CAPITULO II
-¿Qué te pasó Karina? Tus ojos se ven muy rojos.
-Me pasé llorando toda la noche.
-¿Otra vez?
-Si.
-Sabes, creo que deberías de hacerle caso a tu padre.
Karina cerró fuertemente su casillero y me miró enojada.
-Solo es una sugerencia.
-¿Por qué nadie está de acuerdo con nuestro amor?
-No es eso. Es solo que desde que conociste a Fernando toda tú has cambiado.
-No es cierto.
-¿Qué no? –comenzamos a caminar-. ¿Qué me dices de tus notas?
-¿Qué hay con ellas?
-Todas son 6. ¿Dónde quedaron las notas de aquella Karina de 9 y 10?
-Aún están aquí. Solo es cuestión de tiempo para que salgan.
-Si tú lo dices –me detuve en un bebedero para tomar agua-. Pero insisto en que escuches a tu padre. Hay más chicos lindos en el mundo.
-¿Cómo quién?
-Brad, Kevin, Armando… ¡Y no olvidemos al guapo de Marcos!
-Una cosa es que sea lindo, y otra que te guste.
Me sonrojé un poco y seguimos caminando.
-Pero en cualquier caso te verías mejor con uno de ellos. ¿Y sabes por qué? Porque poseen la misma edad.
-Oye, Fernando y yo somos casi de la misma edad.
-¿Casi? Fernando tiene 26 y tu 17. Hay 9 años de distancia.
-Para el amor no hay edad.
Me encogí de hombros. Seguimos caminado hasta llegar cerca de la puerta.
Karina me detuvo y me señaló a un hombre que venía hacia nosotros.
-¡Fernando! –dijo Karina abrazándolo.
-¡Hola mi amor! Estoy Feliz de verte. Hola Sandra.
-Hola.
-¿Qué te trae por aquí?
-No podía esperar a verte en el parque.
-Ah si, sobre eso… -Karina me volteó a ver.
-Oh si, será mejor que los deje solos.
-Gracias.
Dejé solos a los tórtolos y comencé a dar vueltas por la escuela. Por suerte para mi me encontré con Marcos y me acompañó todo el tiempo.
-¿Qué ocurre Karina?
-Es mi padre. No quiere que te vea nunca más.
-¿Otra vez?
-Dice que eres demasiado mayor para mí.
-Pero no hay edad para el amor.
-Ya lo se… pero estoy confundida. No se que hacer.
-Bueno… entonces será mejor que no nos veamos por un tiempo. Adiós.
Fernando se iba a ir, pero Karina le agarró el brazo.
-No. Te amo demasiado como para dejarte ir.
-¿Y entonces?
-No lo se… Mira, te llamaré si se me ocurre algo. ¿Bien?
-Está bien.
Fernando abrazó a Karina y se fue. Karina dio vuelta y me vio a mí acompañada de Marcos, yendo hacia ella, riéndome.
***
El padre de Karina regresa a su habitación. Su esposa está acostada en la cama leyendo un libro. El padre se acuesta a su lado.
-¿Qué era ese llanto? –pregunta la esposa poniendo el libro en la mesita.
-Karina.
-¿Por qué llora?
-Le prohibí ver a Fernando.
-¿Otra vez?
-Si.
-Sabes, creo que deberías dejarlos tranquilos.
-Olvídalo. No confío en Fernando. Te apuesto que solo quiere quitarle la virginidad a Karina. ¡Y cuando ocurra la abandonará!
-¿Y desde cuando piensas eso?
-Desde que Karina nos lo presentó. La forma arrogante de su carácter y la forma indiferente de su hablar me lo indicó.
-¿Estás seguro que eso pasó? Porque yo recuerdo otra cosa.
-¿Qué recuerdas tú?
-Bueno… yo recuerdo esto:
Karina está muy ansiosa y preocupada. Yo me encontraba en la cocina, preparando la cena. Tú estabas en tu sillón favorito.
-¿Estás listo papá? –te preguntó Karina.
-Si –respondiste.
-¿Seguro? Porque quiero que le dejes una buena impresión a Fernando. Ya conoces el dicho: De tal palo, tal astilla.
-¿A que te refieres?
-A que si Fernando ve algún defecto en ti pensará que yo también tengo ese defecto. ¿Comprendes?
-Si, comprendo.
-Bien mamá, ¿cómo va la cena?
-Estará lista en una hora.
-OK, gracias.
A las seis y quince sonó el timbre.-Debe ser Fernando –dijo Karina.
Tú la acompañaste a la puerta.
Abriste y apareció un hombre.
-¡Fernando! –dijo Karina abrazándolo.
-Hola Karina. Buenas noches señor –dijo extendiéndote la mano.
-Buenas noches.
-Papá, Fernando, ¿Qué les parece si se sientan para que se conozcan mejor?
-De acuerdo –respondiste.
Tú y Fernando se sentaron en la sala. Karina me vino a ayudar con la comida.
-Bien Fernando –dijiste-, háblame de ti.
-Bueno señor, yo lo único que quiero es tener su aprobación para iniciar una relación con Karina, para luego en un futuro casarnos y ser felices.
-OK. ¿Tienes algún trabajo?
-Trabajo medio tiempo en un cibercafé.
-¿Así que eres bueno con las computadoras?
-Un poco.
-Ambos se rieron. Karina les llevó dos vasos con agua.
-Bueno muchacho, parece que todo está en orden. Pero aún no me contestas una pregunta.
-¿Cuál? –te preguntó Fernando un poco preocupado.
-Aún no me has hablado de ti.
-Ah –suspiro-. Bueno, me gradué con honores hace dos años.
-¿De bachillerato? –preguntaste agarrando un vaso con agua.
-De la Universidad.
Escupiste el agua que te estabas bebiendo. Desde ese momento tu actitud no volvió a ser la misma.
-¿Cuántos años tienes?
-Veintiséis.
Karina y yo llegamos con cuatro platos y los pusimos en la mesa.
-Solo son aperitivos –dije-, la cena estará lista en cinco minutos.
-No es necesario –dijiste-, Fernando ya se va.
-¿Por qué? –te preguntó Karina.
-Porque yo lo digo –viste a Fernando-, lo siento muchacho, pero no tienes mi aprobación. Por favor sal.
Fernando solo te miró.
-¿No me has oído? ¡Dije largo!
Fernando se levantó. Te veía confundido. Se fue y cerró la puerta.
-No volverás a ver a Fernando –le dijiste a Karina.
-¿Por qué no?
-Porque yo lo digo. Ahora, ¡a tu cuarto!
Karina solo te miró. Comenzaron a salirle lágrimas. Cerró los ojos y corrió llorando a su habitación.
-¿Segura que eso pasó?
-Si. Y desde ese día Karina no ha sido la misma.
-Sabes que solo lo hago para protegerla.
La madre de Karina se encogió de hombros.
-Si tu lo dices… buenas noches.
-Buenas noches.
La madre apagó la lámpara y se durmió. Karina lloraba amargamente en su habitación.
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