—Bajate de ese palo chinvarona, que todo el calzón se te ve —le decía doña Rosario a su nieta, pero ésta se hacía la desentendida, hasta que la vieja agarró un garrote dispuesta a arriendar a la cipota. La chinvarona, a como era conocida por todos en la comarca, se metió su revolcada falda entre sus piernas, se colgó de la rama más baja del árbol, en donde estaba parada, se tiró y salió en guinda —vas a ver cuando te agarre chavala jodida —le volvió a gritar su abuela.
Se fue para donde sus primos: Arturo come maduro y Alfredo cara de ternero, así se decían entre ellos, hay salían los tres con una hulera a cazar garrobos, pero sólo lagartijas mataban.
—Nos vemos chinva —se despedían sus primos de ella aunque sabían que su nombre era Mariela.
—¡Hay viene la "pata de perro", esta "india pata rajada"! —dijo enojada la abuela cuando la vio, pero casi nunca le pegaba, en cambio le daba unas buenas bañadas, la ponía sobre una piedra cerca del bebedero del ganado y le dejaba caer guacaladas de agua, tierrales salían del flaquito y menudo cuerpo de la chinvarona.
—Casi atrapamos un garrobón, se nos escapó cuando se metió en un hoyo —le contaba a su abuela mientras hacía esfuerzo por respirar al pasarle el agua por la cara.
Con el tiempo la flaca Mariela se convirtió en una hermosa joven, a sus trece años aparentaba ser mayor, es la más bonita entre todas sus amigas, casi siempre risueña, aunque a veces pleitista cuando se trata de defender a sus primos de otros pleitistos.
Mariela aspiraba a ser una estudiante universitaria convirtiéndose en una profesional ambientalista, y si no; pues de lo que fuera, quería ir a estudiar a la capital, pero antes el destino le tenía preparado algo diferente, difícil de superar.
Como era costumbre cada año llega a la comarca diferentes circos, esta vez llegó uno de lo más feo que se hayan visto por esos lados, pero los cipotes están muy contentos, Mariela al igual que sus primos están que no se aguantan a que llegue la noche, pues la función comenzará a las siete, según anunció “la barata” del circo, camioneta destartalada cuyo ruidajes pareciera los de la carretanagua, rechinaba más fuerte que la voz del anunciador que salía por los dos grandes megáfonos amarrados arriba de la cabina diciendo:
“Llegó el circo, llegó el circo de los hermanos Galerias, con mucha diversión, malabares y animales salvajes amaestrados, el payaso Polo les hará reír a más no poder, vengan, adultos cincuenta córdobas, niños pagan la mitad”.
Llegó la hora de abrir el susodicho circo que más bien parecía una carpa de refugiados por algún desastre, ésta parecía azotada por algún huracán, pues estaba toda parchada y nacida con algunas roturas. Y la entrada, ja… la entrada no era más que unas latas que pretendían formar una especie de puerta de castillo de disney world pintadas de muy mal gusto, con figuras de malabaristas, animales y unos rostros de payasos que no parecían reír; sino gruñir, a la par y unido a ésta, estaba otro simulacro de fachada, se trata de una taquilla. En ambos extremos de este conjunto de rudimentaria estructura se unía un improvisado cerco con alambres de púas que rodeaba a la carpucha circense.
Pero eso era lo que le daba tanta alegría a los niños pobres de esa comarca, la diversión y distracciones para los infantes eran casi nulas, al igual que en muchos lugares similares y olvidados de nuestra Nicaragua.
Mariela ya amarró la gira con sus primos y amigos, irán acompañados con un adulto. Seis y media, la manada de chavalos ya van rumbo a la diversión, la tía de Mariela con foco en mano alumbra la trocha polvorienta por donde caminaban, aunque con la luz de la luna esa linterna no era necesaria, ya divisan las bujías encendidas del circo, hay fila, pero, a como era de esperarse; no hay demasiada gente que se diga. A través de los viejos megáfonos, esta vez colocados en lo alto de la carpa, se escucha el chachareo de música cumbia “la colombina”, adentro se veía un centro iluminado por un reflector, rodeado por tablones de madera que servían de asientos, era una especie de mini anfiteatro rudimentario.
La función ha comenzado con perros que llevan y traen objetos, saltan un aro, se hacen los muertos, todo a voz de su entrenador, un hombre rechoncho quien recibía pocos aplausos, pues todos esperan al payaso… ¿cómo es que se llama? ...bueno, no importa; el público llegó esperando que los cómicos de cara pintadas les arranquen carcajadas.
Y esa fue la función de los perros callejeros amaestrados que para alegría de los presentes terminó rápido.
