Mira, y toma la luna entre tus manos, la dejé sobre el río que no veo, y sobre el horizonte que no alcanzo, pero la he colocado ahí, para ti.
Si está sobre el agua, agáchate a que escurra entre tus dedos, si está sobre el lienzo estrellado, alza las manos y enciérrala en un puño con olor a rosa.
Puedes dejar que se enrosque en tu cabello, enredaderas de espinas que aún lastiman mis pies... Cuando te pienso.
Después de todo, el tiempo nos aleja demasiado ahora.
Los falsos poetas la bajan junto a un cúmulo de estrellas, pero yo la he dejado ahí, para que otros con la misma melancolía que he depositado en ella, la miren como tú en una noche cualquiera que se sientan tristes.
El sol, es para los alegres. Para los que no sueñan despiertos, para los que trabajan sin mirar a verle ni extrañan su calor sobre las manos, porque lo llevan en hombros.
La luna es para los soñadores, para los inconformes, es en definitiva y resumidas cuentas, para quienes padecemos de insomnio. Para esos seres que aún buscan las respuestas en los astros más lejanos, y en los satélites solitarios, han escrito sus nombres.
No importa cuanto tardes en notarlo, no pasa sino el tiempo en que hasta dejemos de vernos, para ser aún más extraños luego de cada instante, después de todo...
Pero cuando un buen día llegue la noche, y te sientas como me siento está noche yo, estoy cierto saldrás a la ventana, y esté donde esté, sonreiré porque tú, has tomado mi regalo más absoluto, ese que nadie podrá robarte. |