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El rostro de Darío Donkor no reflejaba el estigma de la demencia, sino cierta lucidez asociada con los monjes tibetanos de ojos refulgentes incrustados en los semblantes magros.
Se hallaba acuclillado en una estancia donde evocaría a un buda flaco de no ser por la cabeza rapada y el rostro parchado con una barba de púas escabrosas. Además varios electrodos como ventosas en su frente le daban un aire de entidad cibernética en las penumbras.
Darío Donkor respiraba en aquella especie de santuario con una tranquilidad ajena al movimiento frenético de los ojos bajo los párpados como untados a los globos. En media luna ante él se adivinaban ciertos módulos que reproducían el hábitat de cuatro animales: araña, escorpión, escarabajo y abeja.
En cada bicho se injertaron algunas neuronas del propio Darío, extraídas de pigmentos cutáneos mutados en “células de pluripotencia inducida”.
Las neuronas en sí resultaban un tipo de híbridos capaces de enviar señales hacia unos receptores del tamaño de alubias cerca de los arácnidos y los insectos; aparatos que mandaban la información hacia un ordenador conectado a varias pantallas donde unos científicos escrutaban las secuencias de cardiogramas psicodélicos.
Ese instante como rebanado a la visión de un chamán new age había sido posible por un hecho toral: Darío Donkor “entendía los pensamientos” de los animales.
Pero tal facultad más que un don constituía una maldición en la vida de Darío, a quien sus padres recluyeron desde adolescente en un hospital psiquiátrico del cual lo rescataría el científico Imho Raphael, quien no dudó sobre la claridad mental del hombre que apenas pasaba de los veinte años.
Se decía que Darío Donkor sólo habría tenido dos destinos posibles de haber nacido en la Edad Media: una santidad rezumante de incienso y cantos gregorianos; o la estigmatización previa a la hoguera purificadora que despojaría de su “empaque carnal” al íncubo en sus tripas.
Pero Darío Donkor nada más encaró a psiquiatras escépticos sobre las habilidades que desplegara siglos atrás San Francisco al discutir apotegmas rudimentarios con los gorriones y las cabras.
Según entendía Darío, obtendría su libertad en calidad de investigador luego de prestarse al experimento comandado por Imho Raphael, por lo que había accedido a cada una de las cláusulas asentadas en un acuerdo que no dudó en firmar.
Esa era la razón por la cual Darío ahora expandía su poder mental para entrar en contacto con los animales más ocupados en la monotonía de sus instintos.
Así fue como Darío incursionó en la psique primitiva de la araña Tygrzyk paskowany de lomo veteado como los tigres, y detectó en sus ranuras sensoriales las vibraciones de una mosca sobre la telaraña, en tanto percibía a través de los pelos tricobotrios los zumbidos agónicos del insecto.
Luego Darío sondeó el entramado psíquico del escorpión Buthus gibbosus de Mesopotamia, intuyendo el cimbrarse del piso a través del vientre glutinoso, y las imágenes iridiscentes filtradas por los múltiples ojos que perturbaron a los acadios.
Darío no le dio tregua a los científicos que soltaban frases non sanctas con la vista clavada en los monitores, de manera que penetró el cerebro ínfimo del escarabajo “Reloj de la muerte” Xestobium rufovillosum justo cuando la criatura articulaba el complejo mecanismo de sus mandíbulas medievales para perforar un trozo de madera.
Para terminar, Darío enfocó su atención en una abeja obrera Apis mellifera que danzaba dentro del panal para transmitir cierta información prioritaria a sus compañeras mediante pulsos desquiciados, zumbidos y regurgitaciones de néctar.
Concluyó la primera parte del experimento y Darío Donkor tensó el cuerpo con los músculos vueltos unos resortes colapsados, pero de súbito se desmadejó con las palmas adheridas al piso cual si evocara a un beduino alabando al Único y su Profeta.
Para ese instante el hombre recapituló cada una de sus experiencias impostando la voz que fluyó de los labios trémulos, cuyos sonidos como filamentos de un gusano de seda fueron registrados por unos micrófonos potentes en la estancia.
Así fue como Imho Raphael escuchó una serie de monosílabos rudimentarios acompañados de carraspeos y ronquidos, con los cuales Darío “transmitía los pensamientos” ocurridos en cada uno de los animales.
Darío guardó silencio de golpe, inhaló hasta conseguir la serenidad de un brahmán postrado ante el Ganges, y abrió los ojos para “traducir” lo que había expresado.
Imho Raphael y su equipo escucharon una ristra de oraciones articuladas que ilustraban lo que pasó en la mente de cada espécimen; pero sólo hasta horas después Darío declararía la imposibilidad de comunicar plenamente la irisación de “emociones y sensaciones” al interior de las psiques casi minerales de los ejemplares que seguían embebidos en sus faenas.
Algo bien claro para Imho Raphael fue que las frases urdidas en la mente de Darío simbolizaban la insania de quien trata de mostrar en fórmulas algebraicas las expresiones más sublimes del Dante.
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Texto agregado el 23-09-2014, y leído por 465
visitantes. (9 votos)
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Lectores Opinan |
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03-10-2014 |
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Un claro ejemplo de que el que tiene talento para escribir puede hacerlo sobre cualquier cosa que uno queda embelesado en la lectura. Por el título y el inicio imaginé algo al estilo Minority Report pero no, fue más sutil y más profundo al tiempo: no todo lo que se puede sentir se puede explicar. walas |
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03-10-2014 |
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el acople entre lenguaje y experiencia de otras configuraciones.sin.lenguaje.humano, es, por definición, inexpresable. de hecho, la sensación de el propio cuerpo es una no.sensación, un puro uso hasta el desuso de la enfermedad. o acaso alguien siente el fluir por las arterias, las articulaciones, los ojos rotando? ... salud, un gran cuento que lleva hacia las existenzzias!puestas :O fafner |
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30-09-2014 |
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Extraordinario en verdad. Damayanti |
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28-09-2014 |
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Eres gran conocedor del lenguaje en todas sus formas, una prosa depurada, de gran calidad. Juegas con los diferentes significados, con la redacción, con el estilo y con la sintaxis. Y lo más original de todo: la historia. Mi más sincera enhorabuena. Zakti |
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27-09-2014 |
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Me encantò el nivel elevado del lenguaje. Muy buen texto. rhcastro |
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