Energía
Acep.7 f. Fís. Capacidad de un cuerpo para realizar trabajo en razón de su posición en un campo de fuerzas.
4.
La visión de esa luz imposible traspasando las cortinas me tuvo caviloso durante un buen rato. No hallé una explicación coherente a este suceso por lo que mi mente, como la de cualquier persona que no obtuviera una respuesta razonada después de un largo tiempo, comenzó a divagar en otras cosas.
La sensación que ahora percibía era que el tono índigo de esa luz envolvía toda la habitación en su conjunto matizando tanto paredes como objetos, proporcionándole un aspecto espectral.
A veces me parecía divisar unos pequeños destellos similares a copos de nieve, pero que al contrario de estos no caían ni se depositaban en ninguna parte, si no que se mantenían suspendidos durante unos instantes ejecutando cabriolas a distintas velocidades y luego desaparecían misteriosamente ante mis ojos. Este hecho, al igual que me mantuvo entretenido durante varios minutos, también me llevaba a dudar de la veracidad de mi capacidad de percepción ya que sabía imposible que un fenómeno de esas características pudiera producirse entre las cuatro paredes de mi habitación.
El teléfono volvió a vibrar en la cómoda durante unos segundos y lo miré con apatía. Ante la imposibilidad de contestar, me fastidiaba que estuviera sonando. Pero esto también me hizo albergar ciertas esperanzas con respecto a que fueran mis compañeros del trabajo; Y aunque sabía que tarde o temprano harían por localizarme, lo que verdaderamente me aterraba era en cuanto tiempo consistiría el plazo hasta que decidieran que mi ausencia podría deberse un motivo excepcional.
De pronto, ¡se abrió la puerta del cuarto!
Si hubiera podido sentirlo, seguro que un respingo habría recorrido la totalidad de mi cuerpo.
¡Era Fernando! ¡Por fin terminaba el suplicio de mi encierro!
Gesticulé con la boca para que pudiera ver que me resultaba imposible hablar y realizar cualquier acción más allá de eso. Yo esperaba por su parte una reacción alterada considerando la visión que tendría de mí, pero Fernando actuaba extrañamente pausado.
Se mantuvo estático, inmóvil frente a mi durante varios minutos como meditando en silencio. Luego agarró la silla y se sentó junto a mí, al lado de la cama, manteniendo un profundo e inquietante silencio.
En mi interior un grito luchaba salvajemente por salir expelido por mi garganta, pero no fui capaz de prorrumpir sonido alguno.
En un momento determinado se cruzaron nuestras miradas y observe que sus ojos parecían traspasarme, enfocándose más allá de donde me ubicaba.
La situación se me antojaba de un absurdo casi onírico, pero al mismo tiempo terriblemente real y desesperante hasta el límite.
Pero fue mi desesperación precisamente la que rebasó todos lo limites cuando vi que se levantaba y abandonaba lentamente el cuarto.
Ver marcharse a Fernando tal y como había venido, sin dirigirme la palabra, sin efectuar el menor gesto de ayuda, me hacia temer por mi cordura y por mi vida. ¿Qué estaba sucediendo para que mi mejor amigo me abandonara en tan terrible situación?
Fernando no había hecho más que cerrar la puerta cuando el aspecto de la habitación cambió radicalmente.
La luz que entraba por las cortinas, hasta ahora estática, había comenzado a girar vertiginosamente, apagándose y encendiéndose sin que entendiera el motivo. Tuve la sensación de estar en una extraña discoteca que rondaba únicamente alrededor de mi cabeza. El reloj, la cómoda, el PC y todos los objetos que tenía a la vista danzaban en torno a mí, distorsionándose, alargándose y empequeñeciéndose hasta desparecer en una especie de torbellino negro que todo lo absorbía. Puntos negros y blancos, destellos, luces intermitentes y una profunda sensación de mareo me envolvió propiciando un alarido que pugnaba por salir de mis entrañas;
Pero el silencio fue mi única respuesta…
De repente, ¡un pinchazo terrible que provino de mi pecho me hizo poner los ojos en blanco! El dolor traspasaba los niveles de lo físico y tenía la sensación de desfallecer irremediablemente. Varios pinchazos más, cada uno más potente que el otro, propiciaron que perdiera el conocimiento aliviando así un sufrimiento que estaba a punto de volverme completamente loco.
**********
Abrí los ojos y sentí un dolor indescriptible en las retinas.
No conseguía calcular cuanto tiempo estuve inconsciente, pero tenía la sensación que había transcurrido una eternidad. La cabeza me estallaba y sentía un agudo dolor prácticamente hasta en el último centímetro de mi cuerpo.
En principio no caí en la cuenta de que ya no me encontraba boca abajo, hasta que una molestia en mi garganta hizo que me llevara la mano hasta la altura del cuello. La elevé hacia arriba… ¡Podía mover la mano!
