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Inicio / Cuenteros Locales / mundomaga / De epistolares (# 6)

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Pasa que preguntás demasiado, cosas que querés oir y cosas que intuyo preferirías no saber, pero preguntás igual y después te olvidás, o te hacés la sota y preguntás de nuevo, como si yo no tuviese memoria y como si no supiera que te encanta cuando me pongo repetitivo, sobre todo si monologueo sobre tu extraordinaria capacidad para recordar detalles poco importantes de la vida de los demás, principalmente de la mía, tu necedad para aceptar que ya todo el mundo mutó hacia lo digital y vos seguís buscando púas para ese tocadiscos mugroso porque te gusta el “ruidito a viejo” o tu manía de hablar en francés cuando hacemos el amor porque París y Cortázar y qué se yo. Te enamoraste de mí porque te discutí un par de cosas trascendentales y te gané de mano; me enamoré de vos porque todo te importaba tanto y tan poco al mismo tiempo, y hablabas de religión y recetas de strudel con la misma pasión con la que yo te miraba el escote. Y así es la vida, mi amor, un vos y un yo que se traduce en desencuentro, un vos que me busca la palabra porque en la palabra está la caricia mejor articulada, y un yo que te escribe porque hablarte es una tarea infinita y me limita el tiempo y vos que preguntás demasiado y a veces temo que un día, por distraído o mal llevado, te diga la verdad.

Estoy enamorado. Pero me pesa, me agota, me reduce a una expresión mutilada de mí mismo, soy capaz de dejar en banda el curso de gnoseología cualquier tarde de lunes o jueves para verte desnuda, comer a deshoras, pescarme una gripe por bimestre por seguirte en esa manía tan snob tuya de caminar bajo la lluvia, y toda esa inagotable fuente de razones que me acercan a y me alejan de. Es agotador estar enamorado de vos, y por eso te digo todo el tiempo que estás loca, que me volvés loco, que los dos al unísono somos como una paradoja, te alabo la caligrafía y la inocencia y te denigro que llegás siempre tarde, yo que soy un tipo tan puntual y vos que ves en las manijas del reloj una bailarina rusa haciendo piruetas. Estás loca. Y yo soy un tipo serio, che. Podrías dejar de hacer berrinches como una veinteañera cuando paseamos por el Abasto y ves los precios de los zapatos. Pero del precio de un zapato te vas como panadero por el aire y terminás en la plusvalía monzónica de la industria, en los talleres clandestinos, en las trabajadoras del Perú que no ven la luz del sol y esa serie de cosas, y te ponés zurda y colorada, pasional y verborrágica, y cuando yo espero el corolario de tu gran monólogo socio-filosófico me largás un “algún día me los voy a comprar”, y volvés a los zapatos, tan diestra y tan blanca y tan niña como odio y amo que seas.

En el fondo sabés que adoro tus incoherencias aunque las sufra, como la vez que viajamos a Salta y te pasaste meses escuchando zambas y chacareras, juntando ropa y útiles escolares que jamás mandaste a ese pueblito fronterizo donde un vendedor de salamines te leyó un poema y lloraste una hora abrazada a mi pecho. A veces pienso que tenés el corazón demasiado grande y demasiado tonto, tenés buenas intenciones pero la pasión te dura poco y enseguida te aburrís, cuando empezás a sentir que algo deja ya de ser novedoso y abundante para convertirse en común vos te convertís en algún común, o al menos eso creés, dejando que aflore tu necesidad de ser única y lo menos rutinaria posible, y me volvés loco por meses con tu mate jujeño, tus polainas de lana de llama, los Cantores del Alba y las historias que te contaron de los incas, y aunque reconozco ser un poco chauvinista yo mismo, no veo la hora de que descubras otra pasión y dejes de pronunciar las elles como corresponde.

Por eso esta epistolar unidireccional, por eso esta necesidad incontrolable de dejar asentado en algún sitio que no soy un perfecto cabrón desalmado y extremadamente lógico y coherente, pero en algún sitio alejado de vos, de tu posibilidad de clavarte en mí y meterte en mi sangre y enfermarme de vos sin otro antídoto más que vos misma, y otra vez la paradoja. Estoy enamorado, y es el secreto mejor guardado que tengo. Es la polea de poder que aún levanto con ambas manos para conservar la dignidad en alto, para no terminar a merced de una mujer que, si pudiese, haría de mí una divertida marioneta de lo más humanoide, con hilos de piel, aliento de vida, y la boca llena de su nombre.

Texto agregado el 26-08-2014, y leído por 137 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-08-2014 Genial! Me hizo acordar a otro gran genio. silvimar
26-08-2014 Es de una intensidad y nervio que me obliga a volver la vista a atrás para recorrer los párrafos y recordarme. Me conmueve encontrar una frase que he callado con el.mismo temor de soltarla al descuido. umbrio
 
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