28 de Octubre

La sangre jamás se limpiará de mis manos, lucen tenebrosas y brillantes bajo este líquido escarlata, estás manos que tan seguro me hacían sentir detrás del volante, me han traicionado. Me confié.

Solo parpadee un instante, cuando reaccioné sucedió la tragedia, mis reflejos fueron lentos, las esquirlas del vidrio delantero del auto se incrustaron en mi rostro, no pude ver más, solo sentí los fierros de la carrocería que atravesaba mi humanidad, no sufrí mucho, espero que los de enfrente tampoco.

Soy responsable de lo sucedido, soy el causante de todas estas lágrimas, discúlpenme, en verdad… ustedes merecen escuchar mí más sentida y sincera disculpa.
Siempre regreso al lugar del accidente, es mi penitencia.

31 de Octubre.

Cada año mis padres y yo visitamos a los abuelos en Veracruz para compartir tiempo con ellos, solo que a ultimas fechas me ha tocado viajar solo, es difícil pero comprendo a papá y mamá, no es culpa de ellos, no es la primera vez, y tampoco será la última, sé que los veré allá (espero que lleguen con bien). Los abuelos deben estar ansiosos, siempre me reciben con mucho amor, saben consentirme, los he extrañado enormidades.

Regresar a pie por la carretera empedrada de Tempoal me llena de emoción y nostalgia, aquí pasé una breve parte de mi niñez, el lugar no ha cambiado en mucho, eso me agrada, la permanencia de lo pintoresco, lo autóctono y folclórico, se siente tan bien estar en casa.

A mi llegada puedo escuchar los cohetes que anuncian las festividades de Xantolo, fiesta tradicional mexicana en que se comparte con los que han abandonado el mundo físico; mis pulmones se llenan del olor a cempaxúchitl, incienso y caña recién cortada, altares son elevados afuera de las casas de barro con techo de lámina, observo fotografías en las bases de los altares, la mayoría en blanco y negro, advierto dentro de los marcos rostros ajenos a mí y otros más que me resultan familiares.

Los ladridos de los perros a mi paso no me permiten escuchar a mis tripas hambrientas, el largo viaje cobra factura y pide ser saciado con la comida tradicional de estas fechas, la abuela siempre hace tamales de flor de calabaza y frijoles con epazote, recordarlo hace agua en mi paladar, a cada paso que doy en el polvoroso pueblo, puedo oler entre todas las ofrendas, el sazón que emana de la vaporera de la abuela.

¿Cómo estarán ellos? Espero ver rostros felices, ha pasado tiempo y no pienso más que en ellos, deseo estrecharlos en un fuerte abrazo, ese abrazo olor a leña cuando los estrujaba entre mis diminutos brazos, siento las lágrimas a punto de derramarse, será mejor serenarme, es época de fiesta, aquí el llanto no cabe. Puedo ver a los viejos a la distancia, están afuera de la humilde vivienda que construyó mi abuelo hace muchos años, los dos están detallando el altar, cuelgan algunas mandarinas del arco principal, me alegra tanto volverles a ver, tomo aire y pego carrera hacia dónde están.

Me paró justo enfrente de ellos, mi sonrisa es indisimulable, trato de contener la emoción para no distraerlos de sus actividades, la abuela (o mamá Beta, como le decía) entra y sale rápidamente de la casa, carga en sus manos una foto enorme con marco de madera y protección de vidrio, en ella puedo observar mi rostro infantil cuando asistía al preescolar.

Han pasado más de quince años abuela, y no me has olvidado, colocas mi foto dentro del altar, justo al lado de los tamales de flor de calabaza y frijol con epazote. Sabes que son mis favoritos.

1 de Noviembre.

El silencio es tan abrumador que no me deja dormir, me aterran las noches de día de muertos, siempre vienen a mi mente las historias de aparecidos que se cuentan en estas fechas, cerrar los ojos es sentir que siguen abiertos, observando “algo” entre las sombras.

