Tengo que ir primero a mi recámara; fue de ahí de donde vino aquel extraño sonido. Quizá encuentre algo ahí que me diga quién está haciendo esto. Sigo siendo precavido en mi caminata; trato de escuchar cada sonido que viene desde dentro y fuera de la casa. En el tragaluz se escucha el golpeteo de las almendras (fruta favorita de los murciélagos). En la ventana de la sala, que está en la planta baja, ramas de un guayabo sin madurar; pareciera que trataran de entrar por ella. Quizá teman a la noche, a la oscuridad y sus “criaturas”. Haría lo mismo si estuviese en esa situación.
Sigue y no para de llover. Desearía estar dormido. En mi camino a la recámara me he topado con una sombra en la ventana al final del pasillo. Pasó demasiado rápido para reconocer su forma. Seguramente habrá sido alguna rama del almendro que se precipitó. Llego a la puerta del lugar, coloco mi mano suavemente en la perilla, la giro con lentitud, mientras escucho el clic que es usual escuchar al abrirla. Empujo con cuidado la puerta y me asomo para inspeccionar. ¡El horror! La cama no está… no está la cama en el cuarto. Esto no puede estar sucediendo. Claro, debo estar soñando. Lo que debo hacer es despertarme. “¡Despabílate, Sergio! ¡Es un mero sueño! En la realidad no podría suceder esto”, me digo a mí mismo. ¿Cómo puede desaparecer una cama inamovible por una persona normal en veinte minutos, cuando además está la oscuridad, no hay rayones en el suelo que indiquen que la arrastraron, y si esto resulta poco, por la puerta no habría salido, mucho menos por la ventana? Tal vez ni estoy en mi recámara, quizá esté en la de huéspedes. ¡Sí, eso debe ser!
Salgo de mi supuesta recámara, me dirijo “al cuarto de huéspedes”, sólo para comprobar ¡el horror!: donde había estado hace segundos ha sido mi recámara. No hay duda. Lo que me queda es buscar el porqué de su desaparición. Me da vueltas la cabeza. No sé a dónde dirigir mi pensamiento ni mucho menos mi cuerpo. Trato de convencerme de que esto es sólo un sueño, pero mi entendimiento se torna escéptico sobre ello ahora; justo cuando lo necesito un tanto dogmático. Quiero correr, pero sería estúpido hacerlo. Salir ahora de la casa es lo peor que puedo hacer. Aunque quedarme parece ser lo mismo. Lo desconocido está dentro y fuera de esta casa. Lo único que sé ahora… es que estoy vivo. Nada me ha pasado hasta ahora que ponga en riesgo mi salud… al menos física, pues mi salud mental está sufriendo daños severos. La humanidad en mí es cobarde. |