Juanete Gomes
Estaban muy felices. No solamente iban a ser padres, sino padres de un varón como se había diagnosticado.
Ya hace tiempo habían elegido un nombre para el acontecimiento cuando iba a tener fecha. Ahora la tenía!
Su primogénito iba a llamarse Juan. Pensar que Juan el apóstol era el preferido de Jesús, y que me dicen de Juan el Bautista!
Pensaron en otro Juan algo más cerca en la historia, pero el único al cual recordaban era Juan el barrendero del barrio. No lo menospreciaban, pero su hijo, SU HIJO JUAN, no iba a ser barrendero. Solamente pensar en ese trabajo les ponía la piel de gallina.
Tampoco su apellido era uno común. No terminaba en z tampoco llevaba acento en la o. era un majestuoso Gomes.
Probaron varias veces el nombre Juan Gomes, lo dejaban derretir en la lengua. Sonaba bien.
Llegado el día que toda la familia esperaba, Juan vino al mundo. Por suerte nació en la fecha pronosticada, y no antes, porque mismo siendo un nuevemesino era tan pequeño, que si hubiera nacido un mes antes ni con lupa lo encontraban.
Nació fuerte y gritando a todo lo que daba. Los padres que minutos antes estaban tan orgullosos, miraban a este pequeñín envuelto en una frazada como llegado de otro mundo. Cuando fue sacado por la enfermera el padre queriendo consolar a su esposa le dijo que aunque era chiquito estaba bien proporcionado.
Ella pensó que el nombre Juan le quedaba grande pero no quería perderlo así que optaron por registrarlo con el nombre Juanito.
Juanito creció como todos los niños crecen, de abajo para arriba, primero ensuciando pañales y más pañales, luego rompiendo zapatos cuando jugaba al fútbol con los niños vecinos, y luego peleándose en la escuela al tener que defender su tamaño. Porque Juanito no crecía tan rápido como los demás, si algunos centímetros por año. Pero eso era todo. Esperanzada la madre lo recostaba contra el marco de la puerta y medía sus avances, pero no había mucho que mostrar. Juanito crecía, pero no al ritmo de sus compañeros de clase y ellos se mofaban de él y uno de ellos el más grandulón de nombre Brian haciéndose el gracioso lo empezó a llamar juanete. Y juanete quedó. Porque aunque muchos creen que los niños son pequeños ángeles, de ángeles no tienen nada, pueden ser muy crueles cuando el otro no tiene el standard estipulado por la sociedad.
Juanete, perdón Juanito era un chico inteligente, lo que su cuerpo no mostraba su cerebro avanzaba a pasos agigantados. Sus notas eran las más altas de su clase, eso tampoco lo hacía muy popular. Los burros quieren bajar a todos a su nivel así no se notaba tanto la falta de neuronas que tienen.
Juanito no se preocupaba por los otros. Le gustaba estudiar y su memoria era envidiable. Una vez leído el tema, lo guardaba en un rincón de su cerebro y ahí quedaba hasta que llegado el momento lo sacaba para mostrarlo.
Siguió creciendo aunque lentamente, y cuando se veía que había terminado de crecer, alrededor de los 23 años, ya estaba en la facultad estudiando medicina. Quería ser pediatra pensando que por su tamaño los niños le tendrían menos miedo a su túnica blanca. Se recibió con honores y sus padres estaban orgullosos de su pequeñín que distaba tanto de ser un modelo de masculinidad.
Cuando hacía sus rondas en las salas donde los enfermos yacían a todos se presentaba diciendo “me llamo juanete” y los niños se reían por ese nombre y él se ganaba sus confianzas y le dejaban hacer sin llorar lo que creía necesario.
Así pasaron los años y Juanito cuando iba por las calles nunca dejó de saludar al nuevo barrendero Brian de nombre que fue el grandulón en su escuela.
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