Estuviste ahí... Lo reconozco.

Cuando nunca tuve que buscar en otros labios,
las mieles juveniles de libar tus dulces flores,
pensando durarían para siempre esos sabores.

Cuando no me hizo falta una sombra ni una mano,
en que de tarde llegaras tocando tras mi puerta,
esta noche vacía en que te se ahora muerta...

Estuviste ahí... No se olvidarlo.

Mientras el tiempo nos miraba dándonos ventaja,
de soñar lo imposible y lo efímero por duradero,
cuando al abrir los ojos, llorar fue siempre lo primero.

En la noche vacía lejos de tu cuerpo, esquivo.
Que escapara de mi, cuán conveniente,
que olvidará quien fui, tan pertinente.

Hoy te recuerdo libre ya que hube de soltarte,
de mi encierro absoluto con muerte por besarte,
y es esa cuita muda que debo de tragarme,
porque nunca entendí tu forma de mirarme.