Estacionas el auto en la costanera,
tus manos aferradas al volante… pensativa,
entonces decides,
sacas el termo y dos vasos,
afuera un ocaso tormentoso,
la rojiza luz del sol persiste aun entre las nubes violentas.
- ¿Azúcar?
- No gracias.
Viento en las mejillas,
sueños ahogándose,
parafraseando las olas encrespadas,
roquerio y espuma,
el café sabe mejor así… antes de algo definitivo.
- Jamás hicimos esto.
- Nunca…
El gusto amargo caliente,
atardecer de fin de mundo,
helado y ventoso,
terco y solitario.
gaviotas sobrevuelan ráfagas invisibles,
con sus chirridos indescifrables,
espectadores ajenos de nuestra historia extemporánea.
La tormenta en el horizonte,
el sol cae vencido,
y aparece la línea negra,
cielo y mar fusionados sin luz,
en una hermética visión oscura…
La marea trepa,
guardas el termo,
enciendes el motor,
subo el vidrio,
nuestro guion termina.
- ¿Qué hacemos ahora?
- Conduce… solo conduce.
Lluvia… lluvia diagonal.
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