Cuantas noches en vela me faltó tu abrazo,
entre sábanas mudas que aún saben a melancolía,
se envuelven en posición fetal, negando todo en mi regazo.
Es consigna y no pregunta, una afrenta dolorosa que confirma,
esas ganas del desvelo de tenerte en un respiro cuerpo pétalo encima,
donde el ruido cedía ante tus sonidos más fundamentales y sentidos.
Nos faltaron días enteros, a cambio de las horas pasajeras,
que fueron como arena poco a poco, gota a gota pendencieras,
la espina y cincel con el martillo, que abrieron poco a poco mi armadura.
Cuantos besos callé por tu silencio, reticente dolor tan testarudo,
ese filo mordaz como ese arrullo, que al dormir sin tu mano se hizo un nudo.
Faltó el tiempo del abrazo después del amor, para escuchar tu pecho,
en lugar de sólo desnudarlo ante mi desbocado empeño de saborearle,
eran mis manos tijeras sin filo que rasgaban esa tela en vez de amarle...
Muere lejos de mi, amor silente, empeño equivoco, flecha perdida.
Que mis ansias por fin la han encontrado, sólo para saberla compartida...
Hubo sido necesario un tiempo corto, es verdad un poco de consuelo.
Porque al partir cada día, te acompañaba el llanto, y lloraba cada cual la misma afrenta,
a la distancia del ciento de palabras, que no pudieron llegar a ti tras la tormenta. |