Hay dos clases de gentes en este mundo
Ellos son los diurnos y los nocturnos
Los primeros se levantan muy temprano
Y aprovechan la mañana en su trabajo diario
Cuando oscurece se recogen a pasar la noche
Los segundos los que se parecen más a mí
Duermen durante el día en algún lugar sombrío
Cuando el sol se pone salgo de mi guarida
Y olfateo con profusión el aire nocturno
Me mezclo con toda clase de fantasmas
Conserjes y prostitutas, choferes de taxi
Taberneros y músicos, camareras y jugadores
Reporteros y locutores de radio crepusculares
Cuando la preciosa estela del alba se asoma
Nos metemos rápidamente a nuestro agujero
En el invierno veo a los diurnos en los paraderos
Calados por el viento y el frio en espera del autobús
Que los llevara a sus adornadas cuevas donde laboran
En el verano llega hasta mí el repiquetear del despertador
Que los hace saltar de sus camas despavoridos
Y oigo el ruido que arman las avinagradas esposas
Preparando a los chicos para enviarlos a la escuela
Entonces me doy cuenta de lo maravilloso que es
Ser un fantasma en busca de algún oscuro rincón.