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Y allí me encontraba yo, en aquel bosque blanco y frío, miré alrededor y encontré un arroyo, el agua que fluía era cristalina, pero no me reflejaba en ella; al darme cuenta de esto empezó a soplar el viento, y comenzaron a caer copos de nieve, los toqué pero no eran fríos, empecé a adentrarme en el bosque, y delante de mí estaba una sombra, ésta desapareció rápidamente dentro del bosque, la seguí a prisa, pero la vegetación me impedía ir rápido; entonces, después de un tiempo llegue a un lugar un poco despejado, y ahí estaba, ¡me sorprendió encontrarla!
En medio de dos árboles estaba una puerta, era de madera de roble, la rodeé y únicamente daba al otro lado, de repente empezó a sacudirse la cerradura, como si alguien quisiera abrirla, retrocedí unos pasos y tropecé con una rama, caí sentado y me arrastré hacia atrás, cuando volví a verla se había calmado…
Se abrió de golpe con un crujido asombroso, me levanté y cuando me iba, se escucharon unos pasos y algunos sollozos, entonces me le acerqué, pero adentro todo estaba oscuro, entre por ella y avancé algunos pasos, ¡y de repente se escuchó un grito escalofriante!
Traté de volver al bosque, pero la puerta se cerró de golpe, quedé estático y temblando, y una luz cayó por el techo de aquel lugar, empecé a ver que era un cuarto con paredes grises, y en medio había un joven sentado, apoyando la cabeza en sus rodillas, él me estaba dando la espalda, y noté que tenía una cadena en el tobillo, desde donde estaba me estiré para tocarle la espalda, y empezó a reír, con una risa burlona, lo solté y me quedé pardo a cierta distancia, y me dijo:
-¿Así que me has encontrado?
-Quizás, pero… ¿Tú quién eres?
Se levantó dándome la espalda, quedó a contra luz, él no tenía sombra, me le acerqué lentamente y cuando estuve a dos pasos de él, me dijo:
-Yo soy aquél que da la vida, y también la quita.
Me alejé unos pasos, y mi pie chocó con la puerta, traté de abrirla, pero era inútil, y él me grito:
-¡¿A dónde vas?, ¿Acaso no me has reconocido?!
Se empezó a reír, mientras giraba hacia mí, con la cabeza agachada, yo estaba temblando y girando la cerradura, mientras un sudor frío recorría mi frente, ¡él alzó la cabeza! Y le vi la cara…
Él era yo.
El vacío se apoderó de mí, y reinó el silencio inmortal, volví a mi origen…
La nada.

Texto agregado el 28-08-2014, y leído por 61 visitantes. (0 votos)


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