Intenté enfocar la vista todo al máximo pero no vislumbraba más allá que un poco más adelante de mis narices. Solo percibía el brillo nebuloso de unas luces blancas que circundaban todo y un pitido intermitente que de repente se trocó en una especie de estridente alarma…
¡Podía oír!
La excitación me embargaba y luche por levantarme del camastro pero varios cables restringían la libertad de mis movimientos. Un pinchazo muy agudo en el brazo me hizo desistir en el acto.
Una voz femenina, que se me antojó de ángel, me susurró.
- No intente levantarse Álvaro. Soy la enfermera. No se preocupe por nada. Me alegro de verle de vuelta.
- ¿Dónde…donde estoy? – acerté a decir con la voz entrecortada sin poder apreciar el rostro de mi interlocutora. (Pero si sentí una felicidad inmensa al apreciar de nuevo mi tono)
- Esta a salvo. Se encuentra en un hospital. En cuanto sea posible el doctor Martínez le explicará su situación. Pero ahora debe tranquilizarse para que pueda recuperarse pronto.
- ¿Cuánto tiempo…he…estado…inconsciente?- pregunté confundido.
- Quince días. Pero olvídese de todo eso ahora. Debe seguir descansando…
- Enfermera…- dije con un hilo de voz
- Dígame Álvaro.
- ….Graa...cias.
*********
Doce días después abandoné el hospital donde me ayudaron a recuperarme satisfactoriamente de mis heridas.
Mis recuerdos se quedaron perdidos en el momento que abandoné aquel bar de copas donde había permanecido con Fernando y el resto de amigos. Posteriormente el doctor me informó de que al parecer, mientras me caminaba hacia el apartamento aquella noche, fui atropellado por un vehiculo que se dio a la fuga creyéndome muerto.
Estuve tirado en la calle, desangrándome e inconsciente, durante casi 40 minutos hasta que un vecino que bajaba la basura me encontró.
Ingresé en el centro hospitalario con apenas un hilo de vida y permanecí durante aquellos quince días en un estado profundo de coma vegetativo, en el cual mi cuerpo, mis órganos al completo habían dejado de funcionar. Después de los diez primeros días tuvieron que realizarme una operación correctora muy importante en la parte de atrás del cráneo, ya que lo tenía hundido debido a las graves heridas. A causa de eso unos días más tarde, según el doctor Martínez, sufrí una parada cardiaca de la que el personalmente se ocupó de recuperarme y el resto del tiempo permanecí sumido en la inconsciencia hasta que espontáneamente – ¡y milagrosamente!- desperté.
Así, con las propias palabras del doctor lo defino. Fue un milagro.
Con respecto a Fernando, me enteré por él mismo que estuvo visitándome en el centro hospitalario a diario durante mi convalecencia. Según me contó, cuando Sandra llamó a mi apartamento y no obtuvo respuesta se preocupó sumamente y comenzó a llamar a hospitales hasta que me localizaron.
Por su parte Fernando me dijo que aquella misma tarde se acercó a mi apartamento, pero justo en la puerta Sandra lo llamó al móvil ya que me habían localizado ingresado en las urgencias de este hospital. Fernando nunca llegó a entrar a mi apartamento e inmediatamente después de recibir la llamada marchó a reunirse con Sandra.
Yo no llegué nunca a contar a nadie lo que en mi interior yo creía que había sucedido durante aquel tiempo. Mi propio agnosticismo me impedía admitir que de algún modo inexplicable una parte de mi sufriera aquel calvario porque ese hecho me haría cuestionar profundamente toda la estructura de mi mundo, de mis creencias; Y por supuesto, naturalmente achaqué todas aquellas experiencias, para mí muy vividas, a las alucinaciones agonizantes de un moribundo…
Pero…
Cuando ya recuperado, me dieron el alta, fui inmediatamente a mi apartamento con una duda corroyéndome desde el interior. Accedí al piso y entré en la habitación.
Estaba algo distinta.
Por un lado, lo que yo recordaba de mi terrible experiencia, seguía allí, pero esta vez del modo mas natural. Mi cama, mi mesa, mi PC, el reloj en la cómoda…No había nada inhabitual que reseñar. Todo permanecía en su sitio y no había desaparecido en un torbellino de negrura como creí ver.
Me senté en la cama y me dispuse a deshacer el equipaje que Fernando me había llevado al hospital. Me descalcé y con los pies busqué las zapatillas que recordaba haber dejado bajo la cama. No las encontré y me agache rebuscando con la mano.
Encontré la zapatilla…y encima de ella, una pluma.
Me puse en pie y la miré largamente.
Era una pluma de color ligeramente gris, de paloma.
Sonreí para mis adentros y una extraña sensación de plenitud y sosiego se instaló en mi corazón.
Utopía.
Acep1. Doctrina que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.
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