La descubrí una tarde de primavera. Sin dudas era la más hermosa de todas. Enseguida me dejé seducir por ella. La llevé a mi casa, y todos llegaron a apreciarla tanto como yo.
Recuerdo cómo su aspecto grácil llenaba de color a aquel lugar anodino. Supe que nunca encontraría otra igual. Era perfecta.
Pasó el tiempo. Un día comenzó a ajarse y noté que su deterioro era irreversible. No pude resistir el impulso que me instaba a tenerla conmigo para siempre, por eso tomé con delicadeza su apreciado tallo y la deposité entre las páginas de mi libro favorito.
Texto agregado el 26-09-2014, y leído por 426
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Lectores Opinan
17-01-2015
Sabía que era una flor. Yo guardaba pétalos de niña. Un abrazo. Clorinda