EN BLANCO Y NEGRO
En las tardes soleadas y serenas, sentada en el banco de la plaza del Congreso, la anciana ciega le daba de comer a las palomas. Yo también era asiduo visitante. Con mi cámara de fotos robando imágenes de pájaros y niños de un baile virtual en blanco y negro. La cámara digital me daba ventaja de hacer muchas tomas y experimentar con las posibilidades técnicas de velocidad, diafragma, lentes y efectos que tiempo atrás eran inviables por su costo.
Todo era cambiante e impredecible en este aquelarre del movimiento, solo el piso, los bancos y la ciega permanecían quietos, la vida era una ronda fuera de ellos. Sin embargo, la vieja contenía una historia que no podía conocer a través de las fotos. Me la contó su nieta, que solía acompañarla. Detrás de los anteojos negros dos cuencos vacíos reemplazaban sus ojos, los había perdido siendo joven. De esa época conservaba su amor por los pájaros. Se pasaba horas en el campo contemplando sus vuelos recostada en el manto de gramilla. Después de las tormentas, recorría el monte recogiendo nidos y pichones que había tirado el viento. Los llevaba con ella, los criaba, hasta que estuvieran listos para el vuelo y los miraba partir con una sonrisa. Y fue un día, que después de una tormenta, encontró un casal de cuervos…
neco perata