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La peste al oeste de Europa había dejado de ser una preocupación para sus habitantes; el baile organizado en el salón de la duquesa estaba en su máximo punto de algarabía, todos los asistentes lucían antifaces que ocultaban sus rostros; risas, murmullos, el sonido de cristales chocando y ritmos elegantes de danza llenaban las paredes del recinto. Nadie podía salir, ni querían hacerlo; la fiesta planeada en el elegante salón burlaba el toque de queda emitido por las autoridades.

Josefina bailaba sin perder de vista la mirada a través del antifaz de Maurant Riochart, un comisionado de la guardia nacional que se codeaba con las más altas esferas del reino; se sonreían entre los pasos cadenciosos al compás de la música.

Una regla impuesta por la duquesa, si querían asistir al baile, era no hablar del tema que había originado el toque de queda.

Josefina estaba a punto de quebrantar esta regla, no quería dejar pasar la oportunidad de saciar su curiosidad ahora que bailaba con una autoridad.

Con los brazos alrededor del cuello de Maurant, Josefina con su más dulce y consentido tono de voz, preguntaba al comisionado:

-Es un gran honor que asista al baile de la duquesa, me imagino que debe estar últimamente muy ocupado.

-Hum… espero que no estemos rompiendo la regla del baile… ya sabe…

-Descuide, soy prima de la duquesa, yo intercederé por usted.

-Bien, siendo así, la respuesta es sí, hemos estado sumamente ocupados, pero confiamos en atrapar pronto al asesino.

-¿Sospechan de alguien comisionado?

-Llameme Maurant porfavor, y si, bueno… sospechamos del hombre de las pompas fúnebres, del embalsamador para ser más precisos.

-¿De Solek?

-Es correcto señorita. Algunos testigos oculares de los hechos han reportado que un hombre alto con vestimentas obscuras y sombrero de copa es el que ha asesinado a las víctimas. Más de veinte recientemente, y la descripción encaja con el sospechoso.

-Y… ¿Es cierto lo que dicen? Me refiero a en la forma en que los mata.

-Los rumores se quedan cortos, lo que mis ojos han visto podrían horrorizar hasta al más valeroso.

La música cesaba dando paso a una carretada de delicados aplausos, la duquesa hacía su aparición desde el escenario principal del salón, vestida con un elegante vestido largo de la época, retiraba su antifaz para dar unas palabras a los presentes:

Buenas noches a todos, sean bienvenidos al baile que hoy organizamos, espero que estén disfrutando la velada; como bien saben tenemos dos reglas inquebrantables. La primera es portar todos antifaces o máscaras, la segunda es no hablar acerca de los hechos ocurridos recientemente o del sujeto en cuestión; entiendo la confusión que esto genera, sin embargo les suplico que me permitan explicarme. Sé que se han dicho demasiados rumores en torno a las masacres acontecidas recientemente, y no dudo que la policía este trabajando arduamente para proteger a su gente…sé que lo que a continuación estoy por decirles podrá sonarles disparatado, pero mis creencias son firmes. Lo que está allá afuera mis apreciables señoras y señores está más allá de cualquier esfuerzo humano para atraparle, nos enfrentamos a un monstruo sediento de sangre, un demonio capaz de manipular la voluntad de las bestias, y a la vez convertirse en una de ellas, una criatura surgida desde los rincones del infierno que no sufre los estragos del tiempo. Intentar matarlo sería en vano, pues ya se encuentra muerto… les ruego me disculpen si los he asustado con mis ideas, pero era de suma importancia advertirles y rogarles que en esta fiesta no hablen de este ser, pues este engendro tiene sus capacidades sumamente desarrolladas, y es capaz de escuchar a kilómetros de distancia. Mas no se preocupen, en este lugar están a salvo, si no le nombran y no le permiten la entrada, podremos disfrutar de nuestra tertulia hasta los primeros rayos de sol. Que continúe la música, y ¡diviértanse!

Los invitados parecían perturbados y confundidos con las palabras de su anfitriona, las máscaras y antifaces ocultaban rostros preocupados, entre ellos comentaban con susurrantes palabras los ecos del discurso emitido por la duquesa. Cuando la voz de uno de los más alcoholizados invitados rompió el ambiente mortificado.

