El número nueve marcó su vida, la magia de este signo representaba todo. Pero no fue hasta la segunda ronda cuando comenzó a darse cuenta de lo que en su vida significaba; era magia pura encerrada en el dígito que todo explicaba y que todo representaba en su existir.
Todo comenzó cuando en la clase de álgebra se percató de que la propia tabla del nueve era un espejo de la identidad. Un mensaje que alguien escondió, quizá sin darse cuenta, en una lógica interpretada en cifras, no por nada nueve multiplicado por dos daba 18 y nueve por nueve 81, de igual forma los números que componen la tabla parecían invertirse después del cinco, de tal forma que nueve por tres es 27 y nueve por ocho 72: entonces repetía por cuatro 36 y por siete 63; nueve por cinco 45 y nueve por seis 54…
Así comenzó, con un pequeño haz de lógica que hurgó en la multiplicación, y que después se extendió en la suma de los dígitos que se multiplicaban por nueve y descubrió que se reducían a nueve. La suma de uno y ocho generaba un nueve, ambos dígitos presentes en el número 18 y 81 que aparecen en la tabla del nueve.
Podía ser coincidencia pero no era así, él siendo el mayor nació en un día 27, su hermano en un 18 y el menor tuvo la fortuna de nacer en día nueve, a lo mejor era coincidencia pero desde que descubrió eso, se percató de que todo tenía sentido.
Descubrió la importancia que tenía este número en la cultura que más admiraba, los mayas tenían nueve señores, y en la mitología griega nueve días y nueve noches habían sido las navegadas por Deucalión y Pirra en la creación.
La raíz cuadrada del nueve es el tres, número que conformaba junto con sus dos hermanos; entonces Raúl despertó y contempló el cielo a través de su ventana, miró el cinturón de la constelación de Orión, el tres aparecía ahí enmarcado por una alineación casi perfecta y el nueve, seguramente estaría por ahí en los lugares que desconocía pero que no por eso dejaban de existir.
Todo indicaba que ese número tenía propiedades que deberían estar relacionadas con su suerte, pronto comenzó a buscar signos, cifras, fechas, y todo lo que pudiera generar un nueve en su reducción, y al pasar por el puesto de revistas miró el número enmarcado en el aniversario de un diario, y arriba los billetes de la lotería;era el momento, todo parecía indicar que tenía que comprar un “cachito”.
Y al realizarse el sorteo, Raúl miró con impaciencia el billete de lotería, contempló los números, hizo la sumatoria y todo se redujo a nueve, tenía que ser, número tras número iban coincidiendo, hasta que al final resultó ser el ganador de un reintegro que después se redujo a nada, entonces comprendió que el número nueve posee magia pero que la suerte es muy caprichosa. |