José Alberto es un joven que trabaja como mancebo de farmacia, comenzó a los catorce años como chico de los recados y ha ido ascendiendo hasta llegar a ser el hombre de confianza de don Eulogio, el farmacéutico del pueblo. Cuenta veintinueve años, es padre de un bebé, una niña preciosa de ocho meses, su ojito derecho. José Alberto es árbitro de fútbol actividad que viene desarrollando justo cuando comenzó su labor profesional en la farmacia. Está meditando retirarse esta temporada, su afición le acarrea grandes sacrificios con el agravante que le resta tiempo para estar con su adorada hija y por supuesto con su esposa , además es una actividad muy ingrata, nunca está bien para todos, le convierten en el culpable de las derrotas , el grado de exigencia es máximo, le piden poco menos que sea un ser superior , acertar en todo , donde para nada se tiene en cuenta que se trata de un juez que dicta sentencias en décimas de segundos, con el añadido de , a la hora de ascender de categoría son los enchufados quien copan los puestos de ascensos . Él no se rebaje a nadie, persona totalmente integra. De complexión normal de un metro sesenta y nueve centímetros de altura, afable, educado, es muy apreciado por todos aquellos que le traten.
Alberto José vive a unos cincuenta kilómetros de José Alberto, de profesión comercial en un concesionario de automóviles, con gran éxito de ventas, reúne todas las cualidades de un buen vendedor, simpático, ocurrente, galante, unido a una planta de auténtico galán de cine. Complexión atlética, un metro ochenta y cinco centímetros, cuenta veintisiete abriles, soltero y sin compromiso, conquistador nato. Es el capitán del equipo de fútbol de su localidad de origen y residencia, siendo el ídolo local, bravo central, ejemplo de entrega y pundonor en el campo, competitivo al máximo, no le gusta perder ni al solitario.
El próximo domingo el equipo de Alberto José, se enfrentará al del pueblo vecino, que dista unos escasos cuatro kilómetros, enemigos ancestrales en todos los órdenes, enemistad acrecentada en lo deportivo. El encuentro de cara a la clasificación no tiene mayor valor ambos equipos tienen posiciones cómodas en la tabla clasificatoria, pero otra cosa es la rivalidad, es cuestión de honor, de vida o muerte
José Alberto ha sido designado por el Colegio Regional de Árbitros para dirigir ese encuentro, nada más llega un SMS con la designación, exclama ¡me ha tocado, como se las gastan ambas aficiones!, pero yo no me voy a dejar amedrentar, seré justo y honesto hasta el último encuentro que arbitre, me iré sin militar en la categoría que merezco, pero lo haré con la cabeza muy alta y la conciencia muy tranquila, comentaba con su esposa.
Alberto José espera impaciente al domingo, lo dará todo, sabedor que una victoria ante los vecinos y rivales, hará feliz a sus gentes con la satisfacción propia añadida.
Ambos dos, son excelentes deportistas, practican una vida sana, buenas personas, cabales en todos los órdenes
El encuentro está fijado a las cinco de la tarde del domingo. José Alberto debe estar en el estadio al menos una hora y media antes, así lo marcan las normas. Realiza un ligero almuerzo, toma su automóvil recogerá a sus asistentes y emprenderá el camino, no sin las mariposas en el estómago, el encuentro es de riesgo, puede pasar de todo.
Alberto José está convocado una hora antes, en el almuerzo ha ingerido pastas y ensalada, menú prescrito por su entrenador, a su llegada ya se halla en el vestuario arbitral José Alberto
Los dos son conocidos entre sí de encuentros anteriores, pero no guardan ningún tipo de relación entre ellos.
El encuentro como siempre que se enfrentan los dos clubes, ha levantado una expectación enorme, asistirán unas dos mil personas, el recinto se quedará pequeño ya que tiene aforo para mil quinientos espectadores. La seguridad ha sido reforzada, los precedentes no son nada halagüeños, sin ir más lejos en el partido de ida, hubo tres heridos y dos personas detenidas.
Tras la formalización del acta del encuentro, José Alberto da la orden para que ambos equipos salten al terreno de juego. Como era de esperar la asistencia supera el aforo del recinto, desde la otra localidad se han desplazado un buen número de seguidores, las aficiones están casi equilibradas, ambas se afanan por animar a su equipo compitiendo en cánticos y gritos de apoyo, la tensión es grande, recurriendo el símil periodístico se masca en el ambiente.
