Me quedo quieta, en aparente inactividad.
Mis dedos suenan marcando con fuerza las palabras que escribo, las cosas que busco. Algunas al azar, otras más premeditadas, ninguna refleja lo que verdaderamente que pasa por mi mente.
O refleja sólo una parte.
Y mientras estoy sentada, recuerdo parte de la discusión que tuve ayer, en la que nuevamente me repetían de forma indirecta que debería sentirme avergonzada de mí misma. Mientras estoy sentada, viendo algún video curioso, recuerdo que anoche me acosté tarde, dormí sólo dos horas, y los sacos negros bajo mis ojos reflejan que estoy cansada, alejándome del ideal de belleza que se representa en nuestra actualidad. Recuerdo como hoy me abstuve de visitar a un amigo, porque su hermano me llamaría la atención acerca de lo fea y desarreglada que probablemente luciría, después de pasar la noche en vela y con la mente en cruz. Y yo me reiría y me haría la que no importa, y se lo perdonaría, porque tiene síndrome de asperger y no sabe controlar sus reacciones con los demás. Es atronadoramente sincero, atrozmente sincero. Sincero.
En mi mente bullen ideas acerca de la nueva novela que estoy escribiendo, y los personajes me acosan, me exigen que los ponga en papel. El torbellino de ideas sin embargo, me aturde y no me deja comenzar. Y hoy no es día de escritura, mañana debo madrugar, levantarme, trabajar, estudiar, tener fuerza…
Y algo en mi mente grita y se quiebra. Mientras busco, sentada como estoy, canciones de rock que también se quiebren y griten, me doy cuenta que me adormecen, que son como un sedante ante la marea de pensamientos que no para de subir en mi interior. Me tranquilizo y respiro, aunque por dentro ruego por la posibilidad de seguir en actividad.
Tener en vez de gritos ajenos como calmantes, la posibilidad de saltar, brincar, gritar con mi propia voz. Descansar y enojarme y reírme como una psicótica desquiciada, y quizá al final llorar.
Dar paso libre al torrente. Descansar, vacía ya de mis emociones, como un cascarón. Como un ser que ya no tiembla, libre.
En vez de eso me levanto, mientras rabio por dentro, pues conozco la senda que sigue. Y la lírica se arruina, pospuesta otro día más en cumplimiento de las cosas que se deben hacer. Me adormezco... |