-Pues, oiga usted, le dijo mirándolo fijamente a los ojos. Usted me llama a mi escritor, pero no lo soy.
-Pero señor, arguyo el otro personaje. Pero todos dicen que usted es el mayor escritor e intelectual de nuestro pueblo. Es más es el único escritor que tenemos.
-Tonterías Paco, tonterías. Yo apenas soy un testigo de mi tiempo y me dedicado a ser eso sí, un gran conversador. Me encanta contar pequeñas historias, cosas que me han contado, he leído o que he escuchado y luego a mi vez las he contado. Nunca he escrito nada. Nada que yo haya inventado o creado como usted dice.
-Pero maestro, mire usted a su alrededor toda la cantidad de libros que usted posee. Y según he escuchado, usted los ha leído todos de cabo a rabo.
Y en efecto, Paco nunca se cansaba de admirar los más de 7 mil libros colocados en estantes del piso al techo en la sala, los pasillos y las habitaciones. Allí estaban alineados uno al lado del otro las obras de Nabokov, Henry Miller, García Márquez, Cortázar, Mark Twain, Dostoievski, Faulkner, y muchos otros más.
-Estupideces Paco, estupideces. Te voy a decir un secreto.
-Diga usted, maestro.
-Mira en realidad yo apenas sugiero cosas que he visto, leído o escuchado. ¿Sabes quiénes son los verdaderos creadores?
-No maestro
-Pues son las personas que a través de mis 80 años me han escuchado. A ellos y luego a sus hijos y nietos les he contado y repetido las mismas historias.
-Pero ¿cómo así?
-Sencillo. Mira, yo simplemente cuento una historia y luego son ellos los que se encargan de transformarla, de agrandarla y al final son ellos los que terminar creando otra historia en base a la pequeña y modesta historia que yo he contado.
-Maestro, ¿entonces nunca ha creado nada, nunca ha ideado nada. Solo se ha dedicado a contar las historias de otros?
-Así es, mi querido Paco. A mi edad no puedo pasar por un creador ni nada por el estilo. Apenas he sido y soy un relator de pequeñas historias que a lo largo de mi vida he escuchado. Nada más. A lo más he sido un gran lector y un contador de historias de otros, y nada más. Ha sido la ignorancia de la gente, que casi no lee nada que ha creído lo que tú sostienes. Pero no me voy a ir a la tumba siendo también un gran impostor y mentiroso. Eso sí que no.
-Pero ahora como les digo a mis radio escuchas que usted no es lo que cientos de personas de este pueblo dicen, que usted es el máximo creador y exponente de nuestra cultura en nuestro pueblo. Dígame usted ¿Cómo hago?
-Pues muy sencillo, le replico Don Melchor, no te queda otra cosa que tú también tienes que contar una historia. En este caso será una historia sobre mí. Cuenta lo que quieras, al fin y al cabo cumplirás lo que todos han hecho a lo largo de estos años. Crear su propia historia. Pero yo nunca confesare que he escrito algo. Así, los dos quedamos contentos.