Era un día lluvioso cuando el mar se encontraba gustoso de recibir la multitud de gotas que caían de las nubes grisáceas.
En dicho mar habitaba una gran variedad de animales; algunos de ellos luchaban por saciar su hambre, mientras que otros se resistían a ser devorados utilizando sus propias destrezas.
Uno de los animales más hermosos era el delfín, además era el más respetado por la mayoría de los animales pues impartía clases en una de las escuelas más reconocidas de Lindo Mar.
No así, el pez martillo era quien se dedicaba a hacerle la vida de cuadritos a todo ser que tuviera branquias. Él no vivía solo, tenía dos supuestos “amigos” que solo lo imitaban en su actuar.
Asomándose apenas algunos rayos del sol sobre el mar donde todos los peces hacían sus actividades de rutina como comúnmente las hacían a diario, apareció de la nada una luz no clara, ni obscura, era una luz multicolor que alumbraba en su totalidad el cuerpo del delfín quien muy tranquilo se dirigía a dar clases a los alumnos con diferentes niveles de aprendizaje. Sin darse cuenta del suceso, el delfín se detuvo por un momento para revisar su portafolio que viniera completo. La impresionante gama de colores seguía alumbrando la hermosa piel gris y el animal apenas se daba cuenta de lo que sucedía, así que nadó un poco más acelerado dirigiendo a la vez su mirada hacia el cielo. La luz desapareció en un instante por lo que no le dio importancia y continuó nadando hasta llegar a la escuela donde lo esperaban sus párvulos.
Al siguiente día, sucedió lo mismo, entonces comenzó a preocuparse un poco, pero al llegar a la escuela lo olvidó todo y se centró solamente en llevar a la práctica situaciones didácticas novedosas que favorecieran al desarrollo de competencias en sus alumnos. Al terminar sus clases se trasladó hacia la casa de su amigo y supervisor quien lo recibió con las aletas abiertas.
Después de saludarse, el delfín le comentó lo sucedido en el camino de su casa hacia la escuela y lo único que provocó fue que la manta raya macho carcajeara hasta cansarse, después le preguntó si ya se había inscrito a algún seguro de vida por lo que el profesor le contestó que sí y con una sonrisa burlona Raya le dijo que no se preocupara por que los ovnis no existían. El animal acuático no logró absolutamente nada y con una despedida formal se despidió de su supervisor deseándole un feliz año nuevo.
Regresó a casa donde solamente lo esperaba un plato rectangular con plancton acompañado de dos deliciosos salmones rosados, devoró todo en un segundo y enseguida tomó una siesta.
Recuperado, continuó al día siguiente con sus labores y para variar se le presentó el pez martillo a molestarlo, el delfín se puso nervioso y tragó un poco de agua la cual arrojó con fuerza mientras que el otro lo ignoraba y continuaba firme con su objetivo. Pasaron treinta segundos más uno cuando el rayo de luz volvió a aparecer sobre el delfín y de inmediato el pez huyó sin destino alguno como si hubiera sido lanzado por un arco.
El delfín trató de tranquilizarse pero su corazón latía a mil por hora. Después de un rato se repuso y logró llegar sano y salvo a su trabajo.
En la institución era reconocido por ser un gran catedrático y a unos días de su jubilación se organizaron alumnos, docentes, director, personal administrativo y de intendencia para despedirlo como solo él se merecía.
Al llegarse el día de la despedida, todos lo recibieron en la entrada de la escuela acompañados de una orquesta de camarones que se esmeraban por agradar al jubilado.
El inteligente animal derramó lágrimas de felicidad asomando sus ojos rasgados, todos lo llevaron hasta la mesa del presídium donde lo acompañaron los animales del mar más recocidos tales como: el pulpo José Luis a quien le encantaba trabajar con gis, la sardina Sandra quien era prima de Casandra, el pez Rafael a quien le encantaba la miel, la medusa Andrea aunque usted no lo crea, Diego el Gobernador de Lindo Mar, Sadquiel el tiburón gruñón y no podía faltar la sirenita Nayeli. Todos gustosos disfrutaban el festival cuando sorpresivamente el rayo de luz alumbró al delfín, los animales marinos se quedaron asombrados por lo que sucedía, un silencio total en la zona alta del mar sucedía, en pocos minutos el delfín se alejaba del mar envuelto de un remolino de colores que lo integraba al arcoíris que nacía del cielo.
Todos comenzaban a bañarse de hermosos colores mientras que el delfín tranquilo se despedía de ellos produciendo hermosos sonidos que hacían eco hasta el fondo del mar. El arcoíris jamás desapareció, el delfín veía a todos desde la cima del cielo y los acuáticos practicaban día con día los valores que el profesor les había inculcado. Todos vivieron felices y nunca más el pez martillo a nadie molestó.
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