Arma preciada de naciones autóctonas
Dueñas de una soledad seccionada pasiva

Amiga de los encuentros indomables
Que reviven los sueños matutinos
Favoreciendo mi escarpada fuente de sacrilegios
Vistiendo mis opacados lamentos
Con colores originarios de una paz eterna
Que deambulan en mis latidos aciagos
Frecuentando mis dolos inanimados
Calmando la adusta marejada de complejos inducidos
Sofocando a golpes lejanos tibios silentes
Que alguna vez me enterraron despreocupadamente
Y me dejaron sin aliento ni voces perpetuas