El cielo nocturno estalla en incandescencias de fuego eléctrico y alaridos odinescos, y se lanza impiadosamente sobre el suelo en forma de torrencial lluvia.
Desnudo de orgullo y vestido con tu ausencia, te busco en la vastedad de los silencios que me abruman, en la ruta de tu mirada que camino a ciegas, en el imponente oleaje de mis recuerdos de vos, en las profundas huellas que dejaste al andar por los senderos de mi alma, en el eco de tu voz de rio y jacarandá que aún perdura en mis sentidos, en el trazo de mi pluma que te besa en cada verso…Y sí, ahí estás, vestida de lluvia y distancia, de mar y soledad, de luna y sombra, de poesía y de mí. Y me consuelo con abrazar la infinita brevedad de tu tácito verbo, besarte los versos y abrigarte bajo el cobijo de las alas que me diste junto a una cálida brisa, las mismas con las que esta noche pretendo remontar vuelo hacia vos.
Pero la tormenta arrecia tanto del otro lado de mi ventana como dentro de mí, y la daga de tu silencio se clava en el medio de mi pecho, y la tristeza me acobarda y supera mi voluntad de llamarte, y me quedo aquí, abrazado a tu ausencia y – nuevamente – dibujándote en poemas. |