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Desafío creativo VI. Variables: un anciano / un harén / género terror


Ese día el Príncipe Orkhan se levantó de muy buen humor ya que por fin iba a conocer a su última y más preciada adquisición para el harén: la esclava Canon. Había pagado por ella un precio tan exorbitado que más le valdría conocer todas las artes amatorias, pues tal era la virtud que la había hecho famosa y el motivo de su nombre y su valor.

El Príncipe salió de su alcoba, se dio un baño perfumado y dispuso los preparativos para la llegada de su diosa del placer. A pesar de no ser ya ningún joven pues Orkhan rondaba ya los 80 años, estaba dispuesto a pasar la mejor noche de su vida aunque tuviera que beberse un litro de infusión de rabos de cereza para mantener su virilidad.

A la caída del sol reina en el harén un clima de nerviosismo. Canon aún no ha llegado y las demás concubinas disimulan lo mejor que pueden su felicidad, pues temen perder el favor del Príncipe si la ‘nueva’ hace honor a su fama. El sonido de los cascos de los caballos esfuma esa fantasía y Orkhan en persona acude a abrir la puerta. Su más fiel general escolta a la esclava; no ha querido delegar ese trabajo tan importante en nadie de menos confianza.

Casi en la oscuridad Orkhan puede apreciar por primera vez a la muchacha: no tendrá más de 20 años, un pelo largo y negro que le llega casi hasta la cintura, ojos negros como el carbón, labios sensuales, senos voluptuosos y caderas generosas. Le parece ver un brillo en sus ojos, un brillo extraño que le pone nervioso sin ninguna razón aparente. Manda pasar a Canon y ordena a su general que monte guardia de manera que nada ni nadie le moleste durante la noche. Ya dentro del harén da instrucciones al resto de concubinas para que le muestren el lugar a la recién llegada, le expliquen las normas de convivencia y la acicalen a la perfección. Mientras él hará otro tanto y la esperará en su alcoba.

Los minutos iban muriendo lentamente en el lecho de Orkhan y cuando ya la impaciencia le vencía sonaron unos golpes en la puerta. El Príncipe se levantó totalmente desnudo y fue a abrir con una sonrisa maliciosa en su rostro… pero no había nadie. En el suelo vio una nota, se agachó, la recogió y se acercó al fuego para leerla:

“Amado Príncipe:

He preparado una noche que nunca olvidará pero primero tendrá que atraparme. Búsqueme por el harén y cuando me encuentre, experimentará el tormento del éxtasis como nunca lo habría imaginado.

Canon”

Orkhan sintió como le subía la excitación, tomó una antorcha y salió al pasillo. Lo primero que pensó fue en su lugar favorito, el comedor de mullidos divanes adornado con alfombras persas. Al llegar alumbró la estancia pero no vio a nadie, tan sólo notó un extraño olor que le resultaba familiar… En ese momento una corriente de aire hizo bailar el fuego de su antorcha y se giró pero sólo alcanzó a vislumbrar una sombra que entró por la puerta.

- “Me encantan los juegos, chiquilla, pero creo que es hora de que me devuelvas parte de lo que he pagado por ti” - dijo el Príncipe.

Oyó unos pasos que se acercaban y de la nada surgió el rostro de Bilja, la concubina de mayor edad, aunque le costó reconocerla pues lo tenía cubierto de unas llagas sangrantes y las cuencas vacías de sus ojos eran un pozo sin fondo. Bilja entreabrió sus labios y una lengua larga y bífida asomó entre ellos emitiendo un sonido horroroso. Orkhan se dio la vuelta para ir en busca de su espada cuando unas garras se le clavaron en la espalda, rasgando la carne al primer contacto. Mientras el Príncipe corría por el pasillo de regreso a su alcoba, sentía los regueros de sangre que iba dejando a su paso y la adrenalina restándole años.

Entró en el cuarto y alcanzó su cimitarra. Blandiéndola en su mano derecha y con la antorcha en la izquierda salió de nuevo para ir en busca de esa criatura pues si algo no le faltaba al príncipe era valor y su cuerpo todavía recordaba los movimientos de la batalla. En ese momento oyó un crujido a su espalda y lanzó un mandoble a la altura de la cintura de su oponente al tiempo que giraba. Sintió como el filo de la cimitarra atravesaba carne y hueso de tal manera que supo que había partido en dos a Bilja. Acercó la antorcha para comprobar los restos pero no era Bilja la que yacía en el suelo sino Cixi, su favorita. Tenía la cara con la misma deformidad que la otra pero no tuvo tiempo de observar nada más, unas manos aferraron su pierna izquierda y sintió un mordisco que le arrancó un trozo de pantorrilla.

Sobreponiéndose al dolor pateó como pudo la cabeza de la concubina y la cercenó de un solo golpe. Eso pareció funcionar ya que las manos dejaron de moverse. Debía buscar algo rápido para tapar la herida por lo que se dirigió hacia la cocina y se la cubrió con unos trapos lo mejor que pudo. Sus fuerzas flaquearon y por un momento pensó que iba a desmayarse. Alcanzó una botella de arak y le dio un buen trago. El fuego del licor atravesó su garganta y calentó su ánimo justo en el momento en que tres figuras irrumpieron en la cocina emitiendo ese sonido sibilante al unísono. El Príncipe se vio rodeado y decidió escapar por la despensa, cerrando la puerta a su espalda justo a tiempo.

