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Santiago Sánchez estába frente al espéjo, arreglándose, por que esa misma tarde tenía una cita con los padres de su prometída, María Luisa Castañeda.Se lavába la cara, se pasába el peine nuevamente por el cabello, se alisába innecesariamente la camisa, luego, acomodándose los puños, hacía trompa con los labios.
-Miralo, miralo, si no estás tan feo, condenádo, jéjé, ¿qué?, tienes una cita con algúna chamaquita.
-¿Que no vé que me estoy arreglándo?
-Bueno, pero no solo débes areglárte para ver a una chamaca... igual y podías ir a buscar un buen trabajo...
-Un buen trabájo... ¡yo ya tengo un buen trabájo, y no se meta en lo que no le impórta!
-Ay santiago, no te enójes, mira, yo solo te decía por que sé dar buenos conséjos, en serio, Santiago, soy viejo y tengo experiencia.
-¿Conséjos?, conséjos le debieron dar a ustéd, mírese, ¡está todo fregádo!

El viejo se acercó a Santiago con aspécto ensombrecído.
-¿Qué trais?
-¡Cómo que traigo, viejo cabrón, ya todos lo sáben!
-¿Qué saben?, a ver, ¿qué saben?, dímelo Santiago, ¿qué saben?
-No se haga el pendéjo, ustéd bien sabe de lo que hablo...¡todavía era una niña!
-¡Santiago, no me digas que tu también crees en esas babosádas!, son puras habládas, Santiago, son puros cuentos de viejas, nomás salen embarazádas de quién sabe quién, y órale, agárrate a ese bruto que el otro se peló, es puro olfáto, Santiago, yo antes era como tú, pero mi padre me enseñó eso de la intuición, a ver...aquí me quiere hacer buey, aquí no, nomás sientas la duda, ¡abusado!, no te vayan a hacer maje.

No señor, Santiago no se iba a hacer el de corazón blando por la mano asquerósa del viejo palmeando su hombro paternalmete, él mejor que nadie sabía las mañas del viejo para zafárse de las situaciones comprometedoras, como la de aquélla vez, cuando al viejo lo agarráron por andar de raboverde en Cuernavaca, cuando se ganába la vída cantándo en los camiones, con la sobrína de Jacinta, la vecína que vivía a una costado suyo y que, con apenas dieciseis años, tenía formadas ya unas piernas de padre y señor nuestro; lo agarró la policía, estába en un callejón con la rosita, dizque no le estába haciendo nada malo, pero licha la de la miscelanea vió al viejo sabándole las nalgas, así que se lo lleváron, pero el muy astuto muy astuto se hízo pasar por loco y andába pregonándo por todos los separos que el era el híjo del mismísimo Dios a quién todos le rezában, pero que los perdonába por que no sabían lo que hacían, y después de mandar al infierno a dos o tres que le calláron la boca a mandarriazos, lo trasladáron al manicomio dónde solo duró dos semánas por que el viejo se escapó.¡Y ahora si que nadie tenía el derecho a llamárle bruto!, ahora si que nadie tenía la cara para voltear y decírle: baboso, como tantas veces y tantas personas lo hicieron desde que tenía uso de razón, en el taller, en la pulquería, incluso en su casa, hasta su esposa que ya no tiene nada de propia le vió muchas veces la cara y se la volvió a ver mucho tiempo después, porque en la vecindad todos le conocían a su movída, que era un electricista que conoció sabrá Dios dónde pero que eso si, metía al cuarto nomás se fuera el viejo.No, ¡más brutos éran todos los que pensában que Nicanor no estába enterádo de nada!, pero como les digo, él tenía ese don, el de sacar provecho de las cosas, y maldito y puto y lo que quieran, pero Nicanor siempre se salía con la suya.Santiago no sólo pensába en comer-dormir-despertar-comer y volver a dormir como decía su madre, en realidad, pensába, entre otras cosas, en María Luisa, en lo bonito de sus ojos, y su sonrisa, ¡que lindas manos tenía! Como de Santo de Parroquia, blancas y suavecitas, perfectas, y hubiera dado lo que sea-maldita sea-por haber nacido rico y comprarle un titipuchal de anillos y alhajas, así, por lo menos, tendría más aprecio de sus suegros y, quién sabe, quizá para estas fechas ya estuviera casado, viviendo felizmente en una casa amplia y bonita, mandada a hacer a su puritito gusto, con un jardín rodeándola, y una fuente, y ventanas grandes grandes para que entrara la luz, él y su esposa verían desde un punto, abrazádos, el vaivén de niños rubios y estúpidos jugando...No, Santiago, yo no quiero nada de eso para mí, yo...yo sólo quiero ser libre, manejarme a mi voluntad, ser independiente, vivír por primera vez sin tener que obedecer a nadie, por eso me