Trato de recoger los pies, no me gusta que cuelguen de la cama, se me eriza la piel por el simple hecho de pensar que una mano fría los puede tomar.

Hace mucho que murió mi tío Filemón y su familia, han pasado tantos años que no debería preocuparme, pero no es así, la culpa es de la abuela, dice que en estas fechas siempre están presentes, no hay día de muertos que no les ofrende algo, no digo que esté mal, pero me da miedo.

Hoy es la noche del primero de mes, la tradición dice que vienen los niños y las personas que llevaron una vida ejemplar. Pero ¿Por qué sigo pensando en lo mismo? No podré dormir hoy.

Ahora realmente siento pavor, creo que escuché algo en el patio. No me quiero parar, cubrirme el rostro con la sabana no solucionará nada.

Oigo el sonido de cristal cuando los vasos chocan, escucho atentamente y percibo un suave murmullo, me tengo que levantar cuando menos a advertir a los abuelos, puede ser un delincuente que ha entrado al patio a comerse la ofrenda del altar.

Trato de apresurar mis acciones, la planta de mis pies tocan el frio piso (es mejor eso que una mano). Me dirijo fuera del cuarto, mi vista se posa sobre la obscuridad de la sala.

Tengo el presentimiento que alguien está ahí, que estoy siendo observado; mis torpes y nerviosos dedos buscan sobre la pared el interruptor de la luz, lo acciono inmediatamente, no hay nada más que los viejos muebles de la sala. Una sensación me hela el cuerpo, agacho la mirada, me cuesta seguir observando hacia la nada, mi mente me juega bromas pesadas.

He decidido no despertar al abuelo y regresar al cuarto, asumo que son mis nervios, tal vez fue un gato que entró a comerse la ofrenda, y al ver la luz que se encendía huyó.
Apago el interruptor y esa sensación de ser observado regresa a mí, un fuerte olor a flor de muertos (cempaxúchitl) me alerta, regresó dando pasos largos a mi cuarto.

Vaya sorpresa que me he llevado. Sobre mi cama está sentada una distinguida dama, viste con traje colonial negro (que elegante luce), su rostro está cubierto por un velo del mismo color, una mujer muy delgada y de exquisito porte, el verla no me asusta en lo más mínimo, todo lo contrario, me enamora, se quién es, y quiero irme con ella.

Ella me recibe entre sus brazos.

2 de Noviembre.

Soy celador del pueblo de Tempoal, este día es el de más concurrencia en el cementerio, se pueden ver familias enteras visitando a sus muertos.

La gente suele sentir miedo a la muerte, aquí no, los habitantes de Tempoal la retan, bailan, y le hablan de tú a la muerte.

Quiero hacer una observación, en este lugar existe una familia muy ligada a los sucesos fúnebres. Ayer en la noche (poco antes del filo de la media noche) falleció el único nieto de la señora Roberta, fue un suceso que ha golpeado a la comunidad, las causas de muerte aun no quedan del todo claras, la señora relata que se levantó temprano para despertar a su nieto (quien les visitaba en estas fechas para ayudarles con los arreglos de día de muertos) y terrible impresión se llevó la doña, encontró al chico tieso y frío sobre la cama, en su rostro se dibujaba una expresión de tranquilidad pasmosa, es como si la muerte le hubiera llegado dulcemente.

Hace muchos años, la señora Roberta también perdió a su nieto, murieron en un accidente de carretera, el hijo de la doñita viajaba para visitarles, fue un día veintiocho de Octubre, precisamente cuando las almas muertas de forma violenta regresan para tomar su ofrenda; el conductor con él que tuvieron el percance, se quedó dormido o algo así, se impactó de frente en una curva, murieron todos, la familia de doña Roberta, (su hijo, la esposa de este, y el nieto) y la peor parte se la llevó el que originó el accidente, dicen que su cuerpo quedó esparcido sobre el asfalto, partes de él no se recuperaron.

Pues ahora la doñita tendrá que hacer un huequito más en su altar para el próximo día de muertos, yo ya estoy haciéndole un espacio al muchacho en el camposanto.