Era un día como cualquiera,
estaba sentado en el sofá,
tan inmóvil como una piedra,
salvo para el buen café tomar.

En eso mi hija se acerca,
de solo nueve años de edad,
-padre, perdona por ser tan terca,
y no parar nunca de preguntar.

No te preocupes hija mía,
de esa manera se aprende,
si por preguntar se te reprende,
es por idiotés o apatía.

¿Qué es lo que quieres saber hija?
¿Porqué el cielo es color azul?
dime cual es tu pregunta mija,
dícelo a tu buen padre Saul.

-¿Cual es el sentido de la vida?
¿Fama, riqueza o felicidad?
¿Amor, salud o sabiduría?
¿Para qué está la humanidad?

Como electrón en un átomo
¿Así es nuestro bello planeta?
Formando seres...

Ya hija no seas preguntona,
¿Quién te meterá tantas ideas?
traeme mejor una gran dona,
te doy la mitad para que veas.