voy, Santiago, por eso.De un sobresálto Santiago despertó, estába bañado en sudor-fue una pesadilla-díjo en voz baja-destapó sus piernas y se sentó a la orilla de la cama, éran las seis y cinco, muy a tiempo para llegar a buena hora al taller, ya llevába varios retrasos, discúlpas, excúsas, mentiras, el fantóche del Ingeniero Peláez ya se las tenía contadas."Una más y te me vas, Santiago, aquí sólo queremos gente responsable"Queremos, queremos...por qué demonios insistía hablar de "nosotros" el fantoche éste, como si dependiera de álguien más mandarnos a volar, porfavor, si el solititito podía hacer y deshacer lo que quisiera en el taller, nomás que la novia le hiciera una gachada, e iría derechito a dezquitarse con nosotros, que hay mucho aceite en el piso, en que porquería trabajan, ¿y Matías? ¿ya fue por las refacciones? Pues falta tanto dinero, hace una semana les traje tres bolsotas de estópa y ya se las acabaron, pues olvídense de rayar el sábado, porque además alguién tiró el garrafón de agua que estaba en la oficina.El muy maldito nos lo cobró a todos cuando yo solo ví que lo aventó, estába hablando por telefono: Perdón chiquita, pero me dan muchos celos cuando sales sin mí, no/ bueno, calmate chiquita es que yo/ chiquita/ ¿Karla? ¡Karla! Le colgó.Y todo colorado como si fuera el mismo diablo de un fregadazo volteó el garrafón con todo y base.El agua corrió por toda la oficina mezclada con vidrios, agarró sus llaves del escritorio y luego luego se fue.Ya después llegó Magdalena la secretaria, y a limpie y limpie la sorpresita que le dejó Humberto.Pero ya no dije nada por lo mismo, estába solo, y al final, sería su palabra contra la mía, yo ya no estoy para andar echando pleito.Por eso ya no díje nada.
¡Echalo a andar!-después de toser varias veces, el asmático motor de una Ford ------ 39' rugió de buena gana.¡Te lo díje!-gritó Santiago desde la ventanilla-¡esta carcachona se rehúsa a morir desde que la conozco!¡ya lo creo!-Matías asintió con una risa torcida-¿pero de verdad piensas llevar a María Luisa en esto?¡claro que sí!, ya verás como le encanta.Y Santiago desaperecío calle abájo tras una larga serie de explosiones.
En el cinema "variedades" se exhibía una nueva cinta: "Nosotros los pobres"Ay, pero que buen actor es Pedro Infante... ¿y que me díces de su voz? tan dulce, ¡tan bien educada! No, ninguna de las expresiones de Santiago fue tan certera como áquella que hízo con las manos, jamás pensó en propasarse, no, sus manos, verdaderamente se referían a lo sinceras que habían sido con las de María Luisa, a lo impresuntuosas.Dios sabía bien que no mentía cuando decía que la quería, cuando al despedirse repetía diez veces que la amába, luego, ya antes de doblar la esquina, levantába una mano para decír adios en la que, seguramente-Dios también lo sabe-iban otros diez te amo.Lo supo en aquél autobús, Allénde-Ixtapalápa-Juárez, él parádo al centro del camión, ella sentada junto a una ventana, viendolo viendolo de reojo, aferruscando su bolsa, otra vez viendolo, dirigía su mirada a la calle, la mujer junto a ella se paró sujetando hábilmente sus bolsas, Santiago se sentó, luego el camión nuevamente dió marcha-¿disculpe, puede darme la hora? ¿Jóven? ¡Santiago! ¡te quedaste dormido! ¡El señor te pedía la hora!¡Ay, disculpe usted!-todavía adormecido contestó-son las ocho y cuarto.El hombre se volteó con gesto desaprovador.Gracias. Te juro que con lo oscuro del cine me dieron ganas de cerrar los ojos, bueno, nada más para descansarlos, y me quedé bien dormído...-¿Toda la película?-No, no seas bruto, fueron nomás como quince minutos.-Bueno, y, ¿que tal?-¿Cómo crees?-Pues a mí se me hace que a beso y beso, ¡no me digas que...!-¡No, hombre, claro que no, yo a María Luisa la quiero mucho!-Pos por eso, Santiago, todo mundo sabe que ella te quiere también, deberías aprovechar, si yo fuera tú, ya le hubiera bajado los calzones/¡Si tú fueras yo no serías un mariguano pordiocero!/Pues seré un mariguano pordiocero, pero no tan estúpido como tú, mejor te hubieras ido de cura!¡Cállate, mariguano! ¡Cállense los dos! ¡Si, ya estuvo bueno! ¡Sueltame! ¡Sueltalo dientón! ¡tú hazte para allá!¡que me sueltes, le voy a enseñar a este ojete como se debe hablar de una dama!-De un golpe cayó Nicanor-Maldito...hijo de toda...algún día te voy a encontrar solo.¡Pues ojalá que ese día me encuentres de buenas, desgraciado, por que si no, te mato!¿me oíste? ¡te mato!
