Es extraño cómo cambia uno a través del tiempo, sin querer nos vamos pareciendo a todo eso que odiábamos, matamos las ganas con una capa de frialdad, de comodidad, de miedo, acaso.
Desde la infancia, uno de mis sueños era conocer en mar en invierno, con playas desiertas y los grises predominando por sobre los azules y amarillos.
Decía que el frío era excusa de los grandes, de los aburridos, de los que pensaban más en ropa limpia que en felicidad. Nada se compararía a la libertad de entrar al agua salada con la ropa puesta y luego correr por la arena, hacer piruetas, vueltas de carnero, en la soledad más absoluta de mis deseos.
Cuando comentaba esto la mayoría decía que estaba loca, los demás callaban, pensándolo.
Una vez me prometí que nunca me iba a ganar esa clase de indiferencia, que ya lo probaría con los años, andaría entre el mar y la arena escarchada de risa. No me importarían los resfriados, ni nada.
Ocurrió que después de mucho se cumplió el sueño, suelen cumplírseme los sueños. Es verdad que la vida sonríe, no voy a negarlo, pero es tan pavorosamente irónica la sonrisa, que dan ganas de borrársela a trompadas.
La oportunidad llegó, coronada por una llovizna suave que echó a los dos o tres intrusos de aquella playa que me pertenecía. Quedamos el mar y yo frente a frente, reconociéndonos, observándonos hipnotizados, jugando al vaivén del contacto. Acarició la espuma mis zapatillas, me agaché extendiendo la mano, probé la sal y disfruté su sabor.
Pero de pronto el hielo ganó, la adultez tomó la palabra diciendo que en el hotel no me dejarían entrar así de mojada, que no había traído demasiada ropa, que ya estaba grande para hacer chiquilinadas, que no era buen momento para enfermarme.
Me alejé. Corrí a guarecerme de la lluvia por primera vez desde que tengo memoria.
Ya, “a salvo”, miré desde lejos la masa acuosa y gris que parecía esperarme todavía, que lo haría siempre.
Y en la orilla, arrodillada junto al agua pero sin tocarla, la niña que fui lloraba su desconsuelo, mientras se esforzaba para no mirarme.
|