Su propia respiración agitada no le permitió escuchar el gruñido que venía de atrás hasta pasados unos segundos. Se dio la vuelta lentamente y allí estaba Juco, su fiel perro. O al menos había sido su fiel perro porque la criatura que tenía delante no parecía reconocerle y mostraba sus dientes exageradamente grandes , tenía las patas traseras flexionadas y todo su cuerpo en tensión a punto de saltar. Orkhan no tuvo tiempo más que de cubrirse la cara con los brazos cuando recibió la primera dentellada. Juco mordía con una fuerza sobreperruna y amenazaba con llevarse un brazo con él.

Orkhan lo sujetó con fuerza con el otro brazo y se estrelló contra la pared. Un gemido lastimero llenó la despensa y el cuerpo de Juco cayó a plomo. Quedó tendido en el suelo, moviendo las patas incontroladamente con el cuello roto y la boca abierta mostrando sus fauces. Lo peor era su mirada, más bien una no mirada de cuencas vacías. El Príncipe acortó su sufrimiento empleando la misma técnica que con Cixi. Después se sentó al lado de su viejo amigo y le acarició el lomo mientras se enjugaba las lágrimas con unos tragos de arak.

Al menos ahora tenía unos momentos para pensar y analizar lo que estaba ocurriendo aunque no le encontraba ningún sentido. Pero todo tenía que ver con Canon, estaba seguro de ello. Un recuerdo pugnaba por salir del subconsciente pero aún no lograba asirlo: un olor, hace años…

El golpe estrepitoso contra la puerta lo sacó de su ensimismamiento, estaban intentando derribarla para entrar. Miró desesperadamente a su alrededor buscando defensa pero no había ninguna. Observaba fijamente a puerta con el corazón a punto de saltársele del pecho cuando finalmente cayó y Canon apareció. Su rostro resaltaba con una belleza sobrenatural y un maquillaje exquisito. Si no fuera por esos ojos rojos que fulguraban Orkhan se habría olvidado de todo lo sucedido y se habría acercado a besarla. Pero venciendo la tentación se incorporó como pudo y le mostró la cimitarra en su mano.

- Puta. Pensaba colmarte de riquezas y hacerte mi preferida. ¿Así me lo agradeces? ¿El haberte librado de tu esclavitud?

- Preferiría vivir mil años como esclava a pasar una sola noche contigo. No me recuerdas, ¿verdad?

El Príncipe pensó, se concentró como no lo había hecho en su vida: un olor, hace años… Y la imagen inundó su mente de golpe: la de una niña llorando abrazada al cuerpo de su madre, una nigromante de la ciudad a la que habían ajusticiado.

- Veo que ya sabes quién soy y a qué he venido. Lo que nunca sabrás es lo que he tenido que hacer y sufrir para llegar hasta aquí, los hombres deleznables con los que he yacido, las cosas asquerosas que he hecho, hasta entregar mi alma a los poderes oscuros… Pero ha merecido la pena, Príncipe Orkhan. Mi hora de la venganza ha llegado.

- ¿Qué has hecho con mis concubinas y mi perro, infiel?

- Nigromancia por supuesto. Un fuego por aquí, unas hierbas por acá, unas palabras del Necronomicón por allá. Pero todos tenían orden de no matarte, ese es un placer que me reservo solo para mí. Y pienso tomarlo ahora. ¡ZIJMUORSOBET, NOIJM. ZA-VAXO!

El cuerpo de Canon pareció brillar, su pelo se volvió rojo como el fuego y su rostro se transfiguró en la máscara de la muerte. Toda la estancia parecía cargada de energía como si fuese a estallar una tormenta. Orkhan se sintió mareado, lo efectos del afrodisíaco estaban alcanzando su cénit mezclado con el licor y sus pensamientos eran un torbellino mezcla de deseo y miedo. Una risa enloquecida salió de su boca al tiempo que se abalanzaba sobre Canon.

- ¡JA JA JA! Si yo me voy, ¡tú vendrás conmigo!

Con una fuerza de la que no se creía capaz tumbó a Canon en el suelo, inmovilizándola encima de ella. Le abrió las piernas y la penetró sin miramientos. Y en esa cópula frenética y desquiciada alcanzó a ver el rostro cambiante de Canon, pasando por la humillación, el desprecio y la rabia, justo antes de derramarse en su interior. Un calor infernal envolvió ambos cuerpos y el fuego los consumió hasta que sólo quedaron sus sombras ennegrecidas en el suelo…

Texto agregado el 02-10-2014, y leído por 468 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
18-07-2015 Excelente cuento. Besos.Betina Beticita
15-07-2015 trochemoche,15.07.2015 Para el foro "Microhorror" (del foro palabras obligatorias) Lacaradelaluna,15.07.2015 No sé quién putas serás, pedazo de idiota, desideria, pero a mí no me jodás, no me nombrés, no me mandés invitaciones al pedo a tus idioteces, no me toqués los ovarios. Andate a la concha de tu madre, a la puta mierda... ¡Ops! Andá... ¡Si ya vivís allá! Sigamos participando!! principenegromx
15-01-2015 El cuento está bien logrado, y el final es muy bueno: la imposible conjunción de eros y thánatos que termina en destrucción. Gatocteles
02-12-2014 Que bueno! Muy, pero muy bien escrito! (hasta mejorado el final de "Fosforito" jajajaja!) No, es broma. Muy, muy bueno!!! Capo!!! elnegrohinojo
13-10-2014 Veo que es un perro el que escribe. Con razón, la caca es contundente e irreversible. Nada que hacer, debes dedicarte a cazar ratones de alcantarillas. fausten
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