En el número cuatro de la vecindad un anciano moribundo veía, desde su ventana, la salida del sol que quizá, fuera el último que sus ojos admirasen.El número cinco aún despertába cuando por el aire circulaba ya un delicioso aroma a café de olla que la señora Gómez aprendió a preparar durante sus años de infancia;ayudando y viendo, hasta que la receta de la abuela quedó bien grabada en su memoria.En el cuarto adjunto, un hombre de algunos veinte años rezába devotamente inclinado a una imagen de la Virgen de Guadalupe:Madre...Madre mía.Quizá pienses que soy un cobarde...pero no aguanto más.Este ingenierito ya no sabe que inventar para darnos en la madre...estoy tan harto, tan cansado de escuchar regaños, sermónes, humillaciones...¡maldito!-Dió un puñetazo a la pared-¡hoy mismo renuncio!
¡No renuncies, Santiago!, mira, yo tampóco estoy de acuerdo con el trato que nos dá Humberto, ni yo, ni nadie, ¿o tú crees que venimos muy felíces a trabajar?Pero si renuncias, ¿dónde vas a encontrar otra chamba?a ver... ahorita la cosa está muy dura, no va a ser fácil, mejor aguántate otro poquito, Santiago, búsca otra chamba, ya cuando la tengas asegurada, si quieres, vienes y le avientas a Humberto las estópas cochínas en la cara.-Jé jé -Santiago se encogió de hombros-Jé jé
Te das cuenta, Santiago , uno puede pasarse años y años esperando que el tiempo acomóde las cosas.Muchos dicen que todo se lo dejes al tiempo, que él se encargará de todo y quién sábe cuantas madres más, Santiago, pero no te fíes de esas habladas, mira, uno es como un desauciado que tiene los minutos contádos...lo que te quiero decír es que a todos nos queda un mes de vida, o una semana, ¡o un día! Santiago, luego si eres afortunado y pasas de ese lapso, te vuelve a dar la vida un mes, una semana, o un puto día para que vivas, ¿me oíste Santiago? Para que vivas...Para que vivas...¡Vivir! ¡vivir plenamente! Ese es el único patrimonio del que todos - no importa lo jodído que estés -disponémos desde que nacémos...vivir, Santiago, plenamente...es, disfrutar de todo lo que no se puede comprar...disfrutar de la mañana brillante y nueva, disfrutar de la tarde y las aves, de la noche y la luna, disfrutar de la risa infantil, de los besos de los que se aman, de los abrazos de los que se reconcilian, disfrutar, en fin, de todo lo que no puedes comprar.Ya sé...ya sé, es muy fácil decírlo, pero dígame, que hace usted cuando van y le cobran la renta del cuarto, cuando le quitan hasta el último centavo, ni modo de no pagar, ¿verdad?, si no, le embargan a uno como a Mary la del nueve: estába lavándo, de pronto entraron dos tipos de traje, uno de ellos señaló su puerta, luego el segundo hízo una seña a diez hombres que entraron de repente y sin forzar la chapa el cerrajero contratado dejó de par en par la puerta que, sin ningún tipo de cuidado, pateaban los hombres para salir cargando sus cosas: sillones, camas, estúfa...¡No se lo lleven! ¡No se lo lleven!-¡Mire señora! esta hoja es una orden de embargo, quítese por favor, déje a los señores hacer su trabajo.Ora que si quiere recuperarlos, entiéndase con Don Emilio Rivera o el comandante, es inútil que nos ruegue a nosotros.¿He? ¿cómo
la vé? ¿apóco a ustéd en ese caso se le iba a quitar la tristeza nomás por levantarse temprano? ¿ o por oír la risa infantil?-Pues no-¡Pues claro que no!-pero no es lo mismo-¿por qué no es lo mismo?-¡pos porque no! pero a ver, sigueme contando que pasó.Ha pues...¿que cree?-El viejo movió los ojos, como si deseara encontrar la respuesta en el aire-¡qué!-Pues que el licenciado éste...¿cómo se llama?¡ha sí! Valverde, Ramón Valverde fue y le díjo a Don Emilio Rivera que la Mary andaba que rete urgida por recuperar sus cosas, que para el que si se aventába a cualquier jale por tenerlas de nuevo en su casa.-¿y que hízo?
