Quisiera hallar un tema cotidiano para invocarte,
para decirte al menos una mínima parte de todo el tiempo que paso,
como imbécil pensando en tu memoria,
recordando tu aroma que ni siquiera me gustaba tanto...
No era un olor delicioso, a flores perfumadas de aroma fresco y febril,
era un olor jabonoso, pero tan tuyo,
que hasta creo que eso extraño...
Añoro tus dientes imperfectos, es absurdo lo sé,
pero no hay modo de saber qué extrañaremos de la persona amada,
porque yo te amé, te lo recuerdo.
Pero un día, no sé por qué razón o pensamiento,
decidiste dejar de ser nosotros,
para volverte nuevamente tú.
Ignoro si encontraste otra sombra más parecida a la tuya,
y en el constante esperar por los detalles míos que no llegaron,
hubo quién te diera la atención que requerías.
Debo confesar que me extrañara tu falta de reclamos,
porque acostumbrado a ser como soy,
nunca me hubo pasado lo que interpreté como madurez de parte tuya.
Craso error el del silencio compartido,
supe tarde que el mutismo de los días a tu lado,
sólo nos fue alejando poco a poco,
de modo absoluto y estúpidamente irremediable.
Esperé acaso demasiado para empezar a escribir,
y lo que pude, no te lo entregué a tiempo...
Tienes razón en haberte hartado de todo ello,
no puedo culparte por querer ser correspondida.
A destiempo te digo que no hace falta mencionarlo,
pero eras más que correspondida,
eras amada.
Quede como evidencia de lo que me pasa tantas veces,
y ya no sirva para nada, para nada que no sirva para salvar al amor.
Pensé muchas veces y modos de estar más tiempo a tu lado,
pero nada hice entonces de lo que pude hacer ahora que ya de nada sirva.
Sólo me pongo a pensarte y quisiera pensar que de algún modo te enteres de todo esto, aunque ya no sirva de maldita la cosa...
Perdón por ser tan ciego al pensar, que los dos amábamos del mismo modo. |