El presentador, otro panzón, disque vestido elegantemente con su micrófono rechinante anuncia a “¡Polooo eeeel payasooo!” y los aplausos no se hicieron esperar, sale un hombre alto y gordo con vestimenta floja de tirantes y colorida, más bien descolorida, que al igual que la carpa, presenta parches por todos lados, en su cara maquillada de blanco resaltaba una gran nariz como tomate, un pequeño sombrero sobre su peluca amarilla parecida a mechones de lampazo y unos zapatones rotos completaban su típico atuendo. Salió cantando a capela estridentemente ridiculizando la canción de Emmanuel: “Toda la vida… tarantantan... comiendo tortilla vacía… tarantantan... y ni tan siquiera un gallopinto… tarantantan... para engañar a la barriga, si a la barriga”… Ahí estaban las risas de los chavalos y de todos los demás. Mariela y el grupo se habían sentado en “palco” en las primeras gradas, Polo lanzaba miradas furtivas hacia la agraciada niña, visualizaba el panorama y veía a Mariela de pies a cabeza mientras realizaba su cómico espectáculo.
Al fondo, esquineado y casi a oscuras; se dibujaba la silueta de un hombre sentado frente a dos tambores, con bolillos en mano los hacía redoblar y un ¡Bom! cuando presionaba un pedal con su pies para mover el palillón que hacía sonar un bombo, ¡plash! con los platillos, tratando de coordinar los sonidos con los movimientos de los payasos ¡Bom! ¡plach! cuando se caían, ¡Brum! con los tambores cuando con las cubetas repletas de burusas de poroplás y tiras de papel lanzaban al público haciéndoles creer que se trataba de agua, pues antes ellos mismos y como parte de sus payasadas, ya se habían empapado con cubetas de agua de verdad.
“Necesitamos a un voluntario o voluntaria,” dijo el tal Polo a su público, muchos levantaron sus manos con algaravilla, pero el payaso se dirigió directamente a Mariela, le agarró la mano y la jaló al centro del escenario, apartándola del grupo que la acompañaba y simulando ser un payaso de los buenos.
“Voy a realizar un acto de magia” decía a viva voz con redobles de tambores y metió a la niña en una especie de armario, Mariela reía, para ella y para los demás todo era parte del espectáculo al igual que lo eran los otros dos payasos y un enano que acompañaban a Polo, más bien eran sus compinches, estos agarraron el cajón ya cerrado con la niña dentro y la pasearon por el escenario mientras Polo corría tras de ellos gritando: “A donde van, traigan eso” ocasionando risas, ¡Bom! ¡plach! y los cómicos se fueron con su carga tras las cortinas del fondo desapareciendo ante la vista de los asistente, se había efectuado un secuestro ante todos ahí presentes, la función a terminado, el público comienza a desalojar el lugar, menos los familiares y amigos de Mariela que perplejos voltean a ver para todos lados esperando verla, “vámonos” decían los más pequeños “no, ¿y Mariela?” preguntaba la tía, “sí, ¿dónde está?” preguntaban las otras niñas.
Fueron todos a buscarla tras las cortinas donde vieron que la llevaron en el cajón y preguntaban a los del circo si avían visto a la chavala, nadie les respondía, todos realizaban sus quehaceres haciéndose los desentendidos. Salieron por el otro extremo de la carpa y solamente vieron malezas y quiebraplatas, a la derecha carros casi cacharpas; pero nada de Mariela y ni un solo ruido se escuchaba por el lugar solo se oían los grillos.
“Vámonos, esta chavala debió de irse sola para la casa” dijo la tía y se fueron. En el camino iban comentando las payasadas de Polo, y todo lo demás que les ocasionó risas, no parecían preocupados por la ausencia de Mariela creyendo con certeza que ya estaba en casa, pero llegaron y ella no estaba, “no, aquí no ha venido, seguro agarró para donde su papa, ya la conoces como es ella” les dijo el abuelo, y todos se fueron a dormir.
A la mañana siguiente los comarqueños se sorprendieron al no ver al circo, “¡pero si apenas ayer llegó y ya se fueron!” decían con sorpresa algunos.
La tía de Mariela muy de mañana corrió donde vivía el papá, al regresar afligida y con los nervios alterados fue a la jefatura de policía a poner la denuncia, pero ya era demasiado tarde, la pequeña caravana de deteriorados vehículos circenses iba llegando a la frontera Norte del país rumbo a Honduras.
A Mariela la habían sedado con cloroformo o con algo parecido y despertaba ante una realidad demasiado irreal para sus inocentes ojos y su mentalidad aún infantil, el dolor físico que sentía entre sus piernas no era comparado al dolor que más tarde sentiría en su corazón entre angustia y desesperación, su virginidad había sido robada y uno de sus violadores venía por más, se traba del payaso Polo, ya sin maquillaje su rostro era más feo aún. El olor a alcohol y con una botella en la mano, daban pistas de donde venía, comenzó el forcejeo pero ahora su víctima podía defenderse, pero eso sirvió solo para recibir golpes.
