El hombre
que no es hombre,
una voz en el vacío
pestañas y tacones
resonando en lontananza,
carcajadas de averno,
demasiada ponzoña
para tan débil carne,
se introduce en su caja de sombras,
crea nombres inverosímiles,
estrellas fugaces, pompas de jabón,
un placer espurio
tiembla en sus entrañas,
se coloca sus guantes de niebla,
seduce, provoca, estremece,
y luego asoma su careta absurda,
es feliz en las tinieblas,
desconcierta, apremia,
y luego invita a un carrusel demoníaco,
corceles ígneos girando en reversa.
No temas, amiga,
su cárne es trémula y su aspecto, ínfimo,
tras las candilejas sórdidas
es un ser que se estremece,
las luces del día
lo arrojan a la acera,
es un jirón informe
y sólo la noche alienta su perversidad.
No temas amiga,
mientras el sol encandile
sus caretas serán sólo un arpegio tenebroso
las sombras lo reviven.
tú eres luz, nada temas.
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