¿Qué guarda y no ve el poeta en sus alforjas?
¡Polvo de estrellas!, ¡por sus destellos!
Él no recuerda como describir lo bello.
El poeta ha quedado ciego… ciego,
Ya no le alcanzó la mirada
antes ha tenido todo, hoy vaga sin decir nada…
Al pie de la acacia busca y llora
de rodillas implora y eleva sus querellas
y el hada negra con ropaje de terciopelo
le ofrenda a su reina en cortejo de estrellas.
Ante aquella visión alucinante
un resplandor que del adentro nace
para elevarse al infinito cielo
cual pira errante de esplendorosa cauda,
como odorífico recuerdo renace
en la aurora llega en aurífero carruaje
¡Es la inspiración que se ocultaba con celo!…
Entonces sin recelo, el poeta trasmite su mensaje.