Llevo en mi carne el disfraz del tiempo
los ojos velados por la edad
los párpados cáidos
y esta imagen decadente que apenas soy
Como una condena arrastro un cuerpo
que no representa ni es mi esencia
prisionero de una carne ajena
sobrevivo asomado a las ventanas
A veces surco en una lágrima
desde donde trepa mi mirada al cielo
Mis alas agitan debajo de la correosa
superficie manchada de mi espalda
A veces se divisan como manos
inquietas bajo una sábana
Espero al carcelero que me libere
de todas estas injustas miserias
de respirar, comer y dormir
arropado en la manta de mi piel gastada
Alrededor lloran los que dicen conocerme
aunque jamas sostuvimos una conversación real
Que sabrán ellos de la luz verdadera
si no creen que la muerte es apenas una puerta
y ni siquiera es la primera...
Texto agregado el 09-09-2014, y leído por 138
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Lectores Opinan
10-09-2014
Qué sensibilidad, incluso tratando el tema de la muerte. Parece una contradicción, pero cuando el alma está cansada y quiere volar, es la muerte quién se encarga de abrir la puerta de su jaula. Me gusta muchísimo tu poema y me caló profundo. Enhorabuena. delaida
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