Él siempre se sentaba, en aquella parecita de la casa del vecino. Para muchos era el chusma del barrio, todos lo conocían y lo saludaban pero muy pocos se tomaban el tiempo para intercambiar palabras. El vivía solo y las tardes después de su trabajo le gustaba sentarse en la calle y mirar. Vivía en un departamento poco iluminado y su casa le daba una sensación de encierro.
Él veía pasar mucha gente, algunos más atentos, otros apurados, algunos conocidos y otros que solo recordaba el instante de su paso. Así pasaban sus horas y así pasaban sus días. El soñaba estar en otra casa, con más alegría, unos chicos corriendo por el jardín y una mujer para amar. Su sueño estaba ahí, inmerso en su sien, aunque su timidez le jugaba una mala pasada. Él miraba y cuando lo miraban, se ocultaba en otra dirección. Era buen mozo pero bastante retraído, no tenía muchos amigos y para alguna gente del barrio era bastante parco, por eso nunca hablaban con él.
Como ocurre siempre a él lo catalogaban por algún comentario o por suposiciones, incluso algunas chicas pasaban a su lado y se reían de él. Eso generaba estupor, bronca y sobre todo al ser bastante tímido generaba angustia y más inseguridad.
Un día nose que fue lo que cambio en él, pero dejo su timidez de lado. Empezó a sociabilizar más. La gente del barrio lo iba conociendo y los comentarios hacia él fueron cambiando. Se fue sintiendo más a gusto, empezó a sonreír más. Las chicas que antes se reían ahora le sonreían picaronamente.
Todos decían que había tomado una pócima mágica, que algún brujo había hecho algo en él, pero más allá de todos esos comentarios hubo un cambio rotundo. La sonrisa en su cara contagiaba, hacia chistes, los vecinos se le acercaban e intercambiaban palabras de mujeres, de futbol, de política. Cada vez era más incluido e invitado a tardes de mate y cenas.
Todos querían saber que era lo que había ocurrido, cual era la causa del cambio tan rotundo hasta que un día se los confeso. Él dijo, simplemente, estoy enamorado.
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