-Vamos todos, ¡A bailar!

La música volvía a sonar entre las paredes del recinto, poco a poco los invitados se relajaban y se encontraban en parejas dejándose llevar por los ritmos del baile.

El comisionado volteaba la mirada a su joven acompañante, manifestándole con tono burlón.

-Creo que nos hemos metido en un problema, rompimos la regla.

-Maurant, le ruego disculpe a mi prima, últimamente se ha juntado con gente extraña que le ha lavado la cabeza.

-Perdóneme usted si mi comentario fue molesto, yo jamás…

-Maurant, ¿Le gustaría acompañarme a las alcobas de la planta alta? Todo este bullicio me ha fatigado. Necesito descansar.

-Señorita, me encantaría, pero no quiero ser un aprovecha…

-No sea tonto Maurant, sígame, tengo llaves de las habitaciones.



La pareja abandonaba la sala principal de baile y subían los escalones que los llevaban al nivel superior del inmueble. Entre risas e intercambio de miradas dejaban atrás a la multitud danzante.

-Es aquí Maurant, esta es la habitación ¿Está nervioso?

-No Josefina, solo espero que seamos discretos, usted sabrá, yo…

-Sé que existe una señora Riochart comisionado, y descuide, su secreto se queda encerrado en estas cuatro paredes, ni mi prima lo sabrá.

Los amantes sellaban su compromiso con un beso desesperado, debajo de las sabanas y ante la mirada de un enorme Cristo crucificado de madera exploraban su sexo salvajemente, la piel blanca de Josefina enrojecía ante las caricias fuertes de su pareja, las uñas de la joven se clavaban en la espalda de su cómplice.

Satisfechos sus deseos carnales, Josefina aprovecha para volver a arremeter en contra de Muarant.

-Entonces, ¿Me dirá más acerca de “El demonio de la noche”?

-Usted es persistente Josefina, ¿Para qué quiere tener problemas en la noche para dormir?

-No soy ninguna cobarde, solo deseo saber más de lo que toda la gente sabe.

-Sería mejor bajar mi bella dama, la gente empezará a sospechar si nos ausentamos demasiado.

-Es usted un aguafiestas Riochart.

La pareja se vestía apresuradamente, alisaba sus prendas así como sus cabelleras para disimular su fechoría. La joven asomaba su cabeza afuera de la habitación, volteando en ambas direcciones del pasillo.

-No hay moros en la costa Maurant, puede salir.

-¿Josefina?

-¿Qué pasa?

-¿No lo ha notado?

-¿Qué cosa?

-El silencio, no se escucha la música, ni el barullo.

-¿Se abran ido?

Los infieles se dirigían hacia las escaleras que los devolvían a la planta baja, al salón principal de baile. Solo escuchaban el sonido de las suelas de sus calzados golpear contra la madera del piso.

-¿Maurant? ¿Entonces me dirá como deja a sus víctimas el asesino al que está persiguiendo?

-Josefina, le prometo revelarle algunos detalles una vez que descubramos el origen de este silencio.

La pareja llegaba a las escaleras, el salón de baile se develaba en amplitud por cada escalón que bajaban.

-¿Le cuesta tanto decirme esa información comisionado? ¿Acaso no significó nada para usted compartir la cama conmigo?

Maurant Riochart detiene su andar y pone una mano sobre el hombro de Josefina, quien se encontraba buscando la mirada del comisionado.

-¿Josefina? No hace falta que le diga nada, ante usted se encuentran las más recientes víctimas de “El demonio de la noche”

Josefina dirige su mirada hacía el centro del salón de baile, allí se encuentra apilados los cadáveres de todos los invitados así como el de su prima; los difuntos asistentes tienen los rostros cadavéricos y descarnados, sus pieles lucen tan transparentes que las venas azules de sus caras se marcan a través de todas sus facciones; todos los cuerpos tienen algo en común, pequeños y finos pares de orificios en sus cuellos a la altura de la vena yugular enmarcan el sello personal de “El demonio de la noche”.

Texto agregado el 22-08-2014, y leído por 103 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
22-08-2014 El demonio de la noche proteje a los amantes. rentass
 
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