LA PESCA
ROCAS era/es un pequeñísimo pueblo situado muy arriba en la costa de Gerona casi al lado de Francia, ubicado en una privilegiada y pequeña cala rodeada de altos farallones, escondido y casi inaccesible por tierra, solo a través de un polvoriento camino y después de un montón de kilómetros se llegaba a una carretera secundaria muy poco frecuentada..
El estar tan aislado les había acarreado a sus habitantes todos los problemas debidos a la incomunicación, pero por otro lado les había librado de la avalancha del turismo, allí no llegaba nadie, vivían tranquilos y se podría decir que hasta felices, bueno los que quedaban, solo cuatro ó cinco familias, apenas una veintena de personas y todas muy mayores, los jóvenes hacia tiempo habían emigrado buscando otro futuro.
No había escuela, no había niños, no había sanatorio, se cuidaban ellos solos, y por no haber, no había ni puerto, solo un pequeño espigon donde atracaban las dos barcas, bueno, barquitas de Mario y José, los únicos pescadores que quedaban y que todas las mañanas a pesar de sus achaques y reumas salían a la mar.
El aislamiento en el que siempre habían vivido, había generado una forma de vida y de relaciones casi como la de las tribus antiguas, se compartía todo y no es que no hubiera propiedades privadas, es que imperaba la solidaridad, las pocas legumbres que en una huertita producían, los huevos de las gallinas que por el pueblo correteaban y por supuesto los pescados, siempre escasos, que Mario y José traían eran de todos.
Todas las tardes al anochecer se juntaban en la pequeñísima placita del pueblo a comentar las pocas novedades del día, a realizar el reparto de los alimentos y a interesarse por las necesidades de los demás.
Se podía decir que estaban muy contentos con sus vidas, necesitaban muy poco, confiaban unos en los otros, habían desterrado envidias y ambiciones, se consideraban todos iguales, con sus necesidades básicas cubiertas y por si esto no bastara, tenían la suerte de vivir en un entorno precioso, por lo que confiaban en que siempre seria igual hasta que el pueblo desapareciera, que sabían llegaría ya que todos tenían muchísimos años y no había sabia nueva, pero hasta entonces vivían, que no era poco.
Y así seguían, y así esperaban seguir, hasta que una tarde, una maldita tarde casi al anochecer, las voces que José daba desde su barca aun muy lejana, les hizo apresurarse a todos hasta la orilla, desde donde contemplaron preocupados la agitación y los aspavientos que hacia el anciano pescador.
Al fin pudieron entender lo que decía
“Vecinos, vecinos, mirar lo que he pescado, venid, venid y veréis que suerte he tenido“
Todos se amontonaron alrededor del enfebrecido José, que con cara de inmensa satisfacción retiro las redes y les mostró la pesca que yacía en el fondo de su barca.
Ninguno se esperaba una sorpresa como la que recibieron, cada uno pensaban que lo que habría cogido, seria alguna pequeña barracuda, que a veces caían, un buen pulpo o quizás un mero, pero no, lo que José destapo era una sirena, una hermosa sirena como las de los cuentos, con una larga cabellera rubia, unos preciosos ojos azules y una encantadora sonrisa que desplegó para todos ellos.
No sabían que decir, era algo impensable, algo extraordinario, no reaccionaban, estaban absortos y como soñando viendo a la preciosa criatura que moviendo su enorme cola de pescado y les hacia graciosos mohines emitiendo pequeños sonidos, algo así como “glu,glu”
Al fin fueron saliendo de su estupor en parte atronados por las voces de José.
“¿Que os parece?, ¿Es fantástico no? Vaya suerte que he tenido, pescar una sirena para mi solo“ (Primera vez que José hablaba de una propiedad única y no compartida con el pueblo)
Y continúo.
