Cap.10
-Sonreír entre el polvo -
A pesar del shock inicial, Kail se sobrepuso a la dantesca visión en pocos segundos. Sin duda, su entrenamiento como soldado le sirvió de mucho en esos instantes y lejos de horrorizarlo más allá de lo razonable, su mente se ocupaba a la mayor velocidad que le permitían sus neuronas en dilucidar lo que estaba viendo con sus propios ojos. Se mantuvo estático en su posición durante algunos minutos más y el espectáculo continúo invariable en sus mismas circunstancias; Cientos de llorones se aproximaban al rayo de luz y en el instante que sus cuerpos entraban en contacto con la luminaria desaparecían como por arte de magia.
Intentó buscar una explicación más amable a la que su mente con insistencia le proponía, pero no llegaba a encontrarla; De su cerebro solo surgía una palabra, que a cada segundo, le parecía más verídica: Exterminación.
Con una breve operación mental dedujo que si los Debrarianos acababan con aquellos infra-humanos al mismo ritmo y a la vez en todo el mundo seguían infectándose, en pocos meses la verdadera raza humana habría desaparecido de la faz de la Tierra.
De pronto Kail comprendió que las verdaderas intenciones de los Debrarianos siempre habían sido, tal y como ellos decían desde el principio, el acercarse al planeta para aprovecharse de sus recursos; Aunque indudablemente en sus planes no entraba tan solo la Luna.
¡Que ciegos fuimos!
Mantuvieron a los humanos engañados durante años mientras que, seguramente, fuera de la órbita del planeta y ocultos de la vista de los terrestres en aquellas gigantescas naves nunca vistas antes, fabricaban un arma tan mortífera como aquella peste azul, con el único fin de expandirla por el planeta y “deshumanizar” a los terrestres, convirtiéndolos con su virus en poco menos que bestias irracionales y por tanto fáciles de destruir.
En cierto modo sintió cierta admiración por aquellos seres que con magnificas artes y astucias los habían engañado como auténticos niños y, por unos segundos, su corazón se constriñó cuando mentalmente imaginó un mundo vacío de humanos, expoliado y exprimido de sus recursos hasta sus ultimas consecuencias por aquella raza de depredadores con piel de cordero.
La sensación de asco fue tan tremenda que intentó escupir y su boca, completamente seca, no se lo permitió.
Decidió que ya había visto bastante y saltó por encima de los escombros con la intención de narrarles su descubrimiento a los demás. Apesadumbrado, dio la espalda aquella nave genocida y comenzó a caminar. Un par de pasos.
¡Ni un segundo después, una explosión terrorífica hizo temblar hasta los escombros bajo sus pies!
Se lanzó instintivamente al suelo para protegerse y pudo divisar entre el humo y los cascotes una estela de humo: Al parecer, un misil tierra-aire proveniente de un edificio anexo había alcanzado a la nave en todo su centro de modo que había dejado instantáneamente de emitir el rayo.
¡Eso quería decir que aún quedaban combatientes!
El caos entre los llorones fue impresionante. Al ya no estar influenciados por aquel foco que los mantenía ensimismados despertaron de su ensoñación y protagonizaron escenas tan terribles que Kail tardaría muchos años en olvidar;
Aquellos seres recién “despertados”, que minutos antes caminaban agrupados y pacíficos, se habían convertido de repente en bestias sin conciencia. Pudo ver a grupos despedazando a individuos y que luego procedían a comérselos en una especie de orgía caníbal, en la que cualquiera de ellos pasaba en un instante de ser comensal a ser comida.
Aún así, Kail no perdió de vista las prioridades y, camuflado como estaba entre escombros, hurgó en su mochila y extrajo unos pequeños prismáticos de campaña.
Enfocó las lentes hacia las ruinas del edificio por donde antes vio la estela de humo y divisó, con un placer infinito, que entre las paredes casi derruidas trataban de esconderse varios bultos que identificó por sus atuendos como soldados (o que antes lo fueran). No pudo apreciar su número exacto entre el humo y el desorden reinante, pero pudo contar un mínimo de cinco hombres pertrechados con armamento militar y, al parecer por los resultados conseguidos, de gran efectividad.
Por un minuto estuvo tentado a dirigirse donde se hallaban aquellos valientes guerrilleros, pero el bestialismo a su alrededor - y que la nave comenzó a maniobrar para seguramente repeler el ataque,- le disuadió.
Se levantó con prontitud de su escondite y comenzó a correr en la dirección del sótano como si le persiguiera el diablo. A unos 200 metros del lugar donde se hallaba antes comenzó a percibirse del sonido que emitían los rayos “mueve-montañas” y una explosión fenomenal lo impulsó a varios metros de suelo.
El golpe contra el terreno, a pesar de ser tremendo, no logró hacerle perder el sentido. Magullado y dolorido, aunque no herido, siguió arrastrándose como pudo alejándose de aquel infierno.
En su cara, completamente ennegrecida por el polvo y la suciedad, se iluminó una amplia y nítida sonrisa.
Quizás, no todo estaba perdido.
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