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- Para y estira las piernas. -. Dijo Eva recostada en el asiento del copiloto.

- No, prefiero llegar del tirón. -. Contesté.

- ¡Qué terca eres! A ver si vamos a tener un accidente. -. Replicó la prudente.

Eva siempre ha sido muy mal agorera pero la quiero igual. Ese día estábamos muy cansadas y necesitábamos llegar a casa a dormir. El fin de semana había sido bestial. Apuré tanto la diversión que sólo ibamos a dormir una hora antes de ir a trabajar. Estaba agotada pero había merecido la pena. Nunca había bailado ni reído tanto como en esa fiesta. Creo que fue el fin de semana más feliz de toda mi vida. Lo habíamos pasado genial en el festival pero fueron muchos días sin dormir.

Continué conduciendo y al cabo de una hora noté que mis ojos querían cerrarse. Abrí la ventanilla y fumé un cigarro. Eva estaba roncando. Me mantuvo alerta varios minutos pero llegó un punto en el que me derrumbé. No recuerdo bien el momento. Sólo recuerdo levantar mi cabeza del volante y estar parada en la cuneta rodeada de árboles. Me asusté. Giré la cabeza para ver a Eva y ahí estaba, profundamente dormida.

La desperté agitándola y pidiéndola disculpas por no haber seguido su consejo. Comencé a llorar. Ella, muy alarmada, se despertó. La espanté con mi reacción.

- Cálmate. Estoy bien. Estamos bien. No ha pasado nada. -. Dijo abrazándome.

La devolví el abrazo y después me ofreció un cigarro y un trago de café del termo.

Cuando nos relajamos, decidimos salir a dar un paseo y refrescarnos. Eva metió en su mochila el tabaco, el termo y media botella de agua que quedaba. Yo cogí la guitarra y me puse el frontal. Bajamos del coche y lo cerré por si tardabamos en volver. Faltaban pocas horas para el amanecer. Al alejarnos del coche escuchamos un sonido estremecedor. Encendí el frontal e iluminé el coche. Se lo estaba tragando una raíz gigante y todo a nuestro alrededor estaba cambiando de apariencia.

Nos pegamos espalda contra espalda gritando y pidiendo auxilio. Una luz azul cegadora empezó a envolver todo, fue cambiando a verde y más tarde a rojo. Cambiaba cada vez más rápido. Eso era aún más aterrador. De pronto, el suelo se volvió cristal negro y podíamos vernos reflejadas. Era insólito. Nos agarramos fuerte de las manos y volvimos a abrazarnos. Eva me dijo lo mucho que me quería con la cara llena de lágrimas y cuando quise decirle lo que sentía un fuerte ruido empezo a inundar todo. Parecían voces humanas. Grité pero Eva me hacía un gesto de negación porque no le llegaba el sonido de mi voz. Nos arrodillamos tapándonos las cabezas. El ruido era cada vez más fuerte y se entremezclaba con golpes metálicos completamente sincronizados como si una tribu estuviera haciendo un ritual para violarnos o devorarnos.

Cesaron las voces de personas pero los golpes no. Miré a Eva a los ojos. Me iba a levantar. Necesitaba saber que estaba pasando. Ella me agarró de los brazos y se empezó a incorporar conmigo. Estábamos muertas de miedo. Nos pusimos de pie y nos giramos. Puse mi mano sobre mi frente como si fuera una visera intentando ver algo que se movía al compás de los golpes en la cegadora luz. Agarré mi guitarra para poder defendernos. Avanzamos hacia esas figuras con pequeños pasos y de pronto todo se apagó, incluso el frontal. Se quedó todo a oscuras y en silencio. Palpé a mi derecha para encontrar a Eva. Me dio la mano y se la apreté con todas mis fuerzas.

Una pequeña luz blanca iluminó mi guitarra. Tenía miedo y no entendía lo que ocurría. Comencé a tocarla. Una suave melodía para que no pensaran que era un arma y evitar que nos hicieran daño. Eva se puso a cantar de una forma muy dulce. En ese momento, otra luz la enfocó a ella y nos asustamos tanto que chillamos. Un conjunto de voces y aplausos estalló en ese momento. Regresaron las luces cegadoras y nuestra apariencia también había cambiado. Eva llevaba un traje de cuero negro ajustado y unas botas de, al menos, quince centímetros. Su rostro estaba completamente blanco excepto sus ojos delineados perfectamente en negro y sus labios completamente rojos. Yo noté una presión en mi pecho. Tenía un corsé blanco, una minifalda con vuelos y unas medias de red.

Miramos al frente y pudimos ver a miles de personas vitoreándonos. Comenzó un solo de bajo y me ví en la obligación de acompañarlo con la guitarra. Una increíble batería empezó a seguirnos y Eva comenzó a cantar de nuevo pero esta vez saco su parte más heavy. Era una maldita locura. Estábamos dando un conciertazo ante miles de personas en un lugar que no conocíamos pero lo estábamos gozando. Saltábamos sobre el escenario cantando y gritando. La gente nos aclamaba. Muchos lloraban estirando sus brazos hacia nosotras. Se apelotonaban en la primera línea donde los guardias de seguridad evitaban que se pudieran acercar. Eva y yo nos miramos. También habíamos sido fans. Retrocedimos unos pasos y nos dimos la mano. Cogimos carrerilla y nos lanzamos hacia el público.

- ¿Vas a hacerme caso y a parar un rato? De todas formas llegaré tarde a trabajar. -. Dijo Eva despertándome del pequeño letargo.

- Tienes toda la razón. Vamos a ver el amanecer y a tocar un poco. -. Le contesté aparcando el coche.

Texto agregado el 16-09-2014, y leído por 104 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
16-09-2014 Curioso lapsus, descolocas al lector pensando que quizá se han matado en una accidente y todo eso es como un cielo o un infierno para el final resolverlo bien. walas
 
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