Si en algo el olvido no me vence,
son en los recuerdos de mi buen amigo,
hace doscientos mil años me parece,
Omo uno como ahora le digo.

Pues en la edad de piedra intermedia,
ninguno en la tribu tenía nombre,
y aunque todo terminó en tragedia,
siempre admiré mucho a ese hombre.

En esta tribu era quien nos mandaba,
y para ser sincero yo era débil,
parecía que él Etiopía reinaba,
mientras yo era el rey de lo más flébil.

La tribu se aprovechaba de mi ser,
y como no era bueno para cazar,
el mejor cazador me dejaba comer,
Omo uno, como era de esperar.

Un día, la tribu sobre mí conspiró,
¿Porqué el más débil era protegido?,
y así a ser el segundo aspiró,
el segundo homo sapiens mas fornido.

Una vez después de que yo falleciera,
sería la mano derecha del mejor,
y sería fácil que yo pereciera,
al ser un tipo inútil y perdedor.

El tipo no se mancharía las manos,
pues toda la tribu quería mi muerte,
nosotros no eramos como hermanos,
todos eran egoístas realmente.

Ibab nombre que yo le puse más tarde,
envenenó a la gente con envidia,
se aprovecharon de mi ser cobarde,
y al no dormir me dieron compañía.

Regularmente cazábamos en grupo,
pero solía quedar despierto uno,
cuando la amenaza tenía cupo,
la amenaza del animal nocturno.

Ibab dormía en mi lugar con Omo,
así quedaría libre de sospecha,
la gran luna iluminaba mi lomo,
indicando donde plantar la gran flecha.

Por darle nombre a esa gran piedra,
que aunque era bastante puntiaguda,
ni daga, ni un hacha ni nada era,
un arma primitiva pero muy ruda.

Al ver las miradas de mi compañía,
el origen de ellas no comprendía,
cuando en sus mentes yo solo moría,
y ellos se llenaban de alegría.

Y la sangre cubrió la piedra filosa,
sangre que no provenía de mi hombro,
se enterró en el cuello esa cosa,
causando a mi compañía asombro.

Ibab había sido asesinado,
era Omo quien lo había causado,
pues su astucia había reflejado,
al predecir el horrible atentado.

El poderoso Omo se nos acercó,
si la comunicación fuera como hoy,
hubiera dicho lo siguiente creo yo,
¡corran bola de idiotas que hay les voy!

Omo despertó al resto de los tipos,
para asesinar a mi compañía,
mas se le dejaron ir con grandes gritos,
la tribu entera era tiranía.

Omo uno era el hombre más fuerte,
pero el sólo no podía con todos,
me alejé para evitar mi muerte,
cual era evidente de todos modos.

Parte de la tribu me fue persiguiendo,
pero había algo que no sabía,
y me di cuenta cuando seguí huyendo,
gente mas rápida que yo no había.

Desde entonces viví en la soledad,
pasé hambres como nunca pero viví,
y sigo vivo hasta la actualidad,
gracias a un gran secreto que descubrí.

Eso se los contaré más adelante,
hoy solo les diré algo importante,
palabras de alguien firme e impactante,
cuales dijo en su último instante.

-¡Legendario corre no seas idiota!
Aclaro, eso no es lo importante,
fue lo que dijo después de que me bota,
cómo descubrió todo en un instante.

¡No le pises los talones a tu jefe!
en ese momento no entendí nada,
pero con el tiempo el cerebro crece,
y pude dejar su frase descifrada.

Omo siempre dormía solo conmigo,
porque no le presentaba amenaza,
era ingenuo y era su amigo,
y si él muere igual a mi me pasa.

Pues Ibab sería líder por su fuerza,
y yo me quedaría sin su protección,
y para evitar que alguien lo tuerza,
bloqueaba la cueva con antelación.

Un tapón que sólo el podía mover,
pero ese día tubo compañía,
al su lado dormía alguien con poder,
alguien que tal vez su vida quitaría.

Ese día aprendí una gran lección,
el día que entendí sus gritos claro,
pues para tener una mayor protección,
ante mi líder mi fuerza enmascaro.

Y para quien está por debajo de mí,
si me rosa sería como la hiedra,
y si algo aprendí bien de mi rabí,
es a ser como él, un hombre de piedra.