-¿qué hizo quién?-¡pues Don Emilio, estúpido!- Ha, pues, lo que hacen todos los viejos como él, pura maldad.Figurese que citó a la Mary, allá en sus oficinas de la Hidalgo: Mary, ¿cómo está?- Mary no le contestó, e inclinando la cabeza se acercó a él -míre señor, yo estoy muy conciente de que, de que no he pagado la renta desde hace tres meses, pero le juró que yo no soy ningúna habladora, y si le había dicho que para el día último le liquidaba el saldo, pues no era nomás por embustera, deveras se lo iba a pagar, ¿pero porqué me hace esto?-No, Mary, está usted equivocada, yo no lo híce, lo hicieron esos abogados prepotentes que se encargan de mis asuntos legales, pero, ustéd también debe saber que yo soy una persona como todas, y que también tengo mis deudas y pendientes, si no me pagan la renta, ¿cómo le voy a hacer yo para no meterme en líos?-Mary sumió aún más su ya doblegada cabeza-pero no es tan difícil como ustéd cree, Mary, no es tan difícil-Don Emilio se puso en pie, caminó hacia la puerta y, asegurándose que la chapa tuviera accionado el seguro, se puso a espaldas de Mary, y le díjo: Míre, Mary, yo entiendo por qué situación está pasando, y le aseguro que su angustia no me es indiferente, ya usted sábe que a mí me gusta ayudar a las personas...-puso en su hombro la mano-Mary...si usted se portara bien conmigo...aunque sea un ratito/¿Qué está insinuando, Don Emilio?-Don Emilio carraspeó intermitentemente, luego declaró-que si usted...que si usted pasara un buen rato conmigo, su deuda quedaría saldada, Mary, sal-da-da.../¡Jamás! ¿está ustéd loco? ¡prefiero quedárme sin muebles!-un paso antes de llegar a la puerta, Mary detuvo su acelerada marcha al escuchar la última y maldita oferta: ¡Nunca más tendría que pagar la renta, sé que su madre necesita costosos medicamentos, Mary, podría verla reír¡-Mary dió media vuelta, lo miró fijamente, y se dispuso a decír: ¿que es lo que quiere que haga?-Emilio Rivera sonrió ligeramente-sólo ven y muestrame que tan mujer eres...Mary se acercó a paso vacilador, su corazón que latía rápidamente, se alumbraba y calentaba más brevemente por la luz que daba le esperanza de ver sana a su madre, a la luz solar que recibía su pecho poco a poco desnudado por sus propias manos.¡Ah, condenado Emilio! siempre díje que era un buey...ahora me arrepiento, jé jé.Hijos de toda su madre, cochinos, mentirosos, malhoras que nomás para no parecer sospechosos señalan al primer baboso que le cayó la bola.Malhayos, hipócritas, pendencieros, deberían tenerle miedo a la ignorancia, y no a la carcel...ato de büeyes que no se dan cuenta de que ya viven tras las rejas y que de la mediocridad nadie los saca...por esta que nadie los saca.

