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Mi apartamento es un manicomio. Todos los días vivimos en discusión permanente los que habitamos aquí. Es decir, mis padres y yo; pues mi hermano se casó hace más de un año. Todos los días cuando me levanto, huelo el hedor de la inseguridad, de sentirme intranquilo, porque no me siento seguro al lado de mis progenitores, ni ellos se sienten seguros a mi lado. Estos lugares no deberían ser lícitos; es decir, las residencias de familias. Todos los días parlamos mis padres y yo, es decir, tenemos charlas insustanciales una y otra vez.

Mis progenitores sufren de paroxismo; especialmente mi madre, a ella le gusta hacerme la vida imposible cada vez que puede. De hecho, lo hace todo el tiempo, entre semana y los fines de semana. Cuando mi madre se me acerca, parpadeo mucho porque sé que viene a molestarme; ella es una especie de robot, todos los días hace más de dos años sólo repite las mismas palabras, las mismas frases. A ella le encanta. Ella nunca me dice que soy avocastro a pesar de que nací con tres ojos, dos narices y dos bocas. Y cada vez que se me acerca me azora con sus repeticiones robóticas; son las mismas de siempre, ya me las aprendí de memoria: “vaya a bañarse”, “échese desodorante”, “cámbiese de pijama”, “venga a comer”, “use la misma toalla todos los días”, “tiene chucha” “lave la loza” y otras cuantas más.

Mi madre está completamente ida, sólo repite esas mismas frases todos los benditos días, y lo más triste es que yo le pido que no me vuelva a repetir lo mismo todos los días pero ella sigue hablando sola, pues yo no le pongo atención. Ella es una máquina que sólo sabe decir estas cosas y no reacciona cuando yo le pido que deje de repetir como si fuera una máquina.

Mi papá todos los días me llama desde el lugar de su trabajo y él también está completamente ido; repite lo mismo una y otra vez: ¿Qué le llevo?; ¿Le llevo algo de comer? ¿Unas papitas y algún dulce? Siempre me pregunta lo mismo, por lo que yo siempre le respondo lo mismo. Sí, tráigame papitas y un dulce, pero, por favor, que el dulce no tenga ningún ingrediente de animales; ni leche, ni miel; nada que venga de animales.

Las peleas que se arman en mi apartamento, son diferentes entre semana a las de los fines de semana. Mis padres aseguran que el apartamento les pertenece a ellos porque ellos lo compraron hace más de 20 años. Yo les digo que el apartamento me pertenece a mí porque yo he crecido aquí. Me tienen secuestrado, no puedo irme a ningún otro lugar

La felicidad de ellos no es alícuota a la mía; ellos pensaban que mi propósito en la vida era ser feliz. Pero fue sólo palabrería; aquí estoy atrapado en mi habitación desde hace casi 30 años. Aquí vivimos en continua guerra: yo peleo con mi mamá, mi mamá pelea conmigo; yo peleo con mi papá, mi papá pelea conmigo; mi mamá pelea con mi papá, y mi papá pelea con mi mamá.

Les voy a poner un ejemplo de cada situación, para hacerme entender mejor.

Yo contra mi mamá: Por favor, le digo que deje de decirme todos los días las mismas cosas que tengo que hacer. Yo sé que tengo que bañarme, tengo que echarme desodorante y todo lo demás.

Mi mamá contra mí: Repite una y otra vez sin parar las mismas frases, las que ya mencioné; creo que lo hace de aposta, para molestarme o quizás ha perdido la razón.

Yo contra mi papá: No me gusta lavar la loza después del almuerzo, prefiero hacerlo antes de la cena, porque me da pereza al mediodía; es un hábito que he ido adquiriendo y me cuesta trabajo quitármelo.

Mi papá contra mí: Él insiste en que yo debo lavar la loza por la tarde, después del almuerzo, porque no le gusta llegar al apartamento, más o menos a las 5:00 p.m. y ver todos los platos sucios. Después de varios años de discusión, seguimos en desacuerdo sobre la hora a la que debo lavar la loza.

Mi papá contra mi mamá: Cuando mis padres llegan de trabajar y están los dos en la cama de ellos viendo televisión y suena el teléfono; yo estoy desde mi cuarto escuchándolos discutir. Mi padre asegura que la que debe contestar el teléfono es mi madre, porque ella duerme al lado del teléfono, es decir, ella es la que está más cerca. Además tiene la costumbre de que nunca le ha agradado contestar el teléfono.

Mi mamá contra mi papá: Mi mamá asegura que el que debe contestar el teléfono es mi papá, porque él es la autoridad; por esta razón, comienzan a discutir sin poder detenerse hasta que casi siempre mi papá convence a mi mamá con su voz gruesa, y ella contesta.

(Así todos los días suceden increíbles peleas entre nosotros).

Texto agregado el 31-08-2014, y leído por 184 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-09-2014 Describes la vida en familia. Te falta protagonizarla y, por ende, vivir. Hacer sinfonías en tu casa , despertar la ilusión. Poetacacho
01-09-2014 Se repite en cada hogar. Si los padres son ancianos, olvídate, los vicios aumentan. Rentass
 
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