“Voy a hablar con mi mujer ahora mismo y decidir que voy a hacer“ ( Segunda vez que José hablaba de su posesión personal ) y salio disparado hacia el pueblo
Todo siguieron allí encandilados por la preciosa criatura que les sonreía con dulzura, nadie se movía, parecían soñar, hasta que al cabo de un rato, Enricote, que pasaba por ser él que mas luces tenia en el pueblo dijo
“A mi me parece que la sirena se esta secando, tenemos que preparar un bidón o algo parecido con agua para meterla“
“No, no toquéis mi sirena, yo me ocupo de ella” apuntillo José que había vuelto corriendo (Tercera vez que la defendía como únicamente suya y ya no las voy a contar mas, porque esa siguió siendo su tónica cuando hablaba de su hallazgo )
José trajo un pequeño remolque, subió a la/su sirena y se la llevo a su casa que era mas una casamata de pescadores que una casa en condiciones.
La sirena iba encantada, sonreía, movía la melena, agitaba la cola y seguía diciendo “glu, glu“ no emitía ningún otro sonido
Los vecinos se fueron retirando entre comentarios, la mayoría de extrañeza, no llegaban a entender el comportamiento posesivo de José, hasta entonces todo era de todos, era algo inusual en sus vidas y se encontraban realmente disgustados.
José construyo un estanque pequeño, pero lo suficientemente grande como para que la sirena pudiera chapotear y dar unas vueltas y al día siguiente muy de mañana, salio con su también viejo burro de casa, pero no antes de rodear el estanque con una cuerda y poner un letrero que decía “No acercaros a mi sirena“ y se encamino hacia el polvoriento camino de salida del pueblo.
Por su mujer los vecinos se enteraron que iba a la lejana ciudad, a tratar de venderla a algún feriante o a alquilarla en algún hotel de la playa y decía serviría de reclamo para las próximas fiestas que se avecinaban y que estaba seguro le darían mucho dinero, su mujer les comento que estaba encantado y seguro de que su suerte le permitiría salir de este jodio pueblo, parece ser que así le definió, ante el escándalo de todos, su pueblo no era jodio, aquí estaban sus raíces, aquí habían siempre vivido felices desde siempre y confiaban en que fuera así en el futuro. ¿Pero que le había pasado a José? Estaban tan poco preparados para comprender la avaricia y el egoísmo, que no podían entenderlo.
Durante todo el día los vecinos, incluso Mario el otro pescador, que ese día no salio al mar, estuvieron viendo a la sirena desde detrás de la cuerda, era un encanto, siempre sonreía, era guapísima, parecía muy joven y tenia una melena preciosa,.
Pero al cabo empezaron a ver que hacia continuos movimientos con las manos señalándose la boca mientras les dedicaba variados “glus, glus“ muy seguidos.
Fue Enricote, el de más luces, el que una vez más, reacciono el primero.
“ o que tiene es hambre, hay que traerle algo para comer“
Al momento, se convirtió en una diversión el ver como cazaba al vuelo las sardinas, calamares y doradas que los vecinos le echaban, y como comía, que bárbara no paraba. Y así, disfrutando de la visión de la sirena se les paso la jornada.
Ya casi de noche volvió José, venia cansado y con cara de pocos amigos y ya en la plaza no pudo evitar el volcar su frustración diciéndoles.
“Se han reído de mi, en el Ayuntamiento y en todos los bares y hoteles en que he entrado, todos me han dicho que estaba loco que de donde me había sacado esa tontería y que lo mejor que podía hacer es hacerla en escabeche, nadie me ha hecho caso, a nadie le interesa la sirena“
No digo que los vecinos se alegraran de su fracaso porque eran tan buenas personas que no eran capaces de disfrutar con el mal ajeno, pero al menos esbozaron una sonrisa y el que mas y el que menos no dejo de pensar “ fastídiate por egoísta “
El pueblo siguió al día siguiente con la rutina de siempre, los labradores a recoger la cosecha, las abuelas a organizar los hogares y los pescadores a pescar, la única variable en sus organizadas vidas es que se acercaban continuamente a ver a la sirena cada vez que sus tareas se lo permitían.
Cuando José volvió de pescar por la tarde, como ya había sido avisado de las necesidades alimenticias de su sirena, toda la pesca la puso a su disposición, no hubo nada para el reparto cotidiano a sus vecinos, todo fue engullido por la sirena que muchos “glus, glus” de satisfacción.