Nicanor tenía la culpa por pendejo: "Don Nica, présteme cicnco pesos, es que ya estamos a Miercoles y no traigo ni para comprarles una sopa a mis pobres chamacos" "Don Nica, no sea malito, me voy a ir antes por que tengo cita en el seguro...ah...présteme unos centavos...ay lo que sea su pura y santa voluntad..." Igual que aquél día, cuando se "perdieron" todos los pinches cilindros y le echaron la culpa a Nicanor: "el es el último en irse" "yo no los agarré, de verdad, ingeniero, mejor pregúntele a Nicanor".Pasaría lo mismo, encontrarían al culpable, y Nicanor saldría bien librádo nuevamente- jéjéjé- todavía me dá risa ese día. Igual que Jesús en el templo, cuando les díjo a todos: ¡órale, sálganse todos a la chingáda! así Humberto los sacó también, pero ahora en el taller...y casi puedo jurar que con la misma expresión.¡Orale, sálganse todos a la chingada, no quiero verlos aquí, lárguense!

Posiblemente Martín Hernández, con todo y cinco años en la facultad de derecho que le sirvieron únicamente para dar el mayor tropiezo de su vida, no se atrevería a jurar, con la mano en el corazón, que la hermana menor de Humberto Peláez, hubiera sido atacada sexualmente por el longevo mecánico de setenta y dos años y complicados problemas hepáticos, el día doce de Diciembre de 1947, a las ocho, a las ocho y media o a las nueve, el violador debió haberse escondido en cualquier rincón oscuro del taller, pues las bardas Norte y Este del establecimiento alcánzan una altura de cuatro punto veinte mts. y el lado Oeste está flanqueado por la casa de empeño "Nicolás Acevedo, prestamos", que por su parte, en la azotea alberga tres perros bulldog flacos y maltratados, pero que a la hora de la hora, flacos o maltratados, atacarían al primer vivo que intentara colarse por el techo.Nicanor, si bien lo recuerdo, batallába hasta para colgarse del camión.En el frente del taller, una pesada puerta de lámina recubierta con pintura verde, medía de largo tres metros, suficientes y de sobra como para que Nicanor se muriera a mitad de la brincada, por cansancio o por esfuerzo, o si no de una caída, de espaldas, o de nalgas, igualmente se hubiera muerto.No, tuvo que haber sido José, o Matías, o el dientón, o...Santiago.Pero Nicanor cerrába con candádo, él no pudo haberse brincado.Bueno, el no habría podído brincarse.

La peregrinación avanzába, algunos devotos caminaban descalzos sobre el suelo que enfriaba, los matachines resonaban sus guajes a ritmo, la tambora estallába, el viejo de la danza asustaba a dos niños sucios que se limpiaban los mocos con la manga de la camisa.Desde el cielo una hermosa mañana...Chapeteadas, lleve la chapeteada.Y en el taller El Edén, Gloria Pelaez esperába a su hermano quién le prometió ese día pasar por ella al taller y llevarla a casa de la tía Elba, dónde seguramente habría tamales y champurrado para todo el que quisiese tomar.Pero a Humberto se le olvidó, y a el cuarto para las nueve todavía seguía en la casa con Karla: por aquí vá una hormiguita...¡ya estuvo bueno de tanto manoseo! Karla Macías, para tú información y para la información de todos, era una muchacha de principios y bien educáda, decente, y no se dejaría coger las chichis por cualquier letrado que nomás por decírle cosas bonitas, iba a tener derecho de, de, de, tocarle las chichis.¡Haste para allá! ¡pérate tantito! ¡que te hagas para allá, Humberto! está bien, pero no te enojes, yo solo quería integrarte a mi mundo...a ese mundo mágico, dónde Karla Macías no iba a tener preocupaciones, dónde solo las muy abusadas entran...al mundo de los ricos, híjole, si tu supieras lo que es tener lana...ya sé, tenerlo todo, dinero, respeto, ¡salud! pues porque ni modo de enfermarse siendo tan rico, viviendo como se vive, que preocupación podría tirarla en la cama...primero un viaje a Europa, en avión, porque ya estába cansada de subirse a los flecha roja, que por cierto nunca se les quita el olor a sobáco de viejo ranchero, un niño llorándo: ¡ya cállate o te pego!, un gordo roncando, una vieja tejiendose las trenzas, dos muchachos cuchicheando: mira al marrano, otra vez está roncando...