El encuentro está totalmente equilibrado, no hay un dominador claro. José Alberto no está teniendo una actuación destacada como es habitual, el delantero centro contrario, un jugador, delgaducho de menor altura pero extremadamente habilidoso le está ocasionando problemas, ha tenido que emplearse a fondo en más de una ocasión, efectuando entradas al límite del reglamento, siendo advertido por José Alberto. La afición local grita, incitando a que se emplee con dureza, con frases como “Alber, que no se diga que el canijo ese pueda más que tú”, inclusive algunos maliciosamente le piden que sea violento sin más
A todo esto José Alberto está llevando el encuentro con mano firme, cortando de raíz el juego duro, mostrándose dialogante, con autoridad y mucha personalidad, resumiendo está arbitrando casi perfectamente, eso no cuenta a la hora de recibir insultos por ambas aficiones, cada falta señalada en contra de uno de los equipos, es motivo de protestas y agravios, pero es hombre curtido en muchos encuentros a lo largo de sus quince temporadas como colegiado, está habituado a este tipo de situaciones.
Corre el minuto 87 el resultado permanece inamovible desde el comienzo del encuentro, es entonces cuando el centro delantero visitante, ese hombre menudo, encara la portería contraria dribla con mucha destreza a Alberto José, todo esto dentro el área, Alberto impotente le zancadillea y le derriba, José que sigue la jugada de cerca no lo duda, hace sonar su silbato y señala el punto de penalti, llamado fatídico. Alberto como un poseso, con las revoluciones a un doscientos por cien, se dirige al colegiado, gritando, “he ido al balón”, “se ha tirado”, “es teatro, piscinazo”. Al ser el último jugador y ocasión manifiesta de gol, José no duda en mostrar la tarjeta roja y expulsarle.
Alberto cuando observa la tarjeta se le nubla la vista, la ira se apodera de él, los compañeros tratan de sujetarlo, está hecho un auténtico basilisco, no hay manera de controlarlo se zafa de sus compañeros y sin más le propina un puñetazo a José Alberto a la altura del mentón. Este cual boxeador noqueado cae al suelo totalmente grogui. Parte de la afición local, aprueba la felonía y grita” bien hecho Alber, es un vendido, viene a por nosotros, a saber cuánto le habrán pagado”.
Afortunadamente el golpe no ha causado lesiones graves, salvo un hematoma a la altura del pómulo derecho acompañado de un fuerte dolor. No sin grandes esfuerzos, compañeros y directivos han conseguido retirar del terreno de juego al agresor, José se restablece se encuentra un poco aturdido aun así decide proseguir . El penalti es transformado en gol, tanto que supone la derrota del equipo local.
Alberto se encuentra abatido, arrepentido de su acción cobarde, unido a la derrota hace que su estado sea de hundimiento total. Se duchó rápido y se marchó nada más finalizar el encuentro.
José anota las incidencias en el reverso del acta, se ducha y observa como el pómulo se le está inflamando por minutos. Dos horas después sale de las instalaciones escoltado por la Guardia Civil hasta la salida del pueblo como medida precautoria.
Llega al hogar bien entrada la noche, la niña está dormida y su esposa le espera inquieta sabedora de los peligros del encuentro. No cena y se va a la cama con la impotencia que da sufrir una injusticia sin poder defenderse de ella, el dolor físico no cuenta es el moral el que verdaderamente hace daño
El lunes comienza de distinta forma para ambos, José ha olvidado la agresión, está satisfecho como dirigió la contienda, con tranquilidad absoluta de conciencia a pesar de la hinchazón. Alberto le invade la culpa, la vergüenza, el arrepentimiento, el reconcomio, es sabedor de su cobardía.
José a las ocho en punto abre la farmacia, llevas gafas de sol que ocultan la hinchazón, pero muy pronto las buenas mujeres se percatan y comienzan las bromas inoportunas, que le hacen más daño que el propio puñetazo. La noticia corre por el barrio, es el tema del día en bares, tiendas, corrillos de la plaza, lejos de condenar lo que prevalece son los comentarios sarcásticos y de muy mal gusto.
Alberto se incorpora a su puesto a las diez, con un traje impoluto , elegantísimo. Los mecánicos, la administrativa el recepcionista, hasta su propio jefe lo reciben casi como un héroe, no te preocupes, se lo tenía merecido, desde el primer minuto venía a por nosotros, más fuerte deberías haberle dado, esas fueron las frases de beneplácito de una vil agresión.
En esta historia queda reflejado el anverso y el reverso de la vida misma, donde muchas veces, demasiadas, la honradez, la rectitud, no son recompensadas, por contra la violencia, la cerrazón, la insidia si favorecen intereses no solo son aceptadas inclusive veneradas.
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