La vaca Gallarda.
El detective hombre experto, curtido y de pocas palabras no le quedó más remedio que aceptar las órdenes superiores, de muy arriba. Tanto la policía como toda las fuerzas de seguridad del estado estaban inmersos en una campaña de concienciación ciudadana, y que mejor que empezar por los más pequeños. Las lumbreras del departamento cavilaron, que explicando los métodos de pesquisas policiales serían más comprendidos por la población. Una vez ganadas las simpatías de los más pequeños, los mayores quedarían sometidos al entusiasmo de sus respectivos hijos. ¿Cómo explicar tal cosa a unos infantes? Así es como la vaca Gallarda pasó de animal a detective.
La historia era bien sencilla: Se trató de hacer que comprendieran de la forma más natural posible el trabajo policial. Se pensó en la vaca, como animal que da leche. Cosa obvia si pensamos que la leche es primordial en el crecimiento de los niños. Además contando con las simpatías de los mismos ante un animal tan querido.
¿Y dónde ubicamos a la vaca? El entorno natural seria, como es de cajón en un prado, o en una granja, pero los niños de hoy en día, ¿Dónde verían una vaca? ¿Adónde suelen ir con mayor frecuencia? Se decidió por mayoría y después de e numerables discusiones, que el centro comercial sería el sitio después de la escuela, en donde con más probabilidad pudieran ver a un rumiante.
¿El nombre? “Gallarda” apodo valiente, atrevido y pegadizo. Ya tenemos a la vaca, el nombre y el sitio. Ahora a pensar la manera de hacer que el animal se comporte como un detective.
Bien, a lo largo de muchas discusiones en donde pedagogos, psicólogos y asociaciones de padres tuvieron mucho que ver con esta historia. Que a continuación, os paso a relatar:
En un descuido de sus distraídos padres, un niño llamado Luisito se perdió en el inmenso centro comercial. Acudió la policía con su mejor detective: la vaca “Gallarda” los asustados y encolerizados padres no podían creer lo que veían ¿Una vaca? ¿Esto era lo único que ofrecía la policía para encontrar a su hijo? Los agentes con mucha calma le explicaron a los mayores, que no era una vaca cualquiera. Había pertenecido a un granjero al que le gustaban mucho las novelas policiacas, como leía en voz alta. Gallarda aprendió el oficio de detective. Los padres algo más tranquilos, quedaron convencidos ante tan contundentes argumentos.
La vaca lenta, pero sin pausa empezó a olfatear el entorno. En el acto, con ese contoneo característico de estos animales comenzó a dirigirse por el pasillo, en el que, en ambos lados varias tiendas de diferentes mercancías flaqueaban el mismo. Por fin se detuvo en un comercio de animales. En el escaparate un perrito estaba expuesto en busca de nuevo dueño. Gallarda en un idioma que sólo los animales se entienden entre si, le pregunto por el niño. El cachorro, que por cierto tenía muchos nombres, tantos como niños lo veían diariamente, le ladró:
—Que ese niño, no hace mucho estuvo pegado al escaparate. —Siguió ladrando, moviendo la colita de pura alegría— Se fue después de un buen rato al puesto de los juguetes.
Fueron todos al comercio de muñecos. Gallarda, los policías y los padres. La vaca olfateaba sin resultado alguno. No percibiendo ningún olor a niño perdido.
En la tienda un perezoso gato negro se estaba echando una buena siesta. Gallarda lo despertó preguntándole por el niño. A lo que éste con un perezoso maullido le dijo:
—Que sí, que recordaba al infante manoseando los juguetes de la tienda, pero el dueño enfadado le dijo que se marchara. A lo que el niño, se fue muy disgustado. —El gato siguió con sus indicaciones— No te puedo decir mucho más gallarda, pero me pareció que entró en los recreativos.
Allá que fueron toda la comitiva, expectantes ante las pesquisas de gallarda. En los recreativos, el ruido de las maquinas de matar marcianos y los Pinballs distrajeron un poco a Gallarda, que pronto se recuperó al observar a un ratón, que estaba dando buena cuenta de una patata frita que algún adolecente descuidado dejó caer al suelo.
El roedor con mucho gusto informó a la vaca:
—El niño estuvo aquí, no hace mucho, pero al ver que nadie le hacía caso y estorbando a los jovenzuelos, se marchó. —La rata a modo de ayuda siguió hablando— Lo más seguro gallarda es que fuera al puesto de helados, que está muy cerca de aquí.
Con un mugido de satisfacción, la vaca emprendió la marcha hacia la heladería.
Una mosca que estaba zumbando, e intentando beber los restos de una copa de helado llamó la atención de gallarda.
—¿Este es el helado que tomó el niño? —Preguntó esperanzada.
—Sí —Contestó con su característico zumbido la molesta mosca— El dueño de la heladería, al ver al niño le dio lástima, dándole una copa de helado. —Prosiguió la mosca, no sin descuidar los restos del vaso.
—¿Sabes a dónde fue el niño? —Preguntó diligente Gallarda.
—Puede ser que fuera al puesto de hamburguesas, que está muy cerca de aquí. —Contestó el insecto que ya estaba muy molesto, no era plan que le molestaran mucho. Ya de por sí era muy peligroso estar en el fondo de una copa, para que lo fastidiaran con tanto interrogatorio.
Gallarda al ver que no sacaría más información, se dirigió al puesto de comida rápida. Toda la comitiva y un montón de curiosos, la seguían con expectante atención.
Una cucaracha que se movía con extraordinaria rapidez, con la experiencia que da el evitar que continuamente te pisen, llamó la atención de gallarda.
—Amiga. —Le mugió Gallarda— ¿has visto a un niño solo, hace poco?
—Desde luego que sí. Le dio tanta lástima al cocinero, que le invitó a doble ración de hamburguesa y patatas fritas. —La cucaracha con desdén dejó por terminado el interrogatorio, intentando sobrevivir en medio de ese bosque de piernas que sólo querían aplastarla.
La vaca insistió, y amenazando con pisarla ella misma consiguió que siguiera hablando.
—Está bien, si lo buscas, detrás de esa puerta en donde el olor es para mí una delicia, lo encontraras.
Luisito, después de comer y beber tanto acabó con dolor de barriga. Sentado en el inodoro lo encontraron. Todos aplaudieron felicitando a la vaca. Su mamá satisfecha abrazó a Gallarda, y la policía en premio a su labor en pro de la justicia, la condecoró.
La clase se quedó muda, el viejo policía se pensó que aquello era un fracaso. En cuanto reaccionaron los niños, entre contentos y alborotados querían saber más de la vaca gallarda.
¿Qué dirían los expertos? ¿Habría más aventuras?
Lo que sí es cierto, que entonces muchos niños en lugar de desear ser bomberos, ahora desean ser policías…
Fin.
J.M. Martínez Pedrós.
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