No era el hecho de negar
era la intensidad del deseo,
las ganas de ausentarnos…
…como buscar otros cielos.
Yo quería que te quedaras, te lo juro;
pero comprendí que mis alas se pintaron rotas,
tú necesitabas emprender tu vuelo;
y te conocí tanto... que sabía
lo mucho que necesitabas volar.
¡Ve, anda, explora, conoce, descubre!
Yo venía de un viaje de tierras lejanas
de un mundo oscuro y escasa fe,
regresé cansado de sueños sagrados.
Mi conciencia era callada, como siempre ha sido, es que se cansó de tanto hablar, porque nunca le he prestado atención.
Conocí la maldad, el orgullo, la insensatez…
y vi el cielo en tus ojos y el sueño en tu piel,
la fuerza de un alma y el calor en tu voz
viví tu bondad, tu risa, tu pasión;
una voluntad inquebrantable matizada de dicha,
que señalaba un camino que terminaba en felicidad.
Mi rumbo fue desviado por la necedad y presunción
no era sereno… las estrellas se perdían sin sinceridad.
Vi al tiempo pasando y marcando el adiós,
vi al silencio sonando entre los dos.
Así que te fuiste y de tu mano me solté,
te dejé libre… tenías que partir
y entre dientes pedí que te detuvieras
y yo quería que te quedarás..
te ausentaste de mí para que conquistaras el espacio,
tu mundo, tu lugar y tu razón de ser,
que encontraras a un alma protectora
porque la tuya quería siempre protegerme a mí;
no era justo, no era sensato, si yo no sabía ser feliz
solo o a tu lado…. no fue que no quisiera estar contigo
sino que nunca aprendí a estar conmigo mismo,
en tu compañía o en soledad, siempre fui así sin remedio.
No te fuiste de mí, ni te alejaste.
Te quería bien, te amaba y siempre lo haré.
Comprendí que existimos almas encarceladas...
aprisionadas por grilletes, con fuerza
pero sin ganas de avanzar, porque se nace
con la necesidad para expresar, de crear.
Que la tristeza es un estilo de vida
que se vacía en poemas... en versos... en rimas.
No eras culpable, quizás lo fui yo… (quizás no);
pero era necesario así, marcharte
para estar siempre contigo,
no abrazarte para dejarte respirar
y que tu vuelo comenzaras.
Hice alas para tus formas, las quise hacer muy hermosas,
hoy no hay necesidad de usarlas conmigo.
Partíste y sin embargo siempre aquí estuviste,
estuviste siempre en mi corazón,
deseaba y soñaba que fueras feliz,
desplegaste las alas y al grito del viento
el mundo recorriste, el mar de nombres cruzaste,
nadaste en hombres y fuiste y regresaste.
En tu travesía perdiste un lucero
pero el cielo te regaló una constelación.
—tenía que ser así, —
de tu alegría no pude aprender
era vano enseñarte mi tristeza;
por eso partiste, pero jamás me dejaste,
te di mi alma, esa que entregué
con aquel beso que tú bien recuerdas.
Te encontré, pero no me encontré en ti,
te perdí porque comencé a perderme a tu lado
y así de ser tu amante... me convertí en tu poeta.
Alejandro Ornelas
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