Entró el hombre en el confesionario contrito y tras las salutaciones de rigor y fórmulas habituales expuso al cura a modo de resumen que él tenía todos los pecados.
Cómo todos los pecados, repuso el ensotanado mosén.
Sí todos.
Hasta el de engañar a tu esposa, medio preguntó, medio afirmó el sacerdote.
Efectivamente, dijo a modo de
colofón el pecador.
- Vas a hacer una cosa. Ve a una ferretería y pides un almirez.
El hombre, presto como en pecar lo hizo y se presentó en la iglesia con el referido utensilio.
- Ves al de la cruz( señaló el hombre de negro al logotipo de la católica- apostólica).
- Sí( contestó ya con la curiosidad a rebosar el penitente).
- Pues también lo mandaron por un almirez( dijo un tanto crípticamente el cura).