Las murmuraciones aumentaron ya que lo recogido por Mario no fue suficiente para todos, se quedaron ese día sin la cotidiana ración de pescado y los comentarios negativos empezaron a adueñarse de todos, se oían propuestas antes impensable, como “Pues no se le da a José ni judías verdes, ni patatas“ “Pues José se debía ir con su sirena a otro sitio, no le necesitamos“ y así, y así, los malos pensamientos se estaban adueñando de la pacifica comunidad..
La tensión continuo en los días siguientes, José seguía utilizando todo lo pescado para su sirena, a la que los vecinos empezaron a mirar con creciente rencor, sabían que ella no tenia la culpa de lo que pasaba, era un encanto y totalmente inocente, pero la necesidad, era la necesidad y empezó a ser superior a la satisfacción que seguían recibiendo cuando contemplaban sus chapoteos, sus sonrisas y sus “glus,glus“.
Hasta que como siempre fue Enricote, el que dio con la solución, sugiriendo en una noche en la que se habían reunido en su casa, sin lógicamente la presencia de José.
“La solución esta en devolver la sirena de nuevo al mar”
Por un momento se quedaron en silencio, pero la idea debía estar en el inconsciente de todos ellos, ya que nadie le puso ningún pero a la sugerencia, por lo que esa misma noche, envolvieron en unos sacos a la sirena, que como siempre les recibió con su encantadora sonrisa y en silencio la llevaron hasta la playa.
La sirena entro de inmediato en el mar nadando con elegancia y moviendo graciosamente la cola, les dedico una última sonrisa y se alejo hacia el interior con la rubia cabellera brillando por la luz de la luna, mientras desaparecía en el horizonte dando saltos sobre las olas, el que mas y el que menos dejo caer una lagrimita y no solo porque todos fueran ancianos y tuvieron la sensibilidad a flor de piel, sino porque además eran conscientes de que la sirena era un ser maravilloso, que siempre les había dado siempre la mejor de sus sonrisas y habia traído una variación a sus vidas.
Todos volvieron cabizbajos a casa, tristes pero con el convencimiento de que habían hecho lo mejor y lo único que podían hacer.
Lógicamente al día siguiente, José monto en cólera, estaba tan fuera de si que sus vecinos temieron por un momento que le pudiera dar un infarto de lo rojo y tenso que se puso, pero se fue calmando, al fin al cabo era ya un casi anciano cuyas pocas fuerzas no le permitían un estado continuado de excitación y se fue aplacando y tranquilizando poco a poco, sin duda también influido por los comentarios de su mujer, que le decía
“José, así es mucho mejor, recuerda que antes vivíamos muy tranquilos que todos éramos amigos y ahora estábamos enfadados y nos mirábamos mal los unos a los otros, olvídalo y volvamos a nuestra vida de siempre“
Y lo fue dejando, y lo dejo y la paz y el sosiego fue de nuevo afincándose en el pueblito y José y Mario siguieron pescando y repartiendo lo capturado todas las tardes y había judías verdes y patatas para todos y su vida se fue normalizando poco a poco, recuperando el anterior equilibrio, hasta que todos fueron olvidando el asunto.
Y como no tenían tele y no les llegaba tampoco las emisoras de radio ni los periódicos, no se enteraron de la noticia, que a las pocas semanas difundieron los medios de comunicación.
“ La policía costera había encontrado flotando en la costa medio cuerpo de mujer que no había sido aun identificado, se sospechaba que podía haber sido arrojada desde un barco conservero japonés que operaba en esas aguas y aunque había sido inspeccionado en profundidad no habían podido encontrar el otro medio cuerpo, la noticia también se hacia eco del inapropiado comentario del comisario que llevaba la investigación cuando dijo, “No me explico que habrá pasado con la otra mitad del cuerpo, a no ser que la hayan troceado y metido en latas de conserva”
Pero claro él no podía imaginarse lo acertado que estaba en su suposición.
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