¡en avión! claro, no hay camiones para Europa, luego un automóvil, lujoso, le serviría para ir a supervisar los trabajos en el taller: ¡oye tú! el de café, apúrate, parece que estás en el limbo...¿que es limbo?-se oyó decír a los mecánicos-es un lugar que se parece a tu culo, ignorante, ponte a trabajar, pero primero limpia toda la porquería que déjan en el piso-no es porquería, es agua-y eso-aceite-pues limpialo, no me contestes, y si no te gusta vete muy al carajo, que lo que sobran son mecánicos. Las nueve.Está bien, si lo que quieres es que me vaya, me voy,¡No! Humberto, no te vayas, mejor ven otro ratito.¡Eso era todo lo que tenía que hacer, total, como si fuera la gran cosa eso de la manoseada, si hasta el cura ese de la parroquia de la Encarnación tenía también sus historias, cura condenádo, dejába caer de adrede las ostias en los escotes de las novias y órale, a ver, que yo la agarro por que es Santa, y Santo agarrón que les dába, ya ni la muele, y todavía le hacía así, como que la buscába.Tú también debiste ser cura-¿de que háblas? No, de nada, solo estába recordándo algo, sigue acariciandome, así...no tan fuerte...así.Sírvame otros dos, Doña Mague, ahi para mi viejo que llega con mucha hambre, gracias.¡Santiago, ayúdale a la señora con las sillas! ah pero que muchacho...parece que está sordo.Don Raúl, ¿más champurrado? ándele, está re bueno.En la casa Santiago se paseaba de un lugar para otro, ya saludába a Don Estéban, A Doña Clo, a María-que grande está tu hijo-, y a Trinidad, José Trinidad Chávez de Alvarádo, para todos ustédes, y de quién todos en este barrio están orgullosos, empezándo por Santiago, a quién ya varias veces le había contado como defendió a su pueblo de los Cristeros, y a puros balazos, sin miedo, no se escondía tras los arbustos para apuntarle al primer despistado, sino salía a las calles, proclamaba el nombre de su Señor, -que en la gloria está-, y zácatelas, los mandába a la chingáda.¡Quién sigue! Y cuando ya lo iban a fusilar, cómo se iban a imaginar todos esos mentecátos que la gente del pueblo se iba a levantar contra ellos nomás de saber que tenían detenido a José Trinidad, llegaron por todas direcciones, tras una nube de polvo que levantaron sus pies al llegar-¡sueltenlo, hijos de toda su madre!.Las mujeres, algunas empuñando machetes, otras con largas escopetas, y algunas más con no sin más que piedras, valientemente se abalanzaron para darles en la cabeza, descalabrandolos, haciéndoles una rajada en la cara, arañandolos con uñas de bestia, y los hombres, no se diga, peleando como verdaderos bárbaros, daban un golpe, descontaban a un fulano y ponían los brazos en guardia, luego ya acabado el lío, de entre todos, vencedor, se erguía José Trinidad arreglándose el cuello de la camisa, saludába a sus seguidores, hacía un gesto de victoria y volvía a sumergirse en el mar de gente.Pero con el tiempo lo fueron olvidándo, ya sus más fieles soldádos habían visto la suya balaceados o en un tibio catre al lado de sus seres queridos, ya no quedaban fieles ni nadie que recordára las hazañas de José Trinidad, más que las puras leyendas que se tenían de él, y que pasában de generación en generación, de voz en voz, hasta el día en que José Trinidad quedó reducido a un raquítico costal de huesos, pero con una mente vivarácha, como la que seguro tenía en sus meros tiempos, porque además José Trinidad era un casanova, un don juan, con el que tenían que andarse con cuidado aunque fueran viejas, porque a José Trinidad nadie lo hacía tarugo, esa era la puritita verdad, aunque hubo, como siempre lo habrá, viejas que quieren pasarse de listas con uno, que se sienten tan inteligentes como los hombres, así fue la historia de Xochitl, perdón, la triste y dura historia de José Trinidad...y Xochitl, que, haciendola más corta, puedo contarles que Xochitl, a pesar de todo lo que se ha dicho, era una bella mujer, que apenas contába con catorce años de edad cuando conoció a Trinidad, allá en en el campo, arándo con los animales, ella estába recostada bajo la sombra de un pinacáte, él a dale y dale entre la tierra caliente, entónces acurrió todo, al detenerse para secarse el sudor y voltear para el árbol, de pronto vió lo que sus ojos no habían vísto nunca, y que a pesar de presenciarlo, se rehusaban a creer, era la cosa más hermosa que había visto en toda su vida, jamás, ni en los cuentos de su padre, se hubiera imaginado tal mujer.Y no pasó mucho tiempo para que la desposará y se fueran a vivir a Zimapán Hidálgo.Bien merecido se lo tenía, y bien merecido se lo tuvo hasta que Xochitl lo traicionó una noche, después de haber estado todo el día jalándo como esclavo, o como un perro, acostóse en su cama y desvistiendo a su mujer sucedió lo que nunca hubiera pensádo, y, si álguien, tres meses atrás le hubiera dicho que se cuidara porque su amáda-amadísima- andába queriéndole sumir un cuchillo, sin duda algúna le hubiera escupído a la cara.Y así fué, entre que beso y beso- de esos traicioneros- y abrazos, y jadeos-pinches jadeos- Xochitl sacó una daga de debajo de la cama, la levantó tras sus espaldas, y ¡zas!, que le apunta en el abdomen, rápidamente una mancha de sangre oscureció la camisa de Trinidad, pero no antes de haber reaccionado, y luego de pararse, arrancarle la daga de las manos y arrojarla por la ventana, abofeteó y escupió a la que decía ser su mujer, porque esa perra-Dios quiera esté en el infierno-nada tenía que ver con la Xochitl que José Trinidad conoció en Ixtlán, no tenía nada que ver con la dama que a menudo reía, y que tanta ternura le causába por estar tan chiquita, o por ser tan bonita, con esos labios de carmín, y...seguro le hubiera gustádo que conociera a su Madre, porque apuesto a que se hubieran llevado de maravilla-ándale, vámos a la cocina, ayúdame con el guiso-Pero José Trinidad Chávez de Alvardo se tuvo que aguantar como los machos a pesar de que por dentro seguro estába desmoronándose, el nunca se quejó, ni su trato con la gente fue distinto, ni le díjo a Dios vete al carájo, por que el conocía bien a Dios y Dios lo conocía bien a él, y sabía perfectamente desde niño que no hay por que ir a la Iglesia cuando ya se sábe lo único que debe de saberse, amar, amar y nada más que amar, y en eso si que nadie le ganába a José Trinidad, aunque siempre fue un problema y nunca le gustó estudiar, aunque los curas que impartían educación allá en Teultepec no veían la suya con aquél muchacho que corría y se escurría por todas partes, aunque le hubieran dicho a sus padres: ya no lo queremos en la escuela, con su hijo no se puede.José Trinidad no recordába haber ganado un primer lugar en su vida-incluso en el cocncurso de gargajos, el suyo siempre caía primero-excepto por esto: cuando se trata de amar a mi madre-decía-yo siempre soy el primer lugar, y así fue hasta que murió su madre, así fue hasta que conoció a Xochitl Rodríguez, y así fue hasta esa noche, la noche en que todavía, a José Trinidad, nadie le ganába a amar.Ya después, y cuando hubo de pasar el tiempo por su vida, volvióse a tener otra esposa, y José Trinidad nuevamente fue feliz, pero esa...es otra historia.El aire estába poniendose frío ese doce de Diciembre.Las perigrinaciones, se disolvían entre pequeños grupos de gente que se alejaban cada vez más de la iglesia de Guadalúpe.Algúnos comerciantes ofrecían fotografías con un trasfondo del cerro del Tepeyác, la Virgen, y Juan Diego arrodillado, otras, solo con la virgen.También se vendían rosarios, oraciones para todos los Santos y para todos los casos, estatuillas, crucifijos con un Jesucristo de rostro triste, ensangrentado, y derrotado.Semíllas, dúlces, todo tipo de cosas ahí se vendían.Por la acera, dos ancianas caminaban tomadas de la mano, una hacía el bastón de la otra-Mi nieta nació en Villa Juárez -Ah Dios, ¿la hija de tencha? -Si, nació en Villa Juárez - Pero está muy chiquita todavía...¿cuántos años tiene?- trece/¡Señora, señora, ayúdeme por favor!Una niña de apenas catorce años, piel trigueña y cabellos rizados parecía haber saltado de la boca de la anciana al pasar por el número dieciseis de la avenída Hidalgo, su rostro, seguramente era bello tras esa nivea máscara de terror, sus uñas pequeñas, se hundían en el fúnebre encaje de doña Cándida Fernández, y, estupefactas al observar la carita de la niña regada de lágrimas, la escucharon balbucear: ¡un señor, un señor que no pude distinguir! ¡estába oscuro! ¡quiero a mi hermano!

¡Me lleva la chingáda, me lleva!.¿Dónde estúvo Humberto cuándo debía recoger a su hermana en el taller?- a ver, ya no me acuerdo- ¿en dónde?¿ a que hora?-En que momento suceden las cosas-, en un abrir y cerrar de ojos puede pasar cualquier cosa- pero si fue cosa de una hora...-tal vez menos, fui por ella y ya no estába, regresé a la casa-canija escuincla, dónde se habrá metido-sonó el telefóno-Bueno...si, yo soy...¿que le pasó?...¿dónde?...voy para allá.Ya no vale la pena llorar.Estos licenciados se harán cargo de todo, la policía ya está investigando: fue Nicanor, de seguro que ese viejo maldito la violó...¡cerdo!...¡silencio!.Todos los mecánicos estan cooperando, José, Matías, el dientón...y Santiago, Santiago, el aún no ha declarado nada en contra del viejo, porque...porque muy a pesar de todo, es decír, de lo malhora y raboverde, aquél viejo tan maltratado,tan jodído, tan maltratado, había sido por mucho tiempo su amigo, el más íntimo que tenía, y a pesar de verlo echarse sus churros de marihuana en el taller, a pesar de haberlo mandádo al diablo un millón de veces cuando se molestába, de haberlo descontádo aquél día por meterse con María Luisa, de esconderle el refresco de tamarindo, de bajárle el lonche que le traía la esposa, de decírle buey, de decírle baboso...a Nicanor, le había agarrádo un cariño de la chingáda, le había tomádo voluntad, y ahora, al ver que al pobre lo enterraron días después de haberlo metído a la cárcel -dizque por complicaciones hepáticas-al recordar que el también dudó cuándo Nicanor le había dicho que eran puras habladas, que eran cuentos de viejas, que nomás salen embarazádas de quién sabe quién y...órale, agárrate a ese bruto que el otro se peló, fue cuando Santiago, por fin, había entendido que el viejo en realidad quízo ser su amigo, quízo hacer de Santiago el hijo que nunca tuvo- y que si tuvo, nunca se enteró-Por que el no le contó mentiras jamás, como nunca se le cuentan a un hijo, porque aún después de todo, el viejo, dónde quiera que esté, le seguía sonriendo a Santiago y no le guardaría rencor por que a un hijo no se le guarda rencor, y Santiago era su híjo, y lo que insíste son los hechos.En realidad lo mataron a trancazos, Humberto pagó para que lo despacharan en la carcel y así fue, tal y cual, el viejo murió y hoy en su tumba...bueno, en el bulto de arena, Santiago encajó una cruz que el mismo labró con su nombre: Nicanor Aguirre Estrada.Tiempo después, como en los cuentos, todo se resolvió y se supó para la pena de Humberto y para la verguenza de todos, que Gloria María Peláez Rodríguez, hermána menor del dueño, amo y señor de el taller el Edén, Humberto Peláez Rodríguez, había resultádo embarazáda, productó de una infectuosa relación con un jóven de diecisiete, de quién por supuesto ya no se supo nada por que un día de aqéllos agarró sus cosas y desapareció mágicamente.Gloria tuvo que soportar la pena de su desvarío toda su vida y muchos años después, seguía llorándo en las noches de frío.Respecto a los mecánicos, no se sabe mucho, excepto que José y Matías se fueron para el otro lado, el dientón se casó y ahora vive en Frankie, Dgo., con dos niñas preciosas; se gána la vida dignamente trabajándo en la planta termoeléctrica de la ciudad, hoy vive muy bien.Santiago, bueno, dícen que se fue a el sur, que hoy trabaja de mesero o no se qué, y sabe Dios cómo le vá...

A mis hermanas.

Texto agregado el 30-08-2004, y leído por 223 visitantes. (0 votos)


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