Pasó el tiempo, sus captores fueron perdiendo interés en la desacotada muchacha. Una de las señoras que desde chavala había pasado a ser mujer del dueño de circo, de Polo, tuvo compasión de ella desde un comienzo, pues miraba que ella era la que más recibía escarmientos por ser tan rebelde, nunca la pudieron domar, la hacían bailar desnuda junto con otras jóvenes en espectáculos privados para adultos, la señora era la que la cuidaba, la alimentaba y hasta le daba consejos y varia veces la liberó de sus ataduras y el último dos año al no hacer intento de escape, anduvo “libre” dentro de los límites del circo, ella era constantemente amenazada si huía, si pedía ayuda, si hablaba, de todo la amenazaban, vivía hecha un manojos de nervios. Estaba sola, no tenía a nadie, a todos parecía no importarle, los hombres la usaban nada más que para saciar sus instintos viles y sexuales, diciéndole bascosidades, pero ella, a como la habían acostumbrado, rezaba sin quebrantar su fe, sus peticiones en sus oraciones a Dios era siempre las misma; regresar a su hogar sana y salva.
Una noche, como tantas otras, viendo las estrellas con chorros de lágrimas que se les escurrían por su rostro, tratando de no emitir quejidos y pensando en sus padres amorosos, en sus primos con quien jugaba, en el lugar donde creció y en aquella quebrada donde lavaba su ropa revolcada y se bañaba en calzón, chapoteando y buceando, siendo una chinvarona, recordando cuando era feliz; esa noche pensó con determinación acabar con todo esa amargura. Después de la función, se retiró a su “camerino” un rincón en la carpa donde desenrollaba una rota colchoneta y dormía con los perros y las pulgas, pero a como ya lo había decidido, no quería más abusos, ni pulgas, ni perros, pero no, esa vez no pensó en el suicidio a como muchas otras veces; sabiendo que no estaba muy lejos de la zona fronteriza de su país, se puso su harapiento vestido, se santiguó y simplemente se marchó, sigilosamente se escurrió entre chereques, pasó el alambrado, luego la maleza y aunque los perros comenzaron a ladrar, ella no se detuvo ni entró en pánico y corrió hacia la carretera solamente sabiendo que tenía que dirigirse hacia el Sur. Los carros pasaban, ella les pedía ayuda, nadie se detenía. Llegó a una gasolinera y vio un camión de esos que transportan mercadería a través de la carretera panamericana desde Guatemala hasta Panamá, se acercó al camionero que estaba por montarse, le pidió con lágrimas en los ojos que la llevara lejos de ahí, el señor creyendo que se trataba de una prostituta le dijo que no estaba interesado y que se fuera por donde había venido, ella le agarró de la mano y le dijo que era de Nicaragua y quería regresar con su familia y que ya hace tres años que a la fuerza la habían traído. El camionero, viendo su rostro, su agonía y su desesperación, le creyó y así fue que Mariela llegó nuevamente a Nicaragua, el hombre le ayudó pagándole una cantidad de dólares a un guardia fronterizo para que la dejaran pasar sin pedir documentación. Durmió casi todo el camino, ya lejos de la frontera el camionero se detuvo en un empalme de caminos, “aquí te puedes bajar, te queda más cerca el lugar para donde vas”, le dijo y ella “felizmente” regresó a su comunidad con marcas visibles en su cuerpo y otras que no se pueden ver pero ahí están y que siente en su alma y en su corazón partido en pedacitos.
Todos miraban caminar a una joven harapienta que llega a la comarca, nadie parece conocerla, andaba como perdida buscando algo o a alguien, hasta que se detiene frente al rancho de doña Rosario, la abuela, la pobre vieja había llorado tanto estos tres años que sus ojos estaban achinados, su mirada se había opacado, ya casi no veía, con dificultad pudo recocer a aquella harapienta joven parada frente a ella, era su nieta perdida: Mariela, sí, ella misma allí de pie como un espejismo fantasmal, a ambas ya no les quedan más lágrimas que derramar, Mariela corrió a los brazos de su abuela del alma, su viejita que tanto quería. Abrazándola fuertemente con voz temblorosa la anciana en ese momento solo le pudo decir: “Bienvenida de nuevo mi chinvarona”.
Fueron tres años de búsqueda y hasta daban por hecho que nunca más la verían, por lo menos no con vida, a ella y otra jovencita de un poblado vecino que también había desaparecido con el circo macabro.
Luego de los hechos, los lugareños nunca permitieron que arrimara otro circo más a la comarca, los sacan casi linchados y aún, entre los comarqueños de Palo Seco, allá en El Viejo, Chinandega, existe el temor a los destarlados y pequeños circos ambulantes.
Nadie, ya sea la autoridad o personas comunes pudieron dar con el paradero de los delincuentes disfrazados de cirqueros y payazos, tal pareciera que la tierra se los hubiera tragado, ocultos quizás, por la tinieblas del mismísimo infierno satánico.
Pesadillas, insomnios, dificultad para amar, para relacionarse con los demás especialmente con amigos y muchas otras secuelas es lo que le quedó de su infortunada mala pasada del destino, pero supo salir adelante, estudió, se preparó y hoy trabaja para una institución que ayuda a víctimas como ella y que condenan la trata de personas.
Historia basada en hechos reales incluida en el libro Cuentos y Mitos de Nicaragua 2da. ed.
----------
Email: valdezmauricio95@yahoo.com
www.cuentosnicaragua.blogspot.com |