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Inicio / Cuenteros Locales / La_columna / Entre mares y tiempos (de mi columna de los lunes, días difíciles si los hay) Por MCavalieri.

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Es extraño cómo cambia uno a través del tiempo, sin querer nos vamos pareciendo a todo eso que odiábamos, matamos las ganas con una capa de frialdad, de comodidad, de miedo, acaso.
Desde la infancia, uno de mis sueños era conocer en mar en invierno, con playas desiertas y los grises predominando por sobre los azules y amarillos.
Decía que el frío era excusa de los grandes, de los aburridos, de los que pensaban más en ropa limpia que en felicidad. Nada se compararía a la libertad de entrar al agua salada con la ropa puesta y luego correr por la arena, hacer piruetas, vueltas de carnero, en la soledad más absoluta de mis deseos.
Cuando comentaba esto la mayoría decía que estaba loca, los demás callaban, pensándolo.
Una vez me prometí que nunca me iba a ganar esa clase de indiferencia, que ya lo probaría con los años, andaría entre el mar y la arena escarchada de risa. No me importarían los resfriados, ni nada.
Ocurrió que después de mucho se cumplió el sueño, suelen cumplírseme los sueños. Es verdad que la vida sonríe, no voy a negarlo, pero es tan pavorosamente irónica la sonrisa, que dan ganas de borrársela a trompadas.
La oportunidad llegó, coronada por una llovizna suave que echó a los dos o tres intrusos de aquella playa que me pertenecía. Quedamos el mar y yo frente a frente, reconociéndonos, observándonos hipnotizados, jugando al vaivén del contacto. Acarició la espuma mis zapatillas, me agaché extendiendo la mano, probé la sal y disfruté su sabor.
Pero de pronto el hielo ganó, la adultez tomó la palabra diciendo que en el hotel no me dejarían entrar así de mojada, que no había traído demasiada ropa, que ya estaba grande para hacer chiquilinadas, que no era buen momento para enfermarme.
Me alejé. Corrí a guarecerme de la lluvia por primera vez desde que tengo memoria.
Ya, “a salvo”, miré desde lejos la masa acuosa y gris que parecía esperarme todavía, que lo haría siempre.
Y en la orilla, arrodillada junto al agua pero sin tocarla, la niña que fui lloraba su desconsuelo, mientras se esforzaba para no mirarme.

Texto agregado el 30-08-2004, y leído por 289 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
16-08-2005 Qué cierto es lo que escribes, qué triste también. Parecería que los colores se oscurecen a medida que vamos creciendo, pero logran retomar sus tonos -así sea por 5 minutos-, cuando aprendemos de la colorida vida de los infantes. Un buen texto para reflexionar.Saludos laba
08-09-2004 Pue me dió pena, no me pareces de las que corren a guarecerse de la lluvia... Saludos. Nomecreona
01-09-2004 ¡Y otra vez el nudo en la garganta!. Qué columna...extrañaba tus columnas... tan llenas de pedacitos de mis temores... Qué bien manejas las letras, Melina! Mis cinco, y aunque suene ridículo, quiero dejarle estrellas al comentario de albertoccarles. Es realmente emotivo. Oliveria
31-08-2004 Hay muchas veces que deberíamos ser niños, esto de ser adultos entre comillas, nos trastoca pensamientos e ilusiones. ¿que cosa más maravillosa dejarnos llevar alguna vez por nuestros verdaderos deseos...?, olvidemos tabúes, el que dirán, seamos nosotros mismos aunque sea sólo por una vez, (aunque yo apostaría porque estos pensamientos me fluyeran más amenudo y olvidarme del resto y pensar por mí, y para mí, ¿suena egoista?, o es que ¿me hago mayor?. Excelente columna meli, de esas que te hacen pensar y mirar hacia el interior. Besitos y mis cinco. airedevalencia
31-08-2004 Dice el refrán que "no hay mal que por bien no venga", esa madurez separada de la extraordinaria imagen de tu niña sollozante, nos permite poder leer tu soberbio texto. Gracias. juanrojo
30-08-2004 “El mar está divino. La playa tan solitaria que me da hasta miedo. Adoro el agua helada en que me baño y la luz azul que baja del cielo sobre el agua transparente...Me quedaría aquí todo el invierno viviendo en una casilla, viendo las transformaciones del mar de acuerdo a las horas del día y de la noche”. El Mar de Silvina Ocampo es el mismo que mojaba, helado, tus pies casi como un bautismo... Besos.- albertoccarles
30-08-2004 Aun soy joven, reconozco, para hablar de un pasado que no ha pasado, y de sueños bien allá, a lo lejos, sueños que bien a mi cabeza, tal cual tu mar. Amo el mar. Amor soñar. Amor ser niña. Pero sobre todo, amor el mar.. sumogu
30-08-2004 Esto me recuerda tantas conversaciones y batallas para mantener mi niño interior en pie y dominante (y las he ganado hasta el momento), pero los años hacen gran parte del trabajo, tal como dices. La forma que escogiste para cerrar esta columna es una metáfora increíble, Melina. Ya te he hablado antes de la belleza de tu pluma, el peso y las imágenes; hoy nada más me quedo pensando en todas las locuras que he hecho y las que me quedan por hacer. Y es cierto, a veces uno se va quedando solo con esos sueños de infancia. Y puede ser duro cumplirlos. Pero siempre vale la pena. Un besazo! blanquita
 
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