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CAPITULO V

Fernando esperaba en el parque. Llevaba puesto un elegante saco negro con una corbata dorada. Constantemente miraba su reloj. De vez en cuando sacaba de uno de los bolsillos del saco una cajita. La contemplaba y la volvía a guardar.
Luego de un rato miró a lo lejos y vio a Karina que se acercaba a él. Salió a su encuentro. Se abrazaron.
-Me alegro mucho de verte otra vez.
-A mí también.
-Sabes Karina, esta cita será muy especial.
-¿Por qué?
-Tengo una sorpresa para ti.
-¿Y cuál es?
-No puedo decirte. Si te lo digo ya no sería una sorpresa.
-Ah, malo –dijo Karina mientras comenzaban a caminar.
-¿Recuerdas cómo nos conocimos Karina?
-Si. Tú me salvaste de ser atropellada.
-No, cuando nos vimos en el supermercado. Yo estaba buscando una bolsa de pan para hacer hamburguesas. Tú estabas en el mismo pasillo, pero en el otro extremo. Cuando finalmente encontré el pan para hacer hamburguesas tú ya te habías ido. Suspiré y continué con lo mío.
Entonces fui a la sección de los lácteos. Ahí, mientras conducía mi carrito de compras, chocamos.
Alcé la vista y vi que eras tú. Nos reímos.
-Hola –dijiste.
-Hola –te respondí.
-¿Tú fuiste el que me salvó de ser atropellada? –preguntaste.
-Si –te volví a contestar.
-Aún no te he dado las gracias. Me encogí de hombros.
-Para eso estoy.
-Ya se.
Sacaste un papel de tu bolsillo.
-Toma, este es mi número. Llámame algún día.
Tomé el papel y tú seguiste con tu camino. Me voltee para seguirte con la mirada. Tú te volteaste y me hiciste un gesto de llamada.
-Ah si, lo recuerdo. ¿Y recuerdas nuestra primera cita?
-¡Ay, cómo olvidarla! Fue la peor cita del mundo.
-Vamos, a mí me gustó.
-¿Te gustó en serio?
-Si. A los dos días de darte mi número me llamaste. Platicamos por largo rato y quedamos en salir. Quedamos en que iríamos al restaurante Glamour, a ver una película y a caminar por el parque. Acepté. Al siguiente día me vestí con un vestido anaranjado. Tú llegaste a las 4:45 PM. Mi madre te recibió. No viste a mi padre porque estaba realizando horas extra de trabajo. Te veías muy atractivo. Todo parecía que saldría bien. Ya teníamos planeado todo y estábamos contentos. Pero cuando llegamos al restaurante…
-Buenas tardes –le dijiste al mesero.
-Buenas tardes señor –te respondió.
-Venimos por la reservación.
-Su nombre.
-Fernando
-Fernando… lo siento señor, su reservación ya se terminó.
-Pero si hice la reservación a las cinco.
-Si, a las cinco de la mañana.
-¿Qué? Déjeme ver… ¡Oh Dios! ¿Cómo pasó esto?
-Lo siento señor, tendré que pedirle que se vaya.
Salimos un poco decepcionados del lugar, pero aún teníamos la película. Por desgracia… la suerte no estaba de nuestro lado ese día.
-Buenas tardes –le dijiste al encargado.
-Buenas tardes señor –te respondió.
-¿A qué horas comienza la película Amor Eterno?
-Ya comenzó.
-¿Y a qué horas comienza de nuevo?
-Déjeme ver… a las diez de la noche.
-¿Bromea cierto?
-No señor.
-Bueno… gracias.
Salimos desilusionados. Nada nos había salido bien. Lo único que nos quedaba para consolarnos era le paseo por el parque.
-Lo lamento Karina, no puedo creer que nada nos haya salido bien.
-Cálmate, aún nos queda el paseo.
-Eso si. Además, el clima está tan bonito…
Una vez que pronunciaste aquellas palabras un diluvio nos cayó encima.
-¡Oh vamos! ¿Lluvia, en serio?
-Fernando, cálmate. Mírame. Escucha, puede que nada nos haya salido como esperábamos. Pero estamos juntos y eso es lo que importa. Demás, te ves muy lindo con las gotas de lluvia en tu cabello.
-Gracias. Tú también te ves bien bajo la lluvia.
Me hiciste una reverencia y me extendiste la mano.
-¿Me concedes este baile?
-Encantada.
Comenzamos a bailar de manera lenta. No había música alguna, pero eso no era un obstáculo para disfrutar. La lluvia caía a raudales, pero no la sentíamos. Seguíamos bailando contra viento y marea, pero sobre todo contra el viento, que estaba en la dirección contraria. Terminado el baile nos refugiamos en el kiosco del parque.
Estábamos realmente empapados. Nos reímos un poco. De repente paramos de reír y nos miramos por unos segundos. Cerramos los ojos y… bueno, ya sabes que pasó.
-Si. Fue un inolvidable beso.
-¿Y cuándo me dirás la sorpresa?
-¿La sorpresa? ¡Ah si! Vamos a la sorbetería. Ahí te la diré. ¿Está bien?
-Está bien.
Karina y Fernando se tomaron de la mano y se dirigieron a la sorbetería. No vieron, no se fijaron, no se percataron de la presencia del padre de Karina, que los miraba desde la acera contraria.

Texto agregado el 03-10-2014, y leído por 136 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-10-2014 Hasta ahora ha sido entretenida.Espero...UN ABRAZO. gafer
 
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