boca, o mejor dicho sus dientes, unos enormes ejemplares que bien podrían haber pertenecido al más feroz de los mamíferos.
Luego de haber contemplado la creación en su totalidad, el animal comenzó a adueñarse de la atención de su creador, quien extrañamente no podía apartar su mirada de allí.
La clase seguía su rumbo normal mientras el continuaba atónito ante su carpeta y su presión arterial comenzaba a aumentar, produciéndole una gran agitación que derivó, de un momento a otro, en un sudor que crecía desmesuradamente en todo su cuerpo.
Era desesperante su situación, sin embargo sus compañeros no pudieron evitarlo y largaron a reír ante el extraño comportamiento de aquel alumno, quien más allá de su intento desesperado y de los gritos de su profesora, ya no iba a quitar su mirada de allí.
Las rizas se transformaron en preocupación al momento en que su cabeza descendió rápidamente hasta ser detenida por su carpeta, con la cual golpeó produciendo un fuerte ruido.
Hubo un momento eterno en el que nadie se atrevió a acercarse, hasta que finalmente su mejor compañero levantó su cabeza repleta de sudor, para encontrarse así con el extraño animal, que ahora parecía mirar satisfecho y cuyos dientes se encontraban empapados de una espesa